Pedro
Le susurro a Pau que no me parece buena idea, pero ella se vuelve en mi
regazo y me planta el dedo índice en los labios para silenciarme.
—¿Qué pasa, Pedro? ¿Temes un poco de desafío... o es la verdad lo que te da
miedo? —suelta Molly con una sonrisa artera.
«Qué hija de puta.» Estoy a punto de responder, pero entonces Pau ruge:
—Tú eres quien debería tener miedo.
Molly enarca una ceja.
—¿No me digas?
—Bueno..., bueno..., relajaos —interviene Nate.
Por mucho que me esté gustando ver cómo Pau pone a esa chica en su sitio,
no quiero que Molly se pase. Pau es mucho más frágil y sensible que ella, y
Molly sería capaz de decir cualquier cosa para hacerle daño.
—¿Quién empieza? —pregunta Tristan.
Pau levanta la mano inmediatamente.
—Yo.
«Joder, esto va a ser un puto desastre.»
—Creo que será mejor que empiece yo —interviene Steph.
Pau suspira, pero baja la mano de nuevo sin decir nada y se lleva el vaso a
la boca. Sus labios están rojos por la cereza de la bebida, y por un momento
rayo y empiezo a imaginármelos rodeando mi...
— Pedro, ¿verdad o desafío? —pregunta Steph, interrumpiendo mis lascivos
pensamientos.
—Yo no juego —digo, y vuelvo a mis fantasías.
—¿Por qué no? —inquiere.
Una vez roto el hechizo, la miro y gruño:
—Uno, porque no quiero. Y dos, porque ya he jugado a bastantes juegos de
mierda.
—Parece que quiere verdad —masculla Molly.
—No ha querido decir eso. Venga, déjalo ya —dice Tristan en mi defensa.
«¿Por qué cojones me acosté con Molly?» No está buena, y no hacía malas
mamadas, pero es un puto incordio. Al recordar aquellos momentos con ella me
dan náuseas, y le dirijo a Steph un gesto de que pase al siguiente con la mano
para poder pensar en otra cosa.
—Vale. Nate, ¿verdad o desafío? —pregunta Steph.
—Desafío —responde.
—Hum... —Steph señala a una chica alta que lleva los labios pintados de
rojo intenso—. ¿A que no te atreves a besar a esa chica rubia de la blusa azul?
Nate mira hacia la chica y protesta:
—¿Y no puedo besar a su amiga en vez de a ella?
Todos miramos a la chica que está al lado, que tiene el pelo largo y rizado
y la piel morena. Es mucho más guapa que la rubia, así que por el bien de Nate
espero que Steph acceda al cambio. Sin embargo, ella se ríe y dice con tono autoritario:
—No. A la rubia.
—Eres una cabrona —gruñe Nate, y todo el mundo se echa a reír mientras se
dirige a la chica.
Cuando vuelve con la boca manchada de pintalabios rojo, empiezo a entender
por qué Pau detesta este tipo de juegos. Desafiarnos a hacer cosas estúpidas
como ésta es absurdo.
Hasta ahora nunca me había parado a pensarlo, pero lo
cierto es que tampoco había deseado besar sólo a una persona. No quiero volver
a besar nunca a nadie que no sea Pau.
Cuando Nate desafía a Tristan a beberse un vaso de cerveza que la gente
haya estado usando como cenicero, desconecto. Cojo un mechón del suave pelo de Pau
y jugueteo con él entre los dedos. Ella se tapa la cara cuando a Tristan le dan
arcadas, y Steph se ríe como una histérica.
Después de unos cuantos desafíos absurdos más, por fin llega el turno de Pau.
—Desafío —responde con valentía a Ed.
Le lanzo una mirada asesina para advertirle que, como se atreva a
desafiarla a hacer algo inapropiado, no dudaré en abalanzarme sobre él y
asfixiarlo. Es un tío bastante guay y legal, así que no creo que se pase
demasiado, pero prefiero advertírselo por si acaso.
—¿A que no te atreves a beberte un chupito? —dice Ed.
—Menuda mierda —protesta Molly.
Pau hace como que no la oye y se bebe el chupito. Ya está borracha. Si bebe
mucho más, acabará vomitando.
—Molly, ¿verdad o desafío? —dice entonces Pau con demasiada petulancia.
Todo el mundo se pone tenso, y veo que Steph me está observando de manera
inquisitiva. Molly mira a Pau a los ojos, claramente sorprendida ante su audaz
movimiento. —¿Verdad o desafío? —repite ella.
—Verdad —contesta Molly.
—¿Es verdad... —empieza Pau inclinándose hacia adelante— que eres una puta?
Se oyen risas y exclamaciones ahogadas de sorpresa. Entierro el rostro en
la espalda de Pau para amortiguar mis carcajadas. Joder, esta chica se vuelve
loca cuando está borracha.
—¿Perdona? —inquiere Molly, boquiabierta.
—Ya me has oído... ¿Es verdad que eres una puta?
—No —responde Molly con los ojos entornados de odio.
Nate sigue riéndose, a Steph le divierte la situación, aunque está algo
preocupada, y Pau parece estar a punto de abalanzarse sobre Molly.
—Se llama «verdad» por una razón —sigue pinchándola.
Le doy un apretón en el muslo y le susurro que lo deje estar. No quiero que
Molly le haga daño, porque entonces yo tendré que hacerle daño a ella.
—Me toca —dice ella entonces—. Pau, ¿verdad o desafío? —pregunta.
Allá va.
—Desafío —responde Pau con una sonrisa sarcástica.
La otra finge sorpresa, y entonces sonríe con malicia.
—¿A que no te atreves a besar a Zed?
Levanto la vista hacia el horrible rostro de Molly.
—Ni de coña —digo en voz alta.
Todo el mundo menos ella parece encogerse un poco hacia atrás.
—¿Por qué no? —sonríe Molly mordazmente—. Es terreno conocido, ya lo ha
hecho antes.
Me incorporo y estrecho a Pau contra mí.
—Eso no va a pasar —gruño a esa putilla del tres al cuarto. Me importa una
mierda este estúpido juego, no pienso dejar que bese a nadie.
Zed está mirando hacia la pared, y cuando Molly lo mira, ve que no tiene
ningún apoyo en él.
—Vale, pues que sea verdad entonces —dice—. ¿Es verdad que eres gilipollas
por volver con Pedro después de que admitiese que se te folló para ganar una
apuesta? —pregunta con voz alegre. Pau se pone rígida sobre mi regazo.
—No, eso no es verdad —dice con un hilo de voz. Molly se pone de pie.
—No, no, este juego se llama Verdad o desafío, no La niñata mentirosa. Es
la verdad, y tú eres gilipollas por volver con él. Te crees todo lo que sale
por su boca. Y no te lo reprocho, porque sé las cosas tan increíbles que esa
boca puede hacer. Joder, esa lengua...
Antes de que pueda detenerla, Pau salta de mi regazo y carga contra Molly.
Sus cuerpos impactan. Pau la empuja por los hombros y se aferra a ellos cuando
ambas caen encima de Ed. Por suerte para Molly, un chico ha amortiguado su
caída. Pero por desgracia también, Pau la suelta de los hombros y la agarra del
pelo.
—¡Eres una zorra! —grita Pau con el pelo rosa de la otra en los puños.
Le levanta la cabeza de la moqueta y vuelve a golpearla contra el suelo.
Molly grita y patalea bajo el cuerpo de Pau, aunque Pau lleva ventaja y Molly
no tiene manera de controlar la situación. Le clava las uñas en los brazos,
pero Pau la agarra de las muñecas y se las aparta a ambos lados antes de
levantar la mano y darle una bofetada.
«¡Joder!» Me levanto del sofá y agarro a Pau de la cintura para detenerla.
Jamás habría imaginado que provocaría una pelea entre Pau y nadie, y mucho
menos Molly, que es de mucho ladrar y poco morder.
Pau se revuelve entre mis brazos durante unos segundos antes de calmarse
ligeramente hasta que puedo sacarla del salón. Tiro de la falda de su vestido
para asegurarme de que no se le ha subido; lo último que necesitamos ahora es
que yo también me enzarce en una pelea con alguien. Hay poca gente en la cocina,
y ya están todos hablando sobre la pelea del salón.
—¡La voy a matar, Pedro! ¡Te lo juro! —grita librándose de mí.
—Ya lo sé..., ya lo sé —digo, pero no puedo tomarla en serio, a pesar de
que acabo de ser testigo de su brutalidad.
—Deja de reírte de mí —resopla sin aliento. Sus ojos abiertos como platos
brillan y sus mejillas están rojas de ira.
—No me río de ti. Es sólo que me ha sorprendido lo que ha pasado —digo
mordiéndome el labio inferior.
—¡No puedo con ella! ¡¿Quién coño se cree que es?! —grita hacia los otros
que siguen en el salón, intentando claramente que llegue a oídos de Molly.
—Bien, Ortiz... vamos a darte un poco de agua —digo.
—¿Ortiz? —pregunta.
—Es un luchador de la UFC.
—¿La UFC?
—No importa.
Me río y le pongo un vaso de agua. Me asomo al salón para comprobar que
Molly no está.
—Siento un subidón de adrenalina en todo el cuerpo —me dice Pau.
Lo mejor de pelearse es el subidón de adrenalina. Es adictivo.
—¿Te habías peleado alguna vez con alguien? —pregunto, aunque estoy seguro
de la respuesta.
—No, claro que no.
—Y ¿por qué lo has hecho ahora? ¿Qué más da lo que piense Molly de que
estemos juntos?
—No es eso. No es eso lo que me ha cabreado.
—Entonces ¿qué ha sido? —le pregunto.
Me pasa el vaso vacío y se lo relleno de agua.
—Lo que ha dicho de vosotros dos —admite con rabia.
—Ah.
—Sí. Debería haberle dado un puñetazo —resopla.
—Sí, pero creo que lo de tirarla al suelo y estamparle la cabeza contra él
tampoco ha estado mal, Ortiz.
En sus labios se forma una leve sonrisa y se echa a reír tímidamente.
—No me puedo creer que haya hecho eso. —Se ríe otra vez.
—Estás muy borracha —asiento riendo a mi vez.
—¡Sí! —coincide en voz alta—. Lo suficiente como para estamparle a Molly la
cabeza contra el suelo —se carcajea.
—Creo que todos han disfrutado del espectáculo —digo mientras la agarro de
la cintura.
—Espero que no se hayan enfadado conmigo por haber montado una escena.
Ahí está mi Pau. Borracha como una cuba, pero intentando ser considerada
con los demás.
—Nadie se ha enfadado, nena, en todo caso te estarán agradecidos. Ésta es
la clase de cosas que dan vida a los chicos de la fraternidad —le aseguro.
—Joder, espero que no —dice, y parece momentáneamente horrorizada.
—No te preocupes. ¿Quieres que busquemos a Steph? —pregunto para
distraerla.
—O podríamos hacer otra cosa... —dice colando los dedos por la cintura de
mis vaqueros.
—Jamás dejaré que bebas vodka cuando no esté yo delante —bromeo, aunque en
el fondo lo digo en serio.
—Vale..., pero ahora vayamos arriba. —Se pone de puntillas y me planta un
beso en la mandíbula.
—Qué mandona eres, ¿no? —Sonrío.
—No vas a ser tú el que mande todo el tiempo. —Se ríe, me agarra del cuello
de la camiseta y tira de mí hacia abajo
hasta ponerme a su altura—. Deja al menos que te haga algo —ronronea, mordisqueándome
el lóbulo de la oreja.
—¿Acabas de vivir tu primera pelea y estás pensando en eso?
Asiente.
—Sabes que lo estás deseando, Pedro —dice con una voz tan grave que hace
que me aprieten aún más los calzoncillos.
—Vale... Joder..., está bien —cedo.
—Vaya, qué fácil ha sido.
La agarro de la muñeca y la guío hasta el piso de arriba.
—¿Ocupa alguien ya la que era tu habitación? —pregunta cuando llegamos a la
segunda planta.
—Sí, pero hay muchas habitaciones vacías —le digo, y abro la puerta de una
de ellas.
Las dos camas pequeñas están cubiertas de mantas negras, y hay zapatos en
el armario.
No sé de quién será este cuarto, pero ahora es nuestro.
Cierro la puerta y avanzo unos pasos hasta Pau.
—Bájame la cremallera —me ordena.
—Veo que no quieres perder el tiempo.
—Cállate y desabróchame el vestido —me espeta.
Sacudo la cabeza divertido, y ella se vuelve y se levanta el pelo. Rozo su
cuello con los labios mientras le bajo la cremallera por la espalda. Veo cómo
el vello se eriza en su suave piel, y lo sigo descendiendo por su columna con
el dedo índice.
Tiritando un poco, se vuelve y se desliza las mangas del vestido por los
brazos. La prenda cae a sus pies y deja al descubierto el conjunto de bragas y
sujetador rosa intenso de encaje que tanto me gusta.
Deduzco por su sonrisa que es perfectamente consciente de ello.
—Déjate puestos los zapatos —digo prácticamente rogando.
Ella accede con una sonrisa y se mira los pies.
—Antes quiero hacerte una cosa.
Con un movimiento veloz, tira de mis vaqueros. Me desabrocha rápidamente la
cremallera y me los baja. Retrocedo hacia la cama, pero ella me detiene.
—No, puaj. A saber quién ha hecho qué ahí —dice con cara de asco—. Al suelo
—ordena.
—Te aseguro que el suelo estará mucho más sucio que la cama —replico—.
Espera, deja que ponga mi camiseta.
Me quito la camiseta por la cabeza, la extiendo en el suelo y me siento
encima de ella. Pau desciende y se coloca a horcajadas sobre mí. Su boca se
aferra a la piel de mi cuello mientras menea las caderas y se pega a mi cuerpo.
«Joder.» —Pau... —exhalo—. Si sigues haciendo eso voy a acabar antes de
empezar.
Aparta los labios de mi cuello.
—¿Qué quieres hacer, Pedro? ¿Quieres follarme o quieres que te haga una
m...?
La interrumpo con un beso. No voy a perder el tiempo con preliminares. La
deseo, la necesito, ahora. En cuestión de segundos, sus bragas descansan sobre
el suelo a su lado, y rebusco en mis bolsillos un condón. Necesito recordarle
que tiene que empezar a tomarse la píldora; no soporto usar condones con ella.
Quiero sentirla del todo.
— Pedro..., date prisa —me ruega, y se echa en la moqueta apoyada sobre los
codos. Su cabello largo cae hasta rozar el suelo detrás de su espalda.
Gateo hasta ella, le separo los muslos todavía más con las rodillas y me
dispongo a penetrarla. Pierde el equilibrio, se cae hacia atrás y se agarra a
mis brazos para incorporarse.
—No... quiero hacerlo yo —dice.
Me empuja contra el suelo y se monta encima de mí. Gime mientras desciende
y es el sonido más delicioso que he oído en mi vida. Menea las caderas
lentamente, en círculos, subiendo y bajando, torturándome. Se tapa la boca con
la mano y pone los ojos en blanco. Cuando me pasa las uñas por el estómago,
casi pierdo el control. Rodeo su espalda con el brazo y vuelvo las tornas. Ya
me he cansado de que tenga ella el control. No lo soporto.
—¿Qué...? —empieza.
—Soy yo quien manda aquí, soy yo quien tiene el control. ¡No lo olvides,
nena! —gruño, y la penetro con fuerza, entrando y saliendo a un ritmo mucho más
rápido que con el que ella me estaba atormentando.
Pau asiente embriagada y se tapa la boca de nuevo.
—Cuando... lleguemos a casa... te follaré otra vez, y allí no te taparás la
boca... —le advierto mientras levanto su pierna hasta mi hombro—. Todo el mundo
te oirá. Oirán lo que te estoy haciendo, lo que sólo yo te hago.
Gime de nuevo. Le beso la pantorrilla y se tensa. Estoy cerca..., muy
cerca, y entierro la cabeza en su cuello mientras inundo el condón. Apoyo la
cabeza en su pecho hasta que nuestra respiración vuelve a la normalidad.
—Eso ha sido... —exhala.
—¿Mejor que atacar a Molly? —Me río.
—No lo sé..., por un estilo —bromea, y se levanta para vestirse.
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