Pau
Mientras aguardo frente al apartamento de Zed, espero que no tarde mucho. Necesito hablar con él, y me ha dicho que venía de camino desde su trabajo. Me he parado a coger un café para matar un poco el tiempo. Al cabo de unos minutos, se detiene y toca el claxon de su camioneta, que hace un ruido tremendo. Cuando sale de ella, va tan bien vestido con unos vaqueros negros y una camiseta roja con las mangas recortadas que por un momento me distraigo de mi objetivo.
—¡Pau! —exclama con una amplia sonrisa, y me invita a entrar en su casa.
Me sirve un café a mí y un refresco para él y pasamos al salón.
—Zed, creo que tengo una cosa que contarte. Pero quiero que antes me respondas a algo —le digo. Se coloca las manos detrás de la cabeza y se apoya en el respaldo del sofá.
—¿Es sobre la fiesta?
—¿Fuiste? —pregunto, dejando por un momento mis noticias a un lado. Me siento en el sillón que hay enfrente del sofá.
—Sí, fui un rato, pero me marché cuando aparecieron esas strippers. —Zed se rasca el cuello. Se me corta la respiración.
—¿Strippers? —grazno, y dejo mi taza de café sobre la mesa auxiliar para no derramarme el líquido caliente encima.
—Sí, todo el mundo estaba muy borracho, y encima habían contratado a esas chicas. A mí no me va el tema, así que me largué. —Se encoge de hombros.
¿Mientras yo le preparaba a Pedro una tarta y pensaba en pasar su cumpleaños con él, él estaba emborrachándose con unas strippers?
—¿Pasó algo más en la fiesta? —inquiero cambiando de tema otra vez.
No me puedo quitar a las strippers de la cabeza. ¿Cómo pudo dejarme plantada por eso?
—No, nada del otro mundo. Fue una fiesta como las demás. ¿Has hablado con Pedro? —pregunta con la mirada fija en su lata de refresco sin dejar de mover la anilla de un lado a otro.
—No, es que... —No quiero admitir que anoche me dejó tirada.
—¿Qué ibas a decir? —pregunta Zed.
—Me dijo que iba a venir, pero no se presentó.
—Qué capullo. —Sacude la cabeza.
—Lo sé, y ¿sabes qué es lo peor? Que lo habíamos pasado realmente bien en nuestra cita, y creía que iba a empezar a tratarme como una prioridad.
Cuando lo miro, los ojos de Zed están cargados de compasión.
—Pero prefirió quedarse en una fiesta a ir a verte —añade.
—Sí... —No sé qué otra cosa decir.
—Creo que eso demuestra qué clase de persona es, y que no va a cambiar.
«¿Tendrá razón?»
—Lo sé. Es sólo que me habría gustado que hubiese hablado conmigo o que me hubiese dicho que no quería venir en lugar de dejarme ahí plantada durante horas, esperándolo.
Mis dedos empiezan a juguetear con los bordes de la mesa, y a pelar la madera desportillada.
—Creo que no deberías decirle nada al respecto. Si creyera que mereces la pena, habría aparecido en lugar de dejarte esperando.
—Sé que tienes toda la razón, pero ése es el principal problema: que nunca hablamos las cosas. Llegamos a nuestras propias conclusiones y acabamos gritándonos hasta que uno de los dos se marcha —explico.
Sé que Zed sólo intenta ayudar, pero quiero que Pedro me explique, a la cara, por qué pasar el rato con unas strippers era más importante que yo.
—Creía que ya no teníais una relación... —repone él.
—La tenemos..., bueno, no, pero...
Ni siquiera sé cómo explicarlo. Estoy mentalmente agotada, y a veces la presencia de Zed me confunde más todavía.
—Eso depende de ti, pero ojalá dejaras de malgastar el tiempo con él. —Suspira y se levanta del sofá.
—Lo sé —susurro, y miro mi teléfono para ver si tengo algún mensaje de Pedro. No hay ninguno.
—¿Tienes hambre? —me pregunta Zed entonces desde la cocina, y oigo cómo su lata vacía impacta contra el cubo de la basura.
se puso buenísima, que lio se va armar cuando se entere Pepe
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