Divina

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sábado, 21 de noviembre de 2015

After 2 Capítulo 84


Pau

Zed me acaricia la mejilla y se me eriza el vello de la nuca. Me tira del brazo para acercarme más a él. Me golpeo la rodilla con el volante mientras me siento sobre su regazo y me maldigo por haber estado a punto de estropear el momento, pero él no parece darse cuenta y me abraza y me estrecha contra su pecho. Le echo las manos al cuello y nuestras bocas se mueven en perfecta sincronía.

Sus labios son un país extranjero para mí; no son como los de Pedro. Su lengua se mueve de otra manera, no acaricia la mía y no me muerde el labio inferior entre beso y beso.
«No los compares, Pau. Lo necesitas. Tienes que dejar de pensar en él. Seguro que ya está en la cama con cualquiera, puede que con Molly.» Mira que, como esté con Molly...
«Habrías sido feliz en todo momento, no sólo a veces.»

Sé que Zed tiene toda la razón. Me habría ido mucho mejor con él. Me lo merezco. Merezco ser feliz. Ya he sufrido bastante y he tenido que tragar suficiente mierda con Pedro para que ni siquiera se haya molestado en llamarme y hablarlo conmigo. Sólo alguien muy débil volvería corriendo con alguien que la ha pisoteado una y otra vez. No puedo ser así, tengo que ser fuerte y seguir adelante. O por lo menos intentarlo.

Me siento mejor ahora, en este momento, de lo que me he sentido en los últimos nueve días. Nueve días no parecen tanto tiempo hasta que te los pasas contando cada segundo, esperando agónicamente lo que no va a pasar. Entre los brazos de Zed puedo respirar al fin, puedo ver la luz al final del túnel.

Zed siempre me ha tratado bien y siempre ha estado ahí. Ojalá me hubiera enamorado de él y no de Pedro.

—Joder, Pau... —gime, y le tiro del pelo.

Lo beso con más intensidad.

—Espera... —masculla en mi boca, y me aparto lentamente—. ¿Qué pasa aquí? —Me mira a los ojos.

—No... No lo sé... —Me tiembla la voz y estoy sin aliento.

—Yo tampoco...

—Perdona... Es que estoy un poco inestable y he pasado por mucho, y lo que me has dicho ha hecho que... No sé... No debería haberlo hecho. —Miro hacia otra parte y me bajo de su regazo, de vuelta al asiento del conductor.

—No tienes por qué disculparte... Sólo es que no quiero que te hagas una idea equivocada, ¿sabes? Únicamente quiero saber qué significa esto para ti —me dice.
«¿Qué significa para mí?»

—No tengo respuesta para eso, aún no. Yo...

—Eso creía —dice con un ligero matiz de enfado.

—Es que no sé...

—No pasa nada, lo entiendo. Sigues enamorada de él.

—Sólo han pasado nueve días, Zed. No puedo evitarlo. —No sé cómo me las apaño, pero no hago más que liarla, y cada embrollo es más gordo que el anterior.

—Lo sé. No te estoy diciendo que dejes de quererlo ni que vayas a dejar de hacerlo. Sólo es que no quiero ser el segundo plato. Acabo de empezar a salir con alguien. No había salido con nadie desde que te conocí, hasta que apareció Rebecca. Pero luego, cuando te llevé a tu casa y vi cómo reaccionaste cuando te dije que estaba saliendo con alguien, empecé a pensar... Sé que soy un idiota, pero empecé a pensar que no querías que pasara página o algo así.

Aparto la vista de su hermoso rostro y miro por la ventanilla.

—No eres un segundo plato... —digo—. Me apetecía besarte. Sólo que no sé muy bien ni lo que pienso ni lo que hago. Nada tiene sentido desde hace nueve días, y cuando te he besado ha sido alucinante y he dejado de pensar en él. He sentido que podía hacerlo, que podía olvidarlo, pero sé que no es justo que te utilice de este modo. Estoy confusa y he perdido la razón. Perdona que te haya forzado a serle infiel a tu novia, no era ésa mi intención. Sólo es que...

—No espero que lo olvides tan pronto. Sé hasta qué punto te tiene en sus garras...
No lo sabe él bien.

—Dime una cosa —dice luego, y yo asiento—. Dime que al menos intentarás permitirte ser feliz. No te ha llamado ni una vez. Te ha hecho pasar un calvario y ni siquiera está intentando luchar por ti. Si fuera yo, pelearía por ti. Para empezar, nunca te habría dejado marchar. —Extiende el brazo y me mete un mechón perdido detrás de la oreja—. Pau, no necesito una respuesta inmediata. Sólo necesito saber que estás lista para intentar ser feliz. Sé que no estás preparada para una relación conmigo, pero puede que algún día lo estés.

La cabeza me va a cien, el corazón se me va a salir del pecho y me duele al mismo tiempo, y es como si me faltara el aire. Quiero decirle que lo intentaré pero no me salen las palabras. La media sonrisa de Pedro por las mañanas cuando por fin consigo que se levante después de haberse pasado un rato protestando por la alarma de mi móvil. La voz somnolienta con la que pronuncia mi nombre. El modo en que intenta que me quede en la cama con él hasta que tengo que salir corriendo muerta de la risa de la habitación. El café, que le gusta sin leche y sin azúcar, igual que a mí. El hecho de que lo quiero más que a nada en el mundo y cómo desearía que fuera distinto. Ojalá pudiera ser exactamente igual pero distinto. No tiene sentido, ni para mí ni para nadie, pero así son las cosas.

Ojalá no lo quisiera como lo quiero. Ojalá no hubiera hecho que me enamorara de él.

—Lo entiendo. No pasa nada —dice Zed, y se esfuerza por sonreír pero fracasa estrepitosamente.

—Lo siento... —aseguro, y de verdad que no sabe cuánto.

Se baja del coche, cierra la puerta y vuelvo a sentirme sola.


—¡Mierda! —grito y golpeo el volante con las manos, cosa que también me recuerda a Pedro.

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