Pau
—No irás a pasarte todo el día en pijama, ¿verdad? —me pregunta Kimberly a la mañana siguiente cuando me ve sentada a la barra de la cocina.
Me meto una cucharada de muesli en la boca para no tener que contestarle. Porque eso es justo lo que planeo hacer hoy. No dormí bien después de la llamada de teléfono de Pedro.
Desde entonces me ha enviado unos pocos mensajes de texto, pero en ninguno de ellos
menciona su extraño comportamiento de anoche. Quiero llamarlo, pero la forma en que me colgó tan rápidamente hace que lo piense mejor. Además, no he estado mucho por Kimberly desde que llegué. Paso la mayor parte de mi tiempo libre hablando por teléfono con Pedro o realizando mi primera tanda de trabajos para mis clases. Lo mínimo que puedo hacer es charlar con ella durante el desayuno.
—Nunca llevas ropa —interviene Smith, y casi escupo el muesli sobre la mesa.
—Claro que sí —replico, aún con la boca llena.
—Tienes razón, Smith, nunca lleva. —Kimberly suelta una carcajada y yo pongo los ojos en blanco.
En ese momento Christian entra en la cocina y le da un beso en la sien. Smith sonríe a su padre y a su futura madrastra antes de volver a mirarme.
—Los pijamas son más cómodos —le explico, y él asiente dándome la razón. Sus ojos verdes recorren su propio pijama de Spider-Man—. ¿Te gusta Spider-Man? —le pregunto, esperando generar una conversación que no sea sobre mí.
Sus deditos cogen una tostada.
—No.
—¿No? Pero si llevas puesto eso —replico señalando su ropa.
—Ella me lo compró. —Señala a Kim con la cabeza y me susurra—: No le digas que lo odio; se pondría a llorar.
Me río. Smith tiene cinco años camino de veinte.
—No lo haré —le prometo, y acabamos nuestro desayuno en agradable silencio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario