Divina

Divina

martes, 3 de noviembre de 2015

After Capítulo 76


Vuelvo al coche después del mejor primer día posible y llamo a Pedro. No lo coge. Quiero contarle lo bien que ha ido la mañana y preguntarle por qué no me ha dicho que había trabajado en Vance.

Cuando regreso al campus es sólo la una. Me han dejado salir pronto porque había una reunión muy importante o algo así. Básicamente tengo todo el día para rascarme la barriga, así que acabo yendo al centro comercial a pasearme. 

Después de entrar y salir en casi todas las tiendas, me decido por Nordstrom. Seguro que necesito un par de conjuntos más para las prácticas. Se me pasan por la cabeza nuestras imágenes en el espejo esta mañana, y pienso que también me vendrían bien algunas bragas y sujetadores nuevos. Mi ropa interior es muy sencilla y hace tiempo que la tengo. A Pedro no parece importarle, pero me encantaría ver la cara que pone cuando me quite la camiseta y se encuentre un sujetador que no es liso y negro o liso y blanco. Repaso los rieles y encuentro varios conjuntos prometedores. Mi favorito es rosa chicle y casi todo de encaje. 

Me sonrojo simplemente al descolgarlo para mirarlo, pero me gusta mucho. Una dependienta de pelo rizado que lleva demasiado carmín se acerca a ayudarme.

—Ése es muy bonito, pero ¿qué me dice de éste? —Me enseña algo que parece un montón de tiras rosa fucsia.

—No es mi estilo —le digo bajando la vista.

—Veo que prefiere la ropa interior con más cobertura. ¿Por qué tenemos que hablar de mis preferencias en ropa interior? Esto no podría ser más humillante.

—Debería probar el estilo de slip de chico. Es sexi pero no en exceso —dice enseñándome el mismo conjunto rosa chicle que tengo en las manos pero con una braga distinta.

Slip de chico. Nunca me había parado a pensar en mis bragas porque nadie más las veía... Quién me iba a decir que esto iba a ser tan humillante y tan complicado.

—Vale.

Cedo y me saca unos cuantos más en blanco, negro y rojo. El rojo es un pelín demasiado, pero me intriga. Hasta el blanco y el negro parecen más exóticos que los que yo uso porque son de encaje.
Su amplia sonrisa da un poco de miedo.

—Pruébeselos. Son todos del mismo estilo.

Asiento educadamente y los cojo. Espero que no me siga al probador. Echo a andar y es un alivio descubrir que no me pisa los talones. Encuentro también un par de vestidos y unos zapatos que parecen cómodos. La cajera tiene que repetirme el importe tres veces antes de que me decida a pagar. La ropa interior bonita es mucho más cara de lo que creía. Espero que a Pedro le guste.
Cuando vuelvo a mi habitación, Steph no está, y no hay noticias de Pedro. 

Guardo la ropa nueva y apago la luz para echarme una siesta.

Me despierta el tono de un móvil que no conozco. Me doy la vuelta y abro los ojos. Cómo no, Pedro está sentado en la silla con los pies encima de la cómoda de Steph.

—¿Has dormido bien? —pregunta sonriente.

—La verdad es que sí. ¿Cómo has entrado? —Me restriego los ojos.

—Steph me ha devuelto la llave.

—Ah. ¿Cuánto llevas aquí?

—Una media hora. ¿Qué tal tu día en Vance? No pensé que fueras a estar de vuelta tan temprano: sólo son las seis. Pero aquí estás, durmiendo a pierna suelta y roncando. Debe de haber sido un día agotador —dice, y se echa a reír.

Me incorporo y me apoyo en el codo para mirarlo.

—Ha sido un gran día. Tengo mi propio despacho con mi nombre en la puerta. ¡Es increíble! Es maravilloso. Me van a pagar mucho más de lo que creía y voy a leer manuscritos. ¿No es perfecto? Lo único que me da miedo es fastidiarla porque es demasiado perfecto. ¿Sabes lo que quiero decir?—divago.

—Vaya, veo que le has caído bien a Vance. —Levanta una ceja—. Lo harás bien, no te preocupes.

—Me ha dicho que trabajabas allí. —A ver cómo reacciona.

—Le habrá faltado tiempo.

—¿Por qué no me lo habías contado? Tampoco me has dicho que sigues trabajando. ¿De dónde sacas el tiempo para trabajar?

—Siempre me haces muchas preguntas. —Se pasa la mano por el pelo—. Pero te contestaré — añade—. No te he contado que trabajaba allí porque..., bueno, no sé por qué. Y saco tiempo para trabajar. Cuando no estoy contigo, saco tiempo.

Me siento con las piernas cruzadas.

—Al señor Vance le caes muy bien, dice que le gustaría que volvieras a trabajar para él.

—Me lo imagino, pero no, gracias. Ahora gano más que cuando trabajaba allí y trabajo menos — presume, y pongo los ojos en blanco.

—Háblame de tu trabajo; ¿qué haces exactamente?
Se encoge de hombros.

—Leo manuscritos, los edito. Lo mismo que tú pero con un poco más de implicación.

—¿Y te gusta?

—Sí, Pau, me gusta. —Su tono es un poco borde.

—Qué bien. ¿Quieres trabajar para Portland Independent cuando te gradúes?

—No sé lo que quiero hacer. —Pone los ojos en blanco.

—¿He dicho algo malo? —pregunto.

—No, sólo es que siempre haces demasiadas preguntas.

—¿Qué? —¿Está siendo sarcástico o lo dice en serio?

—No necesitas saber hasta el último detalle de mi vida —salta.

—Sólo quería charlar un rato, conversar con normalidad sobre tu trabajo —digo
—. Ésas son las cosas normales que hace la gente, perdona por interesarme por tu vida cotidiana.

No dice nada. ¿Qué mosca le habrá picado? He tenido un día fantástico y lo último que quiero es pelearme con él. Miro al techo y me callo. Descubro que tiene noventa y cinco paneles que sujetan cuarenta tornillos.

—Tengo que ducharme —digo un buen rato después.

—Pues dúchate —bufa.

Pongo los ojos en blanco y cojo la bolsa de aseo.

—¿Sabes qué? Pensaba que eso era cosa del pasado y que habías dejado de comportarte como un gilipollas sin motivo —le espeto, y salgo de la habitación.

Me tomo mi tiempo en la ducha. Me afeito las piernas y luego las repaso una segunda vez para el vestido que voy a ponerme mañana, mi primer día de verdad en Vance. Estoy muy nerviosa pero, sobre todo, entusiasmada. Ojalá Pedro no fuera tan maleducado. Lo único que he hecho ha sidopreguntarle por un trabajo del que no me había dicho nada. Debería poder hablar con él de algo así sin problemas. Hay muchas cosas que no sé de él, y eso me hace sentir incómoda.


Intento encontrar un modo de hacérselo entender pero, para cuando vuelvo a la habitación, Pedro se ha ido.

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