Pedro
—Te veo en casa, Pau —dice Landon cuando ella y yo bajamos del coche de mi padre y nos dirigimos caminando al mío.
Lo miro y farfullo un bonito «que te den» por lo bajini.
—Déjalo en paz —me advierte Pau, y se mete en el interior de mi vehículo.
Cuando entro, enciendo la calefacción y la miro con ojos de agradecimiento.
—Gracias por venir a casa conmigo, aunque sólo sea esta noche.
Ella asiente y apoya la mejilla contra la ventana.
—¿Estás bien? Siento lo que ha pasado, es que... —empiezo.
Ella suspira y me interrumpe:
—Sólo estoy cansada.
Dos horas más tarde, Pau está profundamente dormida en la cama, abrazada a mi almohada en posición fetal. Está increíblemente guapa hasta cuando está enferma. Aún es pronto para que me acueste, así que me acerco al armario y cojo la copia de Orgullo y prejuicio que me ha regalado. Hay muchas más cosas de las que pensaba subrayadas en amarillo, así que me tumbo a su lado de nuevo y empiezo a leer los pasajes marcados. Uno de ellos me llama la atención:
«A poca gente quiero de verdad, y de muy pocos tengo buen concepto. Cuanto más conozco el mundo, más me desagrada, y el tiempo me confirma mi creencia en la inconsistencia del carácter humano, y en lo poco que se puede uno fiar de las apariencias de bondad o inteligencia».
Ése es sin duda de nuestros primeros días. Ahora me la imagino, enfadada y nerviosa, sentada en la pequeña cama de la residencia, rotulador y novela en mano. La miro y me río ligeramente a su costa. Ojeo las páginas y empiezo a ver un patrón: me odiaba. Ya lo sabía, pero que me lo recuerden se me hace raro de cojones:
«Tienes ante ti una triste disyuntiva, Elizabeth. A partir de hoy serás una extraña para uno de tus padres. Tu madre te repudiará si no te casas con el señor Collins, y yo te repudiaré si te casas con él».
Su madre y Noah.
«La gente irritada no suele actuar con sabiduría.» No podría ser más cierto...
«No he tenido el placer de entenderte.»
Yo tampoco me entendía a mí mismo, ni me entiendo ahora.
«Podría fácilmente perdonarle su orgullo si no hubiese mortificado el mío.»
Esto lo subrayó el día que le dije que la quería y después lo retiré. Estoy convencido.
«Debo aprender a humillarme ante mi propia suerte. Debo comprender que soy más feliz de lo que merezco.»
Eso es más fácil decirlo que hacerlo, Pau.
«El que fuese aficionado al baile era verdaderamente una ventaja a la hora de enamorarse.»
La boda. Lo sé. Recuerdo cómo me sonreía y cómo fingió que no le había hecho daño cuando la pisé.
«Todos sabemos que es un hombre orgulloso y desagradable; pero eso no tiene nada que ver si a ti te gusta.»
Esto todavía podría aplicarse. Landon podría decirle algo así a Pau; probablemente lo haya hecho ya.
«Hasta este momento no me conocía a mí misma.» No sé a cuál de los dos se aplica esto más.
«—Creo que en todo individuo hay cierta tendencia a un determinado mal, a un defecto innato, que ni siquiera la mejor educación puede vencer.
»—Y ese defecto es la propensión a odiar a todo el mundo.
»—Y el suyo —respondió él con una sonrisa— es el interpretar mal a todo el mundo intencionadamente.»
Cada parte que leo es más cierta que la anterior mientras voy retrocediendo de nuevo hacia la primera parte de la familiar novela.
«No está mal, aunque no es lo bastante guapa como para tentarme; y no estoy de humor para hacer caso a las jóvenes que han dado de lado otros.»
Una vez le dije a Pau que no era mi tipo, menudo gilipollas fui. Por favor, sólo hay que mirarla. Es el tipo de cualquiera, incluso aunque sean demasiado estúpidos como para darse cuenta al principio. Paso las páginas y ojeo las innumerables líneas subrayadas que nos retratan a nosotros y expresan sus sentimientos por mí. Éste es, sin duda, el mejor regalo de mi vida.
«Ha embrujado usted mi cuerpo y mi alma.»
Una de mis frases favoritas. Un día la empleé con ella cuando se vino aquí a vivir. Arrugó la nariz cuando la usé de esa manera tan cursi, se rio de mí y me lanzó un trozo de brócoli. Siempre me está tirando cosas.
«Pero la gente cambia tanto que siempre hay en ellos algo nuevo que observar.»
He cambiado a mejor, por ella, desde que la conocí. No soy perfecto, joder, ni mucho menos, pero podría llegar a serlo algún día.
«No le era difícil conjeturar lo poco estable que había de ser la felicidad de una pareja unida únicamente porque sus pasiones eran más fuertes que su virtud.»
Ésta no me gusta nada. Sé exactamente qué le pasaba por la cabeza cuando la estaba subrayando. Continúo...
«La imaginación de una dama va muy rápido y salta de la admiración al amor y del amor al matrimonio en un momento.»
Al menos, no es sólo la mente de Pau la que hace esas putas locuras.
«Sólo el amor más profundo me hará contraer matrimonio...»
Ha dejado el resto de la frase sin subrayar, la parte que dice: «... es por eso por lo que terminaré soltera».
«Sólo el amor más profundo me hará contraer matrimonio.» Hum... No estoy seguro de si eso funcionará conmigo. Es imposible que sienta un amor más profundo que el que siento por esta chica, pero eso no cambia mi opinión con respecto al matrimonio. La gente ya no se casa por los motivos adecuados, aunque no es que antes tampoco lo hicieran. En el pasado lo hacían por estatus social o por dinero, y ahora la gente sólo lo hace para no sentirse solos y desgraciados, dos cosas que casi todas las personas casadas sienten de todos modos.
Dejo el libro sobre la mesilla de noche, apago la luz y apoyo la cabeza directamente sobre el colchón. Quiero recuperar mi almohada, pero Pau la tiene bien agarrada, y no quiero ser un capullo y molestarla.
—¿Podrías, por favor, dejar de ser tan cabezota y venir a Inglaterra conmigo? No puedo vivir sin ti —le susurro mientras duerme, y acaricio con el pulgar la cálida piel de su mejilla.
Estoy deseando dormir otra vez, dormir de verdad con ella a mi lado.
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