Divina

Divina

martes, 3 de noviembre de 2015

After Capítulo 73


El vacío que noto tras dejar a Pedro es muy raro, y me siento un poco patética. Después del corto trayecto hasta la residencia, me da la impresión de que llevo horas sin verlo. Steph no está en nuestra habitación, y me alegro. Necesito estudiar y prepararme para mañana, mi primer día en Vance. Tengo que decidir qué voy a ponerme, qué voy a llevarme y qué voy a decir.

Saco la agenda y planifico la semana al minuto. Lo siguiente es la ropa. Para mi primer día en Vance, la falda negra nueva, blusa roja y tacón negro (no muy alto, sólo un poco más de lo que habría llevado hace dos meses). Es un atuendo muy profesional pero femenino a la vez. Me pregunto si a Pedro le gustará.

Para no pensar en él, termino todos los trabajos que tengo que entregar esta semana y adelanto alguno más. Para cuando he acabado, el sol ha desaparecido del cielo y me muero de hambre, pero la cafetería ya ha cerrado. Pedro todavía no me ha escrito, así que imagino que no tiene pensado verme esta noche.

Cojo el monedero y salgo a buscar algo de comer. Recuerdo haber visto un restaurante chino cerca de la pequeña biblioteca pero, cuando llego, ya está cerrado. Busco el restaurante más cercano y encuentro uno llamado Ice House. 

Voy para allá. Es pequeño y parece hecho de aluminio, pero tengo hambre y el estómago me ruge sólo de pensar en tener que buscar otro sitio en el que comer.
Entro y veo que es más bien un bar en el que sirven comida y, aunque está bastante lleno, consigo encontrar una mesa al fondo.

Procuro ignorar la forma en que me mira la gente, que se pregunta qué hago aquí sola. Siempre como sola. No soy de esas personas que necesitan ir con alguien a todas partes. Hago la compra sola, como sola y he ido sola al cine unas cuantas veces cuando Noah no ha podido acompañarme. Nunca me ha importado estar sola... hasta ahora, para ser sincera. Echo de menos a Pedro más de lo que debería, y me preocupa que no se haya molestado siquiera en escribirme.

Pido y, mientras espero a que me sirvan, la camarera me trae una bebida rosa con una sombrilla.

—Esto no lo he pedido yo —le digo, pero me lo deja en la mesa de todas formas.

—Ha sido él. —Sonríe y ladea la cabeza en dirección a la barra.

No sé por qué pienso que es de Pedro y estiro el cuello para mirar. Pero no. Zed me saluda con la mano y una sonrisa deslumbrante. Nate se acerca y se sienta a su lado en un taburete. Me sonríe también.

—Ah, gracias.

Parece que en este campus sirven alcohol a diestro y siniestro aunque nadie tenga edad de beber.

O que esta gente sólo va a esa clase de sitios. La camarera me asegura que mi comida estará lista dentro de un momento y se va.

Zed y Nate no tardan en venir a mi mesa, apartar las sillas de enfrente y sentarse. Espero que Zed no esté enfadado conmigo por lo del viernes.

—Eres la última persona a la que esperaba ver aquí, menos aún en domingo —dice Nate.

—Ya, he venido por accidente. Quería cenar comida china, pero el restaurante estaba cerrado.

—¿Has visto a Pedro? —me pregunta Zed con una sonrisa.

Mira a Nate, que le devuelve una mirada misteriosa, y luego ambos me miran a mí.

—No. Hace ya rato que no. ¿Y vosotros? —Los nervios me traicionan.

—Hace horas que no, pero vendrá pronto —responde Nate.

—¿Aquí? —aúllo.

Llega la comida pero ya no tengo hambre. ¿Y si Molly viene con él? No podré soportarlo, no después del fin de semana que hemos pasado juntos.

—Sí, venimos a menudo. Puedo llamarlo y preguntarle a qué hora tiene pensado llegar —sugiere

Zed, pero niego con la cabeza.

—No, no hace falta. Yo ya me iba. — Miro alrededor para pedir la cuenta.

—¿No te ha gustado la copa? —pregunta Zed.

—La verdad es que no la he probado. Gracias por el detalle, pero debería irme.

—¿Habéis vuelto a discutir? —pregunta.

Nate va a decir algo, pero Zed lo hace callar con una mirada. ¿Qué pasa aquí? Le da un trago a su cerveza y vuelve a mirar a Nate.

—¿Qué os ha contado? —pregunto.

—Nada, sólo que os lleváis mejor — responde Zed por él.

El pequeño bar empieza a resultarme claustrofóbico y no veo el momento de marcharme.

—¡Mira! ¡Aquí están! —dice Nate.

Miro rápidamente hacia la puerta y veo a Pedro, a Logan, a Tristan, a Steph y a Molly. Lo sabía.

Sé que son amigos y no quiero parecer una loca controladora, pero no soporto ver a Pedro cerca de esa chica.

Cuando los ojos de Pedro encuentran los míos parece sorprendido y diría que también un poco asustado. Otra vez no. La camarera pasa junto a la mesa.

—¿Podría ponerme la comida para llevar y traerme la cuenta, por favor? — le pregunto.

Parece sorprendida, luego mira al grupo que acaba de llegar y los saluda antes de regresar a la cocina.

—¿Por qué te vas? —pregunta Steph.

Los cinco se sientan a la mesa de al lado. Me niego a mirar a Pedro. Odio cómo se comporta cuando está con sus amigos. ¿Por qué no puede seguir siendo el mismo chico que he tenido para mí todo el fin de semana?

—Yo... Es que tengo que estudiar — miento.

Me sonríe alentada.

—Deberías quedarte. ¡Estudias demasiado!

Toda esperanza de que Pedro me coja en brazos y me diga que me ha echado de menos se ha desvanecido. La camarera vuelve con mi comida, le doy un billete de veinte y me levanto dispuesta a marcharme.

—Que lo paséis bien —les digo.

Miro a Pedro y luego al suelo.

—Espera —dice él.

Me vuelvo y lo miro. Por favor, que no me suelte una burrada de mal gusto y que no vuelva a besar a Molly.

—¿No vas a darme un beso de buenas noches? —sonríe. Miro a sus amigos, que parecen sorprendidos, pero sobre todo confusos. 

—¿Qué?... —balbuceo. Me pongo recta y lo miro otra vez.

—¿Ibas a irte sin darme un beso?

Se levanta y camina hacia mí. Esto era lo que yo quería, pero me está mirando todo el mundo y estoy incomodísima.

—Pues... —No sé qué decir.

—Y ¿por qué iba a besarte? —dice Molly entre risas.

«Dios, es que no la soporto.»

—Pues porque están juntos, obviamente —la informa Steph.

—¿Qué? —exclama Molly.

—Cállate la boca, Molly —le espeta Zed, y quiero darle las gracias pero hay algo en el tono de su voz que hace que me pregunte por qué ha elegido precisamente esas palabras. Esto no es incómodo, sino lo siguiente.

—Adiós, chicos —digo, y echo a andar hacia la puerta.

Pedro me sigue y me coge de la muñeca.

—¿Por qué te vas? Y ¿qué estabas haciendo aquí?

—Tenía hambre y he venido a por algo de comer. Y ahora me marcho porque me estabas ignorando y...

—No te estaba ignorando, es que no sabía qué hacer o decir. No esperaba verte aquí. Me ha pillado por sorpresa —explica.

—Sí, ya lo imagino. No me has mandado ni un solo mensaje en todo el día y ahora estás aquí... ¿con Molly? —Mi voz suena mucho más quejumbrosa de lo que me gustaría.

—Y también con Logan, Tristan y Steph, no sólo Molly —recalca.

—Lo sé... Pero vosotros habéis tenido una historia y eso me molesta.
Seguro que acabo de batir un nuevo récord en la categoría de «la más rápida en ponerse celosa».

—Y eso es todo lo que fue, nena: una historia. No se parecía en nada a esto..., a nosotros.

Suspiro.

—Lo sé, pero es que no puedo evitarlo.

—Ya. ¿Cómo crees que me he sentido yo al entrar y verte con Zed?

—No es lo mismo. Molly y tú os habéis acostado juntos. —Me duele sólo de decirlo.

—Pau...

—Lo sé, es de locos, pero no puedo evitarlo. —Desvío la mirada.

—No es de locos. Lo entiendo. Sólo que no sé qué hacer al respecto. Molly es de nuestro grupo y, probablemente, siempre lo será.

No sé qué esperaba que dijera, pero el equivalente a «Si no te gusta, te aguantas» no era lo que quería oír.

—Vale.

Debería alegrarme de que básicamente le haya dicho a todo el mundo que estamos saliendo, pero ha sido todo un poco... raro.

—Me voy —le digo.

—Te acompaño.

—¿Seguro que quieres dejar a tus amigos? —salto.

Pone los ojos en blanco y me sigue al coche. Intento ocultar la sonrisa cuando nos metemos dentro. Al menos sé que prefiere estar conmigo a estar con Molly.

—¿Cuánto tiempo llevabas ahí antes de que yo llegara? —pregunta mientras saco el coche del aparcamiento.

—Unos veinte minutos.

—Ah. No habías quedado con Zed, ¿no?

—No. Es el único sitio que he encontrado abierto. No tenía ni idea de que estuviera ahí, ni de que tú ibas a venir, ¿sabes? Porque no me has escrito como prometiste.

—Ya —dice, y hace una pausa. Pero luego me mira otra vez—. Y ¿de qué habéis estado hablando?

—De nada. Sólo se ha sentado unos minutos conmigo antes de que tú llegaras. ¿Por?

—Curiosidad. —Tamborilea con los dedos en su rodilla—. Te he echado de menos.

—Yo a ti también —digo cuando llegamos al campus—. He adelantado mucho trabajo y ya lo tengo todo preparado para mi primer día en Vance.

—¿Quieres que mañana te lleve yo?

—No, para eso tengo coche, ¿recuerdas? —Me río.

—Aun así, podría llevarte —se ofrece otra vez cuando entramos en la residencia.

—No, no hace falta. Pero gracias igualmente.

Justo cuando voy a preguntarle qué ha hecho con su día, y por qué no me ha enviado ningún mensaje si tanto me echaba de menos, me quedo sin aire en los pulmones y el pánico se adueña de mí.


Mi madre está en la puerta de mi habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y cara de pocos amigos.

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