Pedro
Con tan sólo mirarla mientras se está desnudando ya estoy preparado para introducirme en ella. Sé que nuestros problemas no se han solucionado, pero necesito esto. Joder, los dos lo necesitamos.
Me bajo los vaqueros hasta los tobillos y me siento en la cama con ella, con la exasperante chica que me ha robado cada milímetro de mi ser, de mi cuerpo y de mi alma, y no quiero que me los devuelva. Ni siquiera me importa lo que haga con ellos. Son suyos. Soy suyo.
Se me pone dura sólo de mirar su cuerpo desnudo. Aparto la boca de sus preciosas tetas únicamente el tiempo suficiente como para sacar un condón. Ella se tumba boca arriba con las piernas abiertas.
—Quiero verte —le digo.
Ladea la cabeza, algo confundida, de modo que la agarro suavemente de los brazos y la coloco encima de mí. Me encanta sentir su cuerpo encima del mío; fue creada para mí.
Pau separa aún más los muslos, menea las caderas y restriega su humedad contra mi polla tiesa. Estoy ansioso y preparado, pero su manera de deslizarse sobre mi miembro trazando tentadores círculos con las caderas me está volviendo loco.
Introduzco la mano entre nosotros y le acaricio el clítoris con el pulgar. Ella jadea y se agarra a mi cuello con una mano.
Desciende sobre mí y ambos silbamos mientras la penetro. Joder, echaba de menos esto. Echaba de menos lo nuestro.
—Me encanta sentirte cuando te penetro —le digo, y observo cómo pone los ojos en blanco de placer.
Comienza a moverse en círculos de nuevo mientras admiro la imagen que tengo ante mí. Es preciosa y tremendamente sexi. Es exquisita. Jamás he visto nada, ni a nadie, igual. Su pecho es generoso, y sobresale cada vez que menea las caderas. Me encanta ver cómo me monta.
Cada vez se le da mejor lo de estar encima. Recuerdo la primera ocasión que lo intentó. No lo hizo mal, pero estaba muy nerviosa todo el tiempo. Ahora está al mando y no podría hacerlo mejor. Es obvio que se siente cada vez más cómoda con su cuerpo, y me alegro. Es sexi a rabiar, y debería ser consciente de ello.
Levanto las caderas de la cama para recibir sus movimientos. Ella gime y abre unos ojos como platos.
—Te gusta, ¿verdad, nena? Eres increíble —la estimulo.
La agarro del brazo para inclinarla hacia mí. Por mucho que quiero observar cómo su cuerpo posee el mío, mi necesidad de besarla es mayor. Mi boca encuentra la suya y me encanta escuchar sus gemidos cuando la beso.
—Dime qué sientes —digo pegado a sus labios, y la cojo del culo para meterle la polla hasta el fondo.
—Me encanta... Pedro, me encanta —gime, y apoya las manos en mi pecho para soportar su peso.
—Más rápido, nena.
Levanto la mano y le cojo una teta. Se la aprieto y se retuerce de gusto, gimiendo.
Segundos más tarde, hace una mueca de dolor y se detiene. Entonces me mira a los ojos.
—¿Qué pasa? —Intento incorporarme con ella contra mi pecho, sin apartarla de mí.
—Nada..., es que la he sentido... más profunda, o algo. Te siento mucho más adentro. —Se ruboriza y su voz es suave y llena de sorpresa.
—Y ¿eso es bueno o malo? —Levanto la mano para colocarle el pelo detrás de la oreja.
—Es bueno... Muy bueno —dice, y pone los ojos en blanco.
He follado con esta chica muchas veces ya, y todavía hay muchas cosas sobre el sexo que desconoce. Hacer mamadas no es una de ellas. Eso se le da de maravilla.
Muevo sus caderas de nuevo en un intento de encontrar ese punto otra vez, el punto que hará que grite mi nombre en cuestión de segundos. Me encanta cómo me mira mientras las menea, y su forma, que no podría ser más perfecta. Cuando clava las uñas en mi pecho desnudo sé que he encontrado el punto. Se tapa la boca con la mano y se muerde la palma para no gritar mientras elevo las caderas para recibir sus movimientos y penetrarla más deprisa.
—Voy a hacer que te corras así —exhalo.
Es demasiado perfecta. Cierra los ojos con fuerza y sus movimientos se vuelven más lentos.
—Vas a correrte ya, ¿verdad? ¿Vas a correrte para mí, nena?
— Pedro... —Gime mi nombre, y es la respuesta correcta.
—Hostia puta. —No puedo evitar maldecir al ver cómo arquea la espalda y como cierra sus ojos grises de nuevo.
Clava en mi pecho las uñas de la mano con la que no se está tapando la boca y siento cómo sus músculos se tensan a mi alrededor. Joder, es increíble. Altero el ritmo y empiezo a moverme más despacio, aunque me aseguro de llegar lo más al fondo de ella que puedo con cada embestida.
Sé que le encanta cómo le hablo mientras la follo. Esta vez, prácticamente grita en su mano mientras yo lleno el condón.
— Pedro... —suspira mientras apoya la cabeza en mi pecho jadeando sin parar.
—Nena... —respondo, y Pau me mira con una sonrisa soñolienta.
Respiro al mismo ritmo que ella y hundo los dedos en la masa de su cabello rubio, que cubre mi pecho. Sigo cabreado con ella, y con Zed, pero la quiero y estoy intentando demostrarle que estoy cambiando. Es innegable que nuestra comunicación ha mejorado muchísimo.
Se enfadará conmigo al menos una vez más a causa de Zed, pero tengo que dejarle claro que Pau es mía y que, como vuelva a tocarla, lo mataré.
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