Divina

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sábado, 21 de noviembre de 2015

After 2 Capítulo 85


Pedro

Me despierto bañado en sudor otra vez. Se me había olvidado lo horrible que es despertarse así casi todas las noches. Creía que las noches en vela eran agua pasada, pero ahora vuelven a torturarme.

Miro el reloj: las seis de la mañana. Necesito dormir, dormir de verdad. Dormir sin interrupciones. La necesito a ella, necesito a Pau. Tal vez, si cierro los ojos y finjo que está aquí conmigo, consiga volver a dormirme...

Cierro los párpados y trato de imaginar que estoy tumbado boca arriba y ella tiene la cabeza apoyada en mi pecho. Intento recordar el perfume a vainilla de su pelo, su respiración lenta cuando duerme. Por un momento casi puedo sentirla, su suave piel contra mi pecho desnudo... Es oficial: me estoy volviendo loco.

«Mierda.»

Mañana estaré mejor. Seguro. Llevo pensando eso... diez días. Si pudiera volver a verla sólo una vez, seguro que no sería tan malo. Sólo una vez. Si pudiera volver a verla sonreír, podría soportar haberla dejado marchar. ¿Estará mañana en la cena de Christian? Parece probable...

Miro el techo e intento imaginarme qué se pondrá para la cena. ¿Se pondrá el vestido blanco que sabe que tanto me gusta? ¿Se rizará el pelo y se lo recogerá a un lado o se hará una coleta? ¿Se maquillará? La verdad es que no le hace ninguna falta.
«Maldita sea.»

Me incorporo y me levanto de la cama. No voy a poder volver a dormirme. Bajo la escalera y veo que Mike está sentado en la cocina leyendo el periódico.

—Buenos días, Pedro —me saluda.

—Hola —mascullo, y me sirvo una taza de café.

—Tu madre está durmiendo.

—No me digas... —Pongo los ojos en blanco.

—Está muy contenta de tenerte aquí.

—Venga ya. Me he portado fatal desde que llegué.

—Eso es verdad. Pero se alegró de que te abrieras a ella. Siempre estaba muy preocupada por ti...

Hasta que conoció a Pau. Entonces dejó de preocuparse tanto.

—Pues imagino que tendrá que volver a preocuparse —suspiro.
¿Por qué está intentando mantener una charla a corazón abierto conmigo a las seis de la mañana?

—Quería hablar contigo —dice entonces, y se vuelve hacia mí.

—¿Y bien?... —replico mirándolo de reojo.

Pedro, quiero a tu madre y tengo intención de casarme con ella.

Escupo el café de vuelta a la taza.

—¿Quieres casarte con ella? ¿Estás loco?
Enarca una ceja.

—No veo qué tiene de locura que quiera casarme con ella.

—No lo sé... Ya ha estado casada... y tú eres nuestro vecino..., su vecino.

—Puedo cuidar de ella como se merece, como deberían haber cuidado de ella toda la vida. Si no lo apruebas, lo siento mucho, pero pensé que debía informarte de que, llegado el momento adecuado, voy a pedirle que pase el resto de su vida conmigo de manera oficial.

No sé qué decirle a este hombre que ha vivido en la casa de al lado toda mi vida. Un hombre al que nunca he visto enfadado, ni una sola vez. La quiere, se nota, pero ahora mismo se me hace muy raro. 

—Está bien —asiento.

—Está bien —repite, y mira detrás de mí.

Mi madre entra en la cocina en albornoz y despeinada.

—¿Qué haces despierto tan temprano, Pedro? ¿Vas a volver a casa? —pregunta.

—No podía dormir, y ésta es mi casa —le digo, y me tomo otro trago de café.
Ésta es mi casa.


—Ya... —Sonríe medio dormida.

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