Divina

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jueves, 19 de noviembre de 2015

After 2 Capítulo 73


Pau

Al día siguiente, el tiempo es agradable. Apenas si hay nieve ya en la cuneta. Cuando llego a Vance, Kimberly está sentada detrás del mostrador de recepción y me sonríe mientras yo cojo mi donut y mi café como todos los días.

—Ni siquiera me enteré de cuándo viniste anoche. Me quedé dormida —le digo.

—Lo sé, Smith también estaba dormido. Gracias de nuevo —contesta, y su teléfono empieza a sonar.

Se me hace raro estar en la oficina después de haber estado en el campus ayer. A veces tengo la sensación de tener una doble vida: una de estudiante universitaria y otra de adulta trabajadora. Tengo un piso que comparto con mi novio y una beca de prácticas pagadas que, sinceramente, parece más un trabajo real que una beca. Me gustan las dos vidas y, si tuviera que escoger una, elegiría la de adulta, pero con Pedro.

Me sumerjo en mi trabajo y pronto llega la hora de almorzar. Después de varios desastres, por fin doy con un manuscrito bastante cautivador, y me encuentro comiendo a toda prisa para poder seguir leyéndolo hasta terminarlo. Espero que encuentren una cura para la enfermedad del personaje principal; sería una lástima que falleciera. El resto del día transcurre deprisa. Ajena al resto del mundo, estoy enfrascada en la obra, que tiene un final terriblemente triste y me deja absolutamente desolada.

Con lágrimas en las mejillas, salgo de la oficina y me marcho a casa. No sé nada de Pedro desde que lo he dejado durmiendo y malhumorado en la cama, y no puedo hacer otra cosa que pensar en sus palabras de anoche. Necesito distraerme de esas cavilaciones; a veces desearía poder desconectar mi mente como parece hacer otra gente. No me gusta pensarlo todo tanto, pero no puedo evitarlo. Soy como soy, y ahora sólo puedo pensar en que Pedro y yo no tendremos un futuro juntos. No obstante, necesito de verdad hacer algo para dejar de obsesionarme con esto. Él es como es, y no quiere casarse ni tener hijos en la vida.

Quizá debería llamar a Steph después de pasarme por Conner’s para comprar algo de comida y de poner una lavadora, ya que Pedro y Landon van a ir al partido esta noche... Madre mía, espero que todo vaya bien.

Cuando llego al apartamento, Pedro está leyendo en la cama.

—Hola, guapa. ¿Qué tal el día? —pregunta cuando entro.

—Supongo que bien.

—¿Qué te pasa? —dice mirándome a la cara.

—Hoy he leído un libro muy triste. Era fantástico, pero desgarrador —digo intentando no ponerme sensible otra vez.

—Vaya, pues sí que debe de ser bueno para que sigas tan afectada. —Sonríe—. No me habría gustado estar presente la primera vez que leíste Adiós a las armas.

Me dejo caer a su lado sobre la cama.

—Esto ha sido peor. Mucho peor.

Me agarra de la blusa y tira de mí para que apoye la cabeza en su hombro.

—Qué sensible es mi niña —dice mientras me acaricia la espalda con los dedos arriba y abajo, y su manera de pronunciar esas palabras hace que note mariposas en el estómago. 

Que me llame «mi niña» hace que me sienta mucho más feliz de lo que debería.

—¿Has ido hoy a clase? —le pregunto.

—No. Cuidar del minihumano agotó mis energías.

—¿Cuidarlo? Si sólo estuvisteis viendo la tele.

—Lo mismo da. Hice más que tú.

—¿Te cae bien, entonces? —No estoy segura de por qué le pregunto eso.

—No..., bueno, teniendo en cuenta lo molestos que son los niños, éste no estaba mal del todo, pero no tengo intención de quedar para jugar con él en una buena temporada. —Sonríe.

Pongo los ojos en blanco pero no digo nada más en relación con Smith.

—¿Estás listo para el partido de esta noche?

—No, ya le he dicho a Landon que no voy.

—¡ Pedro! ¡Tienes que ir! —grito.

—Es broma... Pasará a por mí dentro de poco. Ésta me la debes, Pau —refunfuña.

—A ti te gusta el hockey, y Landon es muy buena compañía.

—No tan buena como tú —repone, y me da un beso en la mejilla.

—Estás de bastante buen humor teniendo en cuenta que actúas como si te llevaran al matadero.

—Si esto sale mal, no seré yo quien acabe sacrificado.

—Más te vale ser amable con Landon esta noche —le advierto.

Levanta las manos con fingida inocencia, aunque ya me conozco la historia. Oigo que llaman a la puerta, pero Pedro ni se inmuta.

—Es tu amigo, abre tú —dice.

Pongo los ojos en blanco y voy a abrir.
Landon viste una sudadera de su equipo de hockey, unos pantalones azules y unas deportivas.

—¡Hola, Pau! —dice ofreciéndome su afable sonrisa de siempre y saludándome con un abrazo.

—¿Podemos acabar con esto de una vez? —dice Pedro antes de que me dé tiempo a decir hola.

—Vaya, veo que la noche promete —señala Landon, y pone los ojos en blanco y se pasa la mano por su pelo corto.

—Será la mejor noche de toda tu vida —le suelta Pedro.

—Buena suerte —le digo a Landon, y él se echa a reír.

—Tranquila, Pau, sólo está haciéndose el gallito, intentando aparentar que no está deseando pasar el rato conmigo. —Sonríe, y ahora es Pedro quien pone los ojos en blanco.


—En fin, aquí hay demasiada testosterona para mí, así que voy a cambiarme y a hacer algunos recados —replico—. Que lo paséis bien —y dejo a los hombres con sus jueguecitos.

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