Pedro
«Estarás solo toda tu vida y por eso me das pena. Yo seguiré adelante, encontraré un buen hombre que me trate como tú deberías haberlo hecho y nos casaremos y tendremos hijos. Yo seré feliz.»
Las palabras de Pau resuenan en mi cabeza sin cesar. Sé que tiene razón, pero desearía que no fuera así. Nunca me había importado estar solo hasta ahora. Ahora sé lo que me estaba perdiendo.
—¿Te apuntas? —La voz de Jace me saca de mis sombríos pensamientos.
—¿Cómo dices? —pregunto. Casi me olvido de que estoy conduciendo.
Pone los ojos en blanco y le da una calada al canuto.
—Vamos a ir a casa de Zed, ¿te apuntas?
Gruño.
—No sé...
—¿Por qué no? Tienes que dejar de ser tan nenaza. Vas llorando por los rincones como un bebé. Le lanzo una mirada asesina. Si hubiera podido pegar ojo anoche, lo estrangularía.
—No es verdad —digo lentamente.
—Tío, no haces otra cosa. Lo que necesitas es cogerte un buen pedo y echar un polvo esta noche.
Seguro que estará lleno de chicas fáciles.
—No necesito echar un polvo. —Yo sólo la deseo a ella.
—Venga, vamos a casa de Zed. Si no te apetece follar, al menos tómate unas cuantas cervezas — insiste.
—¿No te cansas de hacer siempre lo mismo? —le pregunto, y él me mira como si tuviera monos en la cara.
—¿Qué?
—Ya sabes, ¿no se te hace aburrido ir de fiesta y liarte con una distinta cada noche?
—Madre mía, ¡estás peor de lo que imaginaba! ¡Te ha dado fuerte, colega!
—No es eso. Sólo es que estoy harto de hacer siempre lo mismo.
No sabe lo agradable que es meterse en la cama y hacer reír a Pau. No sabe lo divertido que es oírla hablar sin parar de sus novelas favoritas, que me pegue cuando intento meterle mano. Le da mil vueltas a cualquier fiesta.
—Te ha dejado hecho polvo. Menuda mierda. —Se echa a reír.
—No es verdad —miento.
—Ya, claro... —Tira lo que queda del canuto por la ventanilla—. Está soltera, ¿no? —inquiere, y cuando me ve apretando el volante se parte de la risa—. Sólo te estoy tomando el pelo, Alfonso. Quería ver si te enfadabas.
—Que te jodan —mascullo y, para demostrar que se equivoca, giro hacia casa de Zed.
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