Divina

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sábado, 14 de noviembre de 2015

After 2 Capítulo 41


Pau

El rostro de Pedro palidece. Se frota las rodillas con las manos y se pasa los dedos por el pelo. Mira al techo y luego al suelo. Seguro que, en su interior, de algún modo espera que todo eso retrase esta conversación eternamente.
Pero por fin comienza:

—En casa tenía un grupo de amigos de mierda; imagino que eran como Jace... Teníamos una especie de... juego, supongo. Elegíamos a una chica... elegíamos a una chica para el otro, y competíamos por ver quién conseguía tirarse a la suya primero.
Se me revuelve el estómago.

—El que ganaba se llevaba a la tía más buena a la semana siguiente, y había dinero de por medio...

—¿Cuántas semanas? —pregunto, y me arrepiento al instante. No quiero saberlo, pero he de hacerlo.

—Sólo habían pasado cinco semanas cuando una chica...

—Natalie —digo, atando cabos.
Pedro mira hacia la ventana.

—Sí... Natalie fue la última.

—Y ¿qué le hiciste? —Me aterra la respuesta.

—La tercera semana... James pensó que Martin estaba mintiendo, de modo que se le ocurrió la idea de aportar pruebas...

«Pruebas.» Esa palabra siempre me atormentará. Las sábanas manchadas de sangre me vienen a la cabeza y empieza a dolerme el pecho.

—No el mismo tipo de pruebas... —Sabe lo que estoy pensando—. Fotos... Me quedo boquiabierta.

—¿Fotos?

—Y un vídeo... —admite, y se cubre el rostro con sus grandes manos.
«¿Un vídeo?»

—¿Te grabaste acostándote con alguien? ¿Ella lo sabía? —inquiero, aunque sé la respuesta antes incluso de que niegue con la cabeza—. ¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Cómo pudiste hacerle eso a alguien? —Me echo a llorar.

De repente soy consciente de que no conozco a Pedro en absoluto, y tengo que tragarme la bilis que asciende por mi garganta. Me aparto de él de manera instintiva, y veo el dolor reflejado en sus ojos.

—No lo sé... Entonces no me importaba. Para mí sólo era una diversión... Bueno, diversión, diversión no, pero no me importaba.

Su sinceridad me destroza el alma y, por una vez, añoro los días en los que me lo ocultaba todo.

—Y ¿qué pasó con Natalie? —pregunto con voz ronca mientras me seco las lágrimas.

—Cuando James vio su vídeo... quiso follársela también. Y cuando ella lo rechazó, le enseñó el vídeo a todo el mundo.

—¡Jo! Pobre chica. —Me siento fatal por lo que le hicieron, por lo que Pedro le hizo.

—El vídeo se extendió tan rápido que sus padres se enteraron ese mismo día. Su familia era muy importante en su comunidad eclesiástica... y la noticia no les sentó muy bien. La echaron de casa y, cuando se corrió la voz, perdió su beca para la universidad privada a la que iba a ir ese otoño.

—Le arruinaste la vida —digo en voz baja.

Pedro le arruinó la vida a esa chica, del mismo modo en que una vez amenazó con arruinarme la mía. ¿Acabaré como ella? ¿Soy como ella ya?
Lo miro.

—Dijiste que nunca antes habías estado con una virgen.

—No era virgen. Ya lo había hecho con otro tipo. Pero ésa fue la razón por la que mi madre me envió aquí. Todo el mundo allí sabía lo que había pasado. Yo no salía en el vídeo. Bueno, me la estaba follando, pero no se me veía, sólo se veían algunos de los tatuajes de mis brazos. —Se agarra uno de los puños con la palma de la otra mano—. Allí ahora se me conoce básicamente por eso...

La cabeza me da vueltas.

—¿Qué dijo cuando descubrió lo que habías hecho?

—Que se había enamorado de mí..., y me preguntó si podía quedarse en mi casa hasta que encontrara algún otro sitio adonde ir.

—Y ¿la dejaste?
Niega con la cabeza.

—¿Por qué?

—Porque no quería, me daba igual lo que le ocurriera.

—¿Cómo puedes ser tan frío respecto a esto? ¿Es que no entiendes lo que le hiciste? La engatusaste. Te acostaste con ella y la grabaste. Se lo enseñaste a tus amigos y básicamente a todo el instituto. ¡Perdió la beca y a su familia por tu culpa! Y ¡¿ni siquiera tienes la compasión de ayudarla cuando no tiene ningún otro sitio adonde ir?! —grito poniéndome en pie—. ¿Dónde está ahora? ¿Qué fue de ella?

—No lo sé. No me molesté en averiguarlo.

Lo que más me horroriza de todo esto es la calma y la frialdad con la que me lo cuenta. Esto es nauseabundo. Empiezo a ver un patrón, veo las similitudes entre Natalie y yo. Yo también me quedé sin ningún sitio adonde ir por culpa de Pedro. Ya no tengo relación con mi madre por culpa de Pedro. Me enamoré de él mientras me estaba utilizando como parte de algún juego cruel.
Él se levanta también, pero mantiene los pocos centímetros que nos separan.

—Dios mío... —Mi cuerpo entero empieza a temblar—. Me grabaste, ¿verdad?

—¡No! ¡Joder, no! ¡Jamás te haría eso a ti, Pau! ¡Te juro que no lo hice!
No debería, pero una parte de mí lo cree, al menos en esto.

—¿A cuántas más se lo has hecho? —pregunto.

—¿El qué?

—Grabarlas.

—Sólo a Natalie... hasta que llegué aquí.

—¿Lo volviste a hacer? Después de lo que le hiciste a esa pobre chica, ¡¿lo volviste a hacer?! — chillo.

—Una vez... a la hermana de Dan —dice.

«¿A la hermana de Dan?»

—¿A la hermana de tu amigo Dan? —Ahora todo encaja—. ¡A eso se refería Jace cuando os estabais peleando!

Me había olvidado de la pelea entre Dan y Pedro, pero Jace hizo alusión a una tensión previa entre ambos.

—¿Por qué hiciste eso si era tu amigo? ¿Se lo enseñaste a todo el mundo?

—No, no se lo enseñé a nadie. Lo borré después de mandarle a Dan una captura de pantalla... La verdad es que no sé por qué lo hice. Se comportó como un capullo diciéndome que me mantuviera alejado de ella cuando la trajo al grupo la primera vez, y me entraron ganas de follármela sólo para joderlo. Es un auténtico gilipollas, Pau.

—Pero ¿es que no te das cuenta de lo horrible que es esto? ¡¿No te das cuenta de lo horrible que eres?! —grito.

—¡Claro que sí, Pau! ¡Ya lo sé!

—Pensaba que lo de mi apuesta era lo peor que habías hecho... pero, yo alucino, esto es aún peor.

La historia de Natalie no me duele ni la mitad de lo que me dolió descubrir lo de la apuesta que tenían Pedro y Zed, pero es mucho peor, porque es más vil y vomitiva, y hace que me cuestione todo lo que creía que sabía sobre él. Sabía que no era perfecto, ni mucho menos, pero esto alcanza nuevos niveles de perversión.

—Todo esto fue antes de conocerte a ti, Pau, forma parte de mi pasado. Por favor, deja que siga siendo así —me ruega—. Ya no soy esa persona, tú me has convertido en alguien mejor.

—¡ Pedro, ni siquiera te importa lo que les hiciste a esas chicas! Ni siquiera te sientes culpable, ¿verdad?

—Claro que sí.

Ladeo la cabeza y lo miro con recelo.

—Pero sólo porque yo lo sé ahora. —Al ver que no me lo discute, reitero lo dicho—: ¡No te importan, ni ellas ni nadie!

—¡Es cierto! No me importan. ¡La verdad es que no me importa nadie una mierda, excepto tú! — me grita en respuesta.

—¡Esto es demasiado, Pedro! Incluso para mí... La apuesta, el apartamento, las peleas, las mentiras, volver juntos, mi madre, tu madre, la Navidad... Joder, es demasiado. Ni siquiera me das un respiro entre todos estos... todos estos líos. Cuando por fin supero una cosa, surge otra. ¡A saber qué más habrás hecho! —Me echo a llorar—. No te conozco en absoluto, ¿verdad?

—¡Claro que me conoces, Pau! Ése no era yo. Éste soy yo. Éste soy yo ahora. ¡Te quiero! Haré cualquier cosa por ti, para que veas que éste soy yo, el hombre que te quiere más que al aire que respira, el hombre que baila en las bodas y que te observa dormir, el hombre que no puede empezar el día hasta que me besas, el hombre que preferiría morir a estar sin ti. Éste soy yo, así es como soy. Por favor, no dejes que esto arruine lo nuestro, por favor, nena.

Me mira con sus ojos verdes y vidriosos y sus palabras me conmueven, pero no es suficiente. Da un paso hacia mí, y retrocedo. Necesito pensar. Levanto una mano en su dirección.

—Necesito tiempo. Ahora mismo esto es demasiado para mí.

Deja caer los hombros y parece aliviado.

—Está bien..., está bien... Tómate un tiempo para pensar.

—Lejos de ti —me explico.

—No...

—Sí, Pedro, no puedo pensar con claridad a tu lado.

—No, Pau, no vas a ir a ninguna parte —dice a modo de orden.

—No vas a decirme lo que puedo o no puedo hacer —le espeto.

Suspira, hunde los dedos en su pelo y tira con fuerza de las raíces.

—Está bien... Está bien... Pero deja que me marche yo. Quédate tú aquí.
Quiero replicar, pero lo cierto es que no deseo marcharme. Ya estoy harta de habitaciones de hotel, y mañana es Navidad.

—Volveré por la mañana..., a menos que necesites más tiempo —dice.

Se pone los zapatos y alarga la mano hacia el portallaves y entonces se da cuenta de que su madre se ha llevado su coche.

—Llévate el mío —digo.

Asiente y se aproxima a mí.

—No —digo, y levanto la mano de nuevo—. Y todavía llevas puesto el pijama.

Frunce el ceño y mira hacia abajo. Se dirige al dormitorio y sale dos minutos después completamente vestido. Se detiene para mirarme a los ojos.


—Por favor, recuerda que te quiero y que he cambiado —dice una vez más antes de marcharse y dejarme totalmente sola en el apartamento.

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