Pedro
—Joder, venga, Pedro. Una más —me susurra Molly al oído.
Aún no he decidido si quiero emborracharme o no. Ya me he tomado tres chupitos y sé que, si me tomo el cuarto, estaré borracho. Por otro lado, pillar un buen pedo y olvidarme de todo suena genial.
Pero quiero poder pensar con claridad.
—¿Y si nos vamos? —me pregunta entonces arrastrando las palabras.
Molly huele a whisky y a marihuana. Una parte de mí quiere llevarla al baño y follársela, sólo porque puedo. Sólo porque Pau está en Seattle con el puto Trevor y yo estoy a tres horas de allí, sentado en un sofá y medio borracho.
—Vamos, Pedro. Sabes que puedo hacer que la olvides —dice sentándose en mi regazo.
—¿Qué? —le pregunto cuando me echa las manos al cuello.
—Pau. Haré que te olvides de ella. Puedes follarme hasta que no te acuerdes ni de su nombre. Su aliento tibio me roza el cuello, y la aparto.
—Levanta —le digo.
—¿Qué coño te pasa, Pedro? —salta. He herido su orgullo.
—Contigo no quiero nada —le espeto con brusquedad.
—¿Desde cuándo? No te he oído quejarte nunca, y mira que hemos follado la tira de veces.
—No desde... —empiezo a decir.
—¿No desde qué? —Salta del sofá y empieza a manotear en el aire—. ¿Desde que conociste a esa zorra estirada?
Tengo que hacer un esfuerzo por recordar que Molly es una chica, no el demonio que parece ser, antes de hacer una estupidez.
—No hables así de ella —replico poniéndome en pie.
—Es la verdad, y ahora mírate. ¡Eres como el perrito faldero de una Virgen María convertida en puta que no quiere ni verte! —grita, no sé si riendo o llorando; en ella es habitual confundir ambas cosas.
Aprieto los puños y en ese momento Jace y Zed aparecen detrás de ella. Molly se apoya en el hombro de Jace.
—Decídselo, chicos. Decidle que no hay quien lo aguante desde que lo desenmascaramos ante ella.
—Nosotros, no. Fuiste tú —la corrige Zed.
Molly le lanza una mirada asesina.
—Es lo mismo —dice poniendo los ojos en blanco.
—¿Qué os pasa? —pregunta Jace.
—Nada —respondo por ella—. Le ha sentado mal que no quiera follarme su culo lastimero.
—No, estoy cabreada porque eres gilipollas. Que sepas que nadie te soporta. Por eso Jace me dijo que se lo contara todo.
Me hierve la sangre.
—¿Qué? —exclamo entre dientes.
Sabía que Jace era un capullo, pero estaba convencido de que Molly se lo contó todo a Pau porque se moría de celos.
—Sí. Él me dijo que se lo contara. Lo tenía todo planeado: yo debía contárselo delante de ti cuando ella llevara unas copas encima y luego él iría a consolarla mientras tú llorabas como un bebé. —Se ríe—. ¿No fue eso lo que dijiste, Jace? ¿Que ibas a follártela hasta dejarla sin sentido? —dice Molly usando las garras para entrecomillar las frases.
Doy un paso hacia Jace.
—Tío, era una broma —empieza a decir él.
Si no me equivoco, los labios de Zed se curvan en una sonrisa cuando le cruzo la cara a Jace.
Le pego tantos puñetazos a Jace que no siento los nudillos. La rabia lo puede todo. Me siento encima de él y sigo repartiendo hostias. Me lo imagino tocando a Pau, besándola, desnudándola, y le pego con más fuerza. La sangre que le cubre la cara es un incentivo más, quiero hacerle todo el daño que pueda.
Las gafas de pasta negra de Jace están rotas y tiradas en el suelo, junto a su cara ensangrentada, mientras unas fuertes manos me separan de él.
—¡Para ya! ¡Vas a matarlo! —me grita Logan para sacarme de mi trance.
—¡Si tenéis algo que decir, me lo decís a la cara! —le grito al grupo, a esos a los que creía mis amigos, o algo parecido.
Todo el mundo guarda silencio, incluso Molly.
—Va en serio. ¡Si alguien más se atreve a mencionarla, le partiré la cara!
Le lanzo una última mirada a Jace, que está intentando levantarse del suelo. Salgo del apartamento de Zed y me adentro en la fría noche.
continuara.....
ay se puso buenísima, por fin Pepe lo rebento a pinas al tipo ese, falta que Pau agarre de los pelos a Molly
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