Pedro
Veo un resplandor dorado a unos metros de distancia. Sorteo a Jamie y veo a Pau, con los ojos abiertos como platos y el labio inferior tembloroso. En unos instantes pasa de animal deslumbrado a novia furiosa y sale corriendo a toda velocidad por la escalera. «¿Qué?»
—¡Pau! ¡Espera! —grito tras ella.
Para estar tan borracha, vuela por los escalones. ¿Por qué tiene que huir siempre de mí?
—¡Pau! —grito de nuevo, y aparto a la gente de mi camino.
Por fin, cuando la tengo a tan sólo unos metros de distancia en el recibidor, hace algo que casi provoca que me caiga de culo. El capullo rubio que la estaba mirando antes silba cuando la ve pasar. Ella se detiene de repente y su mirada hace que me quede helado en el sitio. Sonriendo con despecho, coge al tipo de la camisa.
«¿Qué coño está haciendo? ¿Va a...?»
Respondiendo a mis pensamientos, me mira y le planta un beso. Cierro los ojos con fuerza en un intento de borrarlo de mi mente. Esto no puede estar pasando. Ella jamás haría eso, Pau, no, por muy enfadada que estuviera.
El tipo, sorprendido por su repentina muestra de afecto, se recupera al instante y rodea su cintura. Ella abre la boca, desliza una mano hasta su pelo y se agarra a él. Soy incapaz de entender lo que está pasando.
—¡ Pedro, no! —grita.
«¿No, qué?»
Cuando abro los ojos me encuentro encima del rubio y veo que tiene el labio partido. ¿Ya lo he golpeado?
—¡ Pedro, por favor! —grita otra vez.
Me apresuro a apartarme del tío antes de que todo el mundo forme un corro a nuestro alrededor.
—Pero ¿qué cojones...? —gruñe él.
Quiero romperle la puta cabeza, pero me he esforzado mucho por intentar controlar mis arrebatos. ¿Por qué ha tenido que hacer eso y echar por tierra todo mi trabajo? Me dirijo hacia la puerta sin molestarme en comprobar si me está siguiendo.
—¡¿Por qué le has pegado?! —grita Pau a mi espalda cuando llego a mi coche.
—¿Tú qué crees? ¡Porque acabo de ver cómo te enrollabas con él! —chillo.
Casi había olvidado lo que se siente, el subidón de adrenalina y el familiar dolor en los nudillos. Sólo le he pegado una vez..., o eso creo... No está mal. Pero quiero más.
Ella empieza a llorar.
—Y ¿qué más te da? ¡Tú has besado a esa chica! ¡Y seguramente has hecho bastante más que eso! ¿Cómo has podido?
—¡No! No te atrevas a llorar, Pau. ¡Acabas de besar a un tío delante de mis narices! —digo golpeando el capó del coche.
—¡Lo que tú has hecho es mucho peor! ¡He oído cómo le decías a esa chica que no dijera nada de lo que habíais hecho en la habitación de Logan!
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo. ¡Yo no he besado a nadie!
—¡Claro que sí! ¡Ella te ha dicho que nunca alardea de sus rollos! —grita sacudiendo los brazos en el aire como una idiota.
«Joder, es exasperante.»
—Es una forma de hablar, Pau. Se refería a que no iba a contarle a nadie lo que habíamos estado hablando..., ¡ni que hemos estado fumando hierba! —grito.
Sofoca un grito.
—¿Has fumado hierba?
—No, no lo he hecho. Pero ¿qué más da eso? ¡Acabas de ponerme los cuernos!
Me tiro del pelo.
—¿Por qué me has dejado sola para irte con ella, y luego le dices que no cuente nada? No tiene ningún...
—¡Es la hermana de Dan! Le he dicho que no dijera nada porque estaba intentando disculparme en privado por lo que le hice. ¡Iba a contártelo mañana cuando no estuvieses tan beligerante, joder! Estábamos todos en la habitación: Logan, Nate, ella y yo. Ellos estaban fumándose un porro, y cuando se iban le he pedido a Jamie que se quedara un momento porque quería hacer lo correcto con ella, por ti. —Estoy seguro de que toda mi ira escapa por mis ojos cuando digo—: ¡Yo nunca te pondría los putos cuernos... ya deberías saberlo!
Y, al instante, Pau se desinfla. Se ha quedado sin habla, y me alegro. Se está equivocando conmigo, y estoy cabreado de la hostia.
—Pero... —empieza.
—Pero ¿qué? Tú has actuado mal, no yo. Ni siquiera me has dado la oportunidad de explicarme. Te has comportado como una cría. ¡Como una cría impulsiva! —grito, y golpeo el capó de nuevo.
El golpe hace que dé un brinco, pero me da igual.
Debería volver adentro, buscar al rubio y terminar lo que he empezado. Golpear mi coche no me proporciona la misma satisfacción.
—¡No soy ninguna cría! ¡Creía que habías hecho algo con ella! —me grita entre lágrimas.
—¡Pues no lo he hecho! Después de todo por lo que he tenido que pasar para que siguieras conmigo, ¿de verdad crees que iba a ponerte los cuernos con una tía cualquiera en una fiesta o donde sea?
—No sabía qué pensar —replica agitando de nuevo los brazos en el aire.
Me paso la mano por el pelo e intento tranquilizarme.
—Pues lo siento, pero ése es tu problema. Yo ya no sé qué más hacer para que te des cuenta de que te quiero.
Ha besado a otro. Ha besado a otro tío delante de mis narices. Me siento aún peor que cuando me dejó, porque al menos en aquella ocasión fue culpa mía.
Su cálido aliento forma bocanadas de vaho en el aire frío.
—¡Bueno, pues igual si no estuviera tan acostumbrada a que me ocultes cosas no estaría tan predispuesta a los malentendidos! —grita.
La miro boquiabierto.
—Eres increíble, en serio. En estos momentos no puedo ni mirarte a la cara.
En mi mente, no paro de verla besándose con aquel tipo una y otra vez.
—Siento haberlo besado —dice resignada—. Pero no es para tanto.
—Estás de coña, ¿no? Por favor, dime que sí, porque si hubiera sido yo el que hubiese besado a alguien probablemente no volverías a hablarme en la vida. Pero claro, como ha sido la princesa Pau, no pasa nada. ¡Todos contentos! —me mofo.
Se cruza de brazos con indignación.
—¿La princesa Pau? ¿De qué vas, Pedro?
—¡Venga ya! ¡Me has puesto los cuernos en mis propias narices! Te he traído aquí para que vieras lo mucho que significas para mí. Quería que supieras que me importa una mierda lo que los demás piensen de nosotros. Quería que te lo pasaras lo mejor posible, ¡y tú vas y haces esa mierda!
— Pedro..., yo...
—¡No! ¡Aún no he acabado! —Saco las llaves del coche—. ¡Actúas como si esto no fuese nada! Pero para mí es muy importante. Ver los labios de otro sobre los tuyos... es... ¡no te puedes ni imaginar lo enfermo que me pone!
—He dicho que...
Pierdo los cabales. Sé que doy miedo, pero no puedo evitarlo.
—¡Deja de interrumpirme por una vez en tu puta vida! —grito—. ¿Sabes qué? No te preocupes. Puedes volver ahí adentro y pedirle a tu nuevo novio que te lleve a casa. —Me vuelvo y abro la puerta del coche—. Se parece mucho a Noah, y seguramente lo que pasa es que lo echas de menos.
—¿Qué? ¿Qué tiene que ver Noah en todo esto? Y es evidente que no tengo un tipo de hombre — gruñe, y me señala con la mano—. Aunque a lo mejor debería.
—¡A la mierda! —chillo, y me meto en el coche.
Arranco y la dejo ahí plantada con el frío que hace. Cuando llego al stop no puedo evitar golpear el volante sin parar.
Si no me ha llamado antes de una hora significará que se ha ido con otra persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario