Pau
Sé lo que debería haber hecho: debería haberle dicho a Pedro que se marchara, pero no he podido. Casi nunca exterioriza sus emociones, y verlo postrado de rodillas delante de mí me ha partido mi ya maltrecho corazón en mil pedazos. Le he dicho que pensaría lo de darnos otra oportunidad, pero no veo la manera de que esto funcione.
Ahora mismo tengo sentimientos encontrados, estoy más confundida que nunca y enfadada conmigo misma por haber estado a punto de entregarme a él por completo. No obstante, por otro lado, estoy orgullosa de haber parado las cosas antes de que llegaran demasiado lejos. Necesito pensar en mí, y no sólo en él, por una vez.
Mientras Landon conduce, mi teléfono vibra en mi regazo y miro la pantalla. Es un mensaje de Zed.
¿Estás bien?
Respiro hondo antes de contestar.
Sí, estoy bien. Voy de camino al campus con Landon. Siento lo de anoche, fue culpa mía que fuera allí.
Pulso «Enviar» y centro la atención en Landon.
—¿Qué crees que va a pasar ahora? —me pregunta.
—No tengo ni idea. Aún tengo intención de hablar con Christian sobre lo de Seattle —respondo.
Zed me escribe otra vez:
No, no lo fue. La culpa es suya. Me alegro de que estés bien. ¿Sigue en pie lo de la comida de hoy?
Había olvidado nuestro plan de quedar en la Facultad de Ciencias Medioambientales para comer. Me dijo que quería enseñarme unas flores que brillan en la oscuridad que ha ayudado a crear.
Me gustaría mantener mis planes con él; se ha portado muy bien conmigo con todo esto, pero después de haber besado a Pedro esta mañana no sé qué hacer. Anoche dormí en casa de Zed y esta mañana he besado a Pedro. «¿Qué me está pasando?» No quiero ser esa clase de chica; todavía me siento algo culpable por lo que pasó con Pedro cuando aún estaba con Noah. En mi defensa he de decir, sin embargo, que Pedro apareció como una bola de demolición. No tuve más remedio que gravitar hacia él mientras él me destruía lentamente y después me reconstruía para destruirme otra vez.
Lo que está pasando con Zed es totalmente distinto. Pedro llevaba once días sin hablarme y yo no tenía ni idea de por qué. Llegué a la conclusión de que ya no me quería, y Zed estaba ahí para mí.
Siempre ha sido un encanto conmigo. Intentó zanjar la apuesta con Pedro pero él no lo aceptó, tenía que demostrar que podía ganarme a pesar de la insistencia de Zed de acabar con ese asqueroso juego.
Entre Pedro y Zed ha habido mal rollo desde que los conozco. No estoy segura de cuál es la razón —a causa de la apuesta, he empezado a suponer últimamente—, pero su animadversión era evidente desde que empecé a salir con ellos. Pedro dice que Zed sólo quiere meterse en mis bragas pero, sinceramente, me parece un comentario muy hipócrita por su parte. Y Zed no ha hecho nada que me haga pensar que está intentando acostarse conmigo. Nunca, ni siquiera antes de que me enterase de lo de la apuesta y de que lo besase en su apartamento, me ha hecho sentir que tuviera que hacer nada que no quisiera hacer.
Detesto cuando mi mente se traslada a esos días. Fui una estúpida, y ambos estaban jugando conmigo. No obstante, hay algo tras los ojos de color caramelo de Zed que me inspira bondad, mientras que detrás de los ojos verdes de Pedro sólo veo ira.
«Sí. Nos vemos a mediodía», le respondo a Zed.
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