Pedro
Me he recorrido la casa cien veces. Me he recorrido el barrio de mierda dos veces. Incluso he llamado a Landon. Estoy que me va a dar algo y Pau no me coge el teléfono.
«¿Dónde coño se han metido?» Miro el móvil. Son las tres pasadas. ¿Cuánto tiempo puede tirarse uno en un spa?
La adrenalina corre por mis venas cuando oigo crujir la grava del sendero bajo el peso de un coche. Corro junto a una ventana, es el coche de mi madre. Pau sale primero, va al maletero y saca una bolsa blanca enorme. Le noto algo distinto.
—¡Ya lo llevo yo! —le dice a mi madre.
Abro la puerta mosquitera, bajo los escalones del porche a toda velocidad y le quito el maldito vestido de las manos.
«El pelo... ¿Qué se ha hecho en el pelo?»
—¡Me voy aquí al lado a por Mike! —grita mi madre.
—¿Qué coño te has hecho en el pelo? —Repito mi pensamiento en voz alta. Pau frunce el ceño y la chispa en sus ojos se apaga.
«Mierda.»
—Sólo era una pregunta... Te queda bien —le digo, y la miro otra vez. La verdad es que le queda bien. Siempre está preciosa.
—Me lo he teñido... ¿No te gusta? —dice siguiéndome a la casa. Tiro la bolsa encima del sofá—. ¡Ten cuidado! ¡Es el vestido de novia de tu madre! —chilla recogiendo el bajo de la bolsa.
El pelo también le brilla más que de costumbre y lleva las cejas distintas. Las mujeres se pasan la vida haciendo cosas para impresionar a hombres que apenas notan la diferencia.
—De verdad que no tengo ningún problema con tu pelo —le aseguro, sólo me ha sorprendido. No es muy diferente de como suele llevarlo siempre, sólo un poco más oscuro por arriba, pero básicamente es lo mismo.
—Me alegro, porque es mi pelo y hago con él lo que quiero. —Cruza los brazos sobre el pecho y me echo a reír—. ¿Qué? —me dice desafiante. Va en serio.
—Nada. Es que tu rollo Superwoman me hace gracia, eso es todo —digo sin parar de reír.
—Pues me alegro de que te resulte gracioso, porque es lo que hay —me desafía.
—Vale. —La cojo de la manga del jersey para atraerla hacia mí y procuro no mirarle el canalillo. Me parece que no es el mejor momento para mencionárselo.
—Lo digo en serio, se acabó lo de comportarse como un troglodita —me dice, y una pequeña sonrisa le estropea la cara de pocos amigos mientras se revuelve contra mi pecho.
—Está bien, pero cálmate. ¿Qué diablos te ha hecho mi madre?
Le beso la frente y me entra un alivio tremendo porque no ha mencionado ni a Susan ni a Natalie. Prefiero que se enfade conmigo porque no me guste que se haya teñido el pelo que por mi pasado.
—Nada —responde—. Has sido un grosero al hablar de mi pelo, y he pensado que era un buen momento para recordarte que las cosas han cambiado. —Se muerde los carrillos para ocultar una sonrisa. Me está poniendo a prueba y es adorable.
—Claro, claro. No volveré a comportarme como un troglodita. —Pongo los ojos en blanco y ella se aparta—. Lo he entendido, de verdad —añado atrayéndola de nuevo hacia mí.
—Te he echado de menos. —Suspira contra mi pecho, y vuelvo a rodearla con los brazos.
—¿De verdad? —pregunto deseando que lo confirme. Parece que nadie le ha recordado mi pasado. Todo va bien. Este fin de semana saldrá bien.
—Sí, sobre todo mientras me daban el masaje. Eduardo tenía las manos aún más grandes que tú — dice Pau entre risitas. Sus risitas se vuelven chillidos cuando me la echo al hombro y empiezo a subir la escalera.
Sé que ningún tío le ha dado un masaje, si así fuera, no me lo contaría y se echaría a reír.
Puedo relajar el rollo troglodita. A menos, claro está, que la amenaza sea real. Bueno, nada de «a menos». Estamos hablando de Pau, y siempre hay alguien que intenta alejarme de ella.
La puerta de atrás chirría al abrirse y la voz de mi madre nos llama por la casa justo cuando estamos en la mitad de la escalera. Gruño y Pau se revuelve y me suplica que la baje. Hago lo que me pide sólo porque llevo todo el día echándola de menos y mi madre se pondría megapesada si soy demasiado cariñoso con Pau delante de ella y del vecino.
—¡Vamos corriendo! —contesta Pau cuando la dejo en el suelo.
—En realidad, aquí no corre ni se se apresura nadie. —Le beso la comisura de los labios y sonríe.
—El que no va a correrse eres tú. —Arquea sus nuevas cejas y le doy una palmada en el trasero mientras se apresura escaleras abajo.
Noto el pecho más ligero. Anoche me comporté como un puto imbécil sin motivo. Mi madre no iba a llevar a Pau hasta Natalie a propósito. ¿Por qué me habré preocupado en balde?
—¿Qué te apetece cenar? Se me ha ocurrido que podríamos ir a Zara los cuatro. —Mi madre mira a su casi marido en cuanto entramos en la sala de estar.
Pau asiente a pesar de que no tiene ni idea de qué es Zara.
—Odio Zara —protesto—. Siempre está lleno, y a Pau no le va a gustar lo que sirven.
Pau comería piedras con tal de tener la fiesta en paz, pero sé que no querrá tener que comer hígado o puré de cordero por primera vez en una situación en la que se sienta obligada a sonreír y a fingir que es lo más delicioso que ha comido nunca.
—Entonces ¿Blues Kitchen? —sugiere Mike. La verdad es que no quiero ir a ninguna parte, joder.
—Demasiado ruidoso. —Apoyo los codos en la encimera y tiro de los trocitos de formica que se han pelado.
—Pues elige tú —dice mi madre. Sé que se está hartando de mí, pero aquí estoy. ¿No era eso lo que quería?
Miro el reloj y asiento. Sólo son las cinco, tenemos una hora antes de salir.
—Me voy arriba —les digo.
—Tenemos que salir dentro de diez minutos, ya sabes que encontrar aparcamiento es misión imposible.
«Estupendo.» Me apresuro a salir de la cocina. Pau me sigue.
—Eh. —Me coge de la manga de la camiseta cuando llego al pasillo. Me vuelvo para mirarla.
—¿Qué? —pregunto intentando mantener el tono de voz más dulce posible a pesar de que estoy irritado.
—¿Qué te pasa? Si algo te molesta, dímelo y lo arreglaremos —me ofrece con una sonrisa nerviosa.
—¿Qué tal la comida? —No ha sacado el tema, pero no puedo evitar preguntar.
Lo pilla.
—Ah... —Mira al suelo y le levanto la barbilla con el pulgar para que me mire—. Ha estado bien.
—¿De qué habéis hablado? —le pregunto. Es obvio que no ha sido tan malo como me temía, pero noto que no le apetece hablar del asunto.
—La he conocido... He conocido a Natalie.
Se me hiela la sangre en las venas. Flexiono un poco las rodillas para poder verle la cara mejor.
—¿Y?
—Es encantadora —dice Pau. Espero que frunza el ceño o ponga cara de enfado, pero no pasa nada.
—¿Es encantadora? —repito, totalmente confuso por su respuesta.
—Sí, es muy dulce... y está muy embarazada. —Pau sonríe.
—¿Y Susan? —pregunto de mala gana.
—Susan es muy divertida y muy amable.
Pero... Susan me odia por lo que le hice a su sobrina.
—Entonces ¿ha ido bien?
—Sí, Pedro. Mi día ha estado bien. Te he echado de menos, pero mi día ha estado bien. —Estira la mano para cogerme de la camiseta y atraerme hacia sí. Está preciosa en la penumbra del pasillo—. Todo va bien, no te preocupes —asegura.
Apoyo la cabeza en la suya y me rodea la cintura con los brazos.
¿Me está consolando? Pau me está consolando, asegurándome que todo irá bien después de haberse encontrado cara a cara con la chica a la que casi destruí. Dice que todo irá bien... ¿De verdad?
—Pero nunca va bien —susurro, casi deseando que no lo oiga. Si me ha oído, ha preferido no contestar.
»No quiero salir a cenar —confieso rompiendo el silencio entre nosotros.
Sólo quiero llevarme a Pau arriba y perderme en ella, olvidar toda la mierda que tortura mi mente día y noche, espantar los fantasmas y borrar los recuerdos mientras me concentro en ella. Quiero que su voz sea la única que se oiga en mi cabeza y enterrarme en ella ahora mismo para asegurarme de que así sea.
—Tenemos que ir, es el fin de semana de la boda de tu madre. Volveremos pronto. —Se pone de puntillas para besarme la mejilla y luego sus labios descienden por mi mandíbula.
—No podría estar más emocionado —musito con sarcasmo.
—Vamos. —Pau me lleva de vuelta a la sala de estar, con la mano en la mía, pero en cuanto nos reunimos con mamá y Mike, se la suelto.
Suspiro.
—Bueno, vamos a cenar.
La cena es tan aburrida como me esperaba. Mi madre mantiene a Pau ocupada, le está calentando la oreja con cosas de bodas y la pequeña lista de invitados. La pone al día de los miembros de la familia que estarán presentes, que por parte de mi madre son pocos; sólo asistirá un primo lejano porque sus padres fallecieron hace años. Mike permanece bastante callado durante la comida, como yo, pero no parece aburrirse tanto. Observa a mi madre con una cara que me dan ganas de darle una colleja. Me pone malo, pero a la vez es todo un consuelo. Está claro que la quiere, así que no debe de ser tan mal tío.
—Eres mi única oportunidad de ser abuela, Pau —bromea mi madre mientras Mike paga la cuenta.
Pau se atraganta con el agua y le doy palmadas en la espalda. Tose un par de veces antes de disculparse pero, cuando se recupera, parece asustada y avergonzada a partes iguales.
Está exagerando, pero seguro que el comentario de mal gusto de mi madre la ha pillado por sorpresa.
Mi madre nota mi enfado y dice:
—Sólo era una broma. Sé que sois muy jóvenes aún —y me saca la lengua con gesto infantil.
¿Jóvenes? Eso es lo de menos, no tiene por qué meterle esas chorradas a Pau en la cabeza. Ya lo hemos acordado: nada de niños. Mi madre está haciendo que Pau se sienta culpable y obligada a tener hijos, y eso no ayuda; lo único que conseguirá es provocar otra pelea.
La mayoría de nuestras peleas han sido o bien por los niños, o bien por el matrimonio. No quiero ninguna de esas cosas ni las querré. Amo a Pau, todos los días, por siempre jamás, pero no voy a casarme con ella. De repente me viene a la cabeza la advertencia de Richard de la otra noche, pero paso de ella.
Después de cenar mi madre le da a Mike un beso de buenas noches y él se va a la casa de al lado. Mi madre está siguiendo esa ridícula tradición de no dejar que el novio vea a la novia la noche antes de la boda. Creo que se ha olvidado de que no es la primera vez que se casa, y que todas esas estúpidas supersticiones no pintan nada la segunda vez.
Por mucho que me muera por llevarme a Pau a mi antigua cama, no puedo hacerlo con mi madre en casa. Estas cuatro paredes de mierda no están insonorizadas. Puedo oír cada vez que ella se da la vuelta en su viejo colchón de muelles en la habitación de al lado.
—Deberíamos habernos quedado en un hotel —refunfuño mientras Pau se desviste.
Ojalá durmiera con abrigo, así no me pasaría la noche sufriendo la tortura de tener su cuerpo semidesnudo al lado. Se pone mi camiseta y yo no puedo evitar quedarme embobado mirándole la curva de las tetas bajo la tela, sus protuberantes caderas, el modo en que sus muslos llenan mi camiseta hasta que casi le queda ceñida. Me alegro de que la camiseta no le quede demasiado suelta, no le sentaría tan bien. No me la pondría tan dura, y seguro que tampoco haría que la noche se me hiciera tan larga.
—Ven aquí, nena —la invito con los brazos abiertos para que recueste la cabeza en mi pecho. Quiero decirle lo mucho que significa para mí que haya llevado tan bien lo de Natalie, pero no encuentro las palabras adecuadas. Creo que lo sabe, tiene que saber el miedo que me daba que algo se interpusiera entre nosotros.
Se queda dormida en cuestión de minutos, abrazada a mí, y las palabras fluyen libres mientras le acaricio el pelo con los dedos.
—Lo eres todo para mí —digo.
Me despierto sudando. Pau sigue pegada a mí y apenas puedo respirar con su densa melena en mi cara. En esta casa hace demasiado calor. Seguro que mi madre ha encendido la calefacción. Casi es primavera, no hace ninguna falta. Desenrosco los brazos y las piernas de Pau de mi cuerpo y me aparto el pelo empapado de sudor de la frente antes de ir abajo para bajar el termostato.
Estoy medio dormido cuando doblo la esquina hacia la cocina, pero lo que veo me hace frenar en seco. Me restriego los ojos e incluso parpadeo para enfocar la imagen distorsionada.
Pero ahí sigue... Siguen ahí por mucho que parpadee.
Mi madre está sentada en la encimera abierta de piernas. Hay un hombre de pie entre sus muslos y le rodea la cintura con los brazos. Ella tiene las manos hundidas en el pelo rubio de él. Él la está besando en la boca, o ella lo besa a él, no lo sé. Lo único que sé es que ese hombre no es Mike. Es el puto Christian Vance.
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guuuuuuuaaaaaaaauuuuuuuuuu ... q capitulos q les toco hoy eehh??? mañana ultimos 6
Me he recorrido la casa cien veces. Me he recorrido el barrio de mierda dos veces. Incluso he llamado a Landon. Estoy que me va a dar algo y Pau no me coge el teléfono.
«¿Dónde coño se han metido?» Miro el móvil. Son las tres pasadas. ¿Cuánto tiempo puede tirarse uno en un spa?
La adrenalina corre por mis venas cuando oigo crujir la grava del sendero bajo el peso de un coche. Corro junto a una ventana, es el coche de mi madre. Pau sale primero, va al maletero y saca una bolsa blanca enorme. Le noto algo distinto.
—¡Ya lo llevo yo! —le dice a mi madre.
Abro la puerta mosquitera, bajo los escalones del porche a toda velocidad y le quito el maldito vestido de las manos.
«El pelo... ¿Qué se ha hecho en el pelo?»
—¡Me voy aquí al lado a por Mike! —grita mi madre.
—¿Qué coño te has hecho en el pelo? —Repito mi pensamiento en voz alta. Pau frunce el ceño y la chispa en sus ojos se apaga.
«Mierda.»
—Sólo era una pregunta... Te queda bien —le digo, y la miro otra vez. La verdad es que le queda bien. Siempre está preciosa.
—Me lo he teñido... ¿No te gusta? —dice siguiéndome a la casa. Tiro la bolsa encima del sofá—. ¡Ten cuidado! ¡Es el vestido de novia de tu madre! —chilla recogiendo el bajo de la bolsa.
El pelo también le brilla más que de costumbre y lleva las cejas distintas. Las mujeres se pasan la vida haciendo cosas para impresionar a hombres que apenas notan la diferencia.
—De verdad que no tengo ningún problema con tu pelo —le aseguro, sólo me ha sorprendido. No es muy diferente de como suele llevarlo siempre, sólo un poco más oscuro por arriba, pero básicamente es lo mismo.
—Me alegro, porque es mi pelo y hago con él lo que quiero. —Cruza los brazos sobre el pecho y me echo a reír—. ¿Qué? —me dice desafiante. Va en serio.
—Nada. Es que tu rollo Superwoman me hace gracia, eso es todo —digo sin parar de reír.
—Pues me alegro de que te resulte gracioso, porque es lo que hay —me desafía.
—Vale. —La cojo de la manga del jersey para atraerla hacia mí y procuro no mirarle el canalillo. Me parece que no es el mejor momento para mencionárselo.
—Lo digo en serio, se acabó lo de comportarse como un troglodita —me dice, y una pequeña sonrisa le estropea la cara de pocos amigos mientras se revuelve contra mi pecho.
—Está bien, pero cálmate. ¿Qué diablos te ha hecho mi madre?
Le beso la frente y me entra un alivio tremendo porque no ha mencionado ni a Susan ni a Natalie. Prefiero que se enfade conmigo porque no me guste que se haya teñido el pelo que por mi pasado.
—Nada —responde—. Has sido un grosero al hablar de mi pelo, y he pensado que era un buen momento para recordarte que las cosas han cambiado. —Se muerde los carrillos para ocultar una sonrisa. Me está poniendo a prueba y es adorable.
—Claro, claro. No volveré a comportarme como un troglodita. —Pongo los ojos en blanco y ella se aparta—. Lo he entendido, de verdad —añado atrayéndola de nuevo hacia mí.
—Te he echado de menos. —Suspira contra mi pecho, y vuelvo a rodearla con los brazos.
—¿De verdad? —pregunto deseando que lo confirme. Parece que nadie le ha recordado mi pasado. Todo va bien. Este fin de semana saldrá bien.
—Sí, sobre todo mientras me daban el masaje. Eduardo tenía las manos aún más grandes que tú — dice Pau entre risitas. Sus risitas se vuelven chillidos cuando me la echo al hombro y empiezo a subir la escalera.
Sé que ningún tío le ha dado un masaje, si así fuera, no me lo contaría y se echaría a reír.
Puedo relajar el rollo troglodita. A menos, claro está, que la amenaza sea real. Bueno, nada de «a menos». Estamos hablando de Pau, y siempre hay alguien que intenta alejarme de ella.
La puerta de atrás chirría al abrirse y la voz de mi madre nos llama por la casa justo cuando estamos en la mitad de la escalera. Gruño y Pau se revuelve y me suplica que la baje. Hago lo que me pide sólo porque llevo todo el día echándola de menos y mi madre se pondría megapesada si soy demasiado cariñoso con Pau delante de ella y del vecino.
—¡Vamos corriendo! —contesta Pau cuando la dejo en el suelo.
—En realidad, aquí no corre ni se se apresura nadie. —Le beso la comisura de los labios y sonríe.
—El que no va a correrse eres tú. —Arquea sus nuevas cejas y le doy una palmada en el trasero mientras se apresura escaleras abajo.
Noto el pecho más ligero. Anoche me comporté como un puto imbécil sin motivo. Mi madre no iba a llevar a Pau hasta Natalie a propósito. ¿Por qué me habré preocupado en balde?
—¿Qué te apetece cenar? Se me ha ocurrido que podríamos ir a Zara los cuatro. —Mi madre mira a su casi marido en cuanto entramos en la sala de estar.
Pau asiente a pesar de que no tiene ni idea de qué es Zara.
—Odio Zara —protesto—. Siempre está lleno, y a Pau no le va a gustar lo que sirven.
Pau comería piedras con tal de tener la fiesta en paz, pero sé que no querrá tener que comer hígado o puré de cordero por primera vez en una situación en la que se sienta obligada a sonreír y a fingir que es lo más delicioso que ha comido nunca.
—Entonces ¿Blues Kitchen? —sugiere Mike. La verdad es que no quiero ir a ninguna parte, joder.
—Demasiado ruidoso. —Apoyo los codos en la encimera y tiro de los trocitos de formica que se han pelado.
—Pues elige tú —dice mi madre. Sé que se está hartando de mí, pero aquí estoy. ¿No era eso lo que quería?
Miro el reloj y asiento. Sólo son las cinco, tenemos una hora antes de salir.
—Me voy arriba —les digo.
—Tenemos que salir dentro de diez minutos, ya sabes que encontrar aparcamiento es misión imposible.
«Estupendo.» Me apresuro a salir de la cocina. Pau me sigue.
—Eh. —Me coge de la manga de la camiseta cuando llego al pasillo. Me vuelvo para mirarla.
—¿Qué? —pregunto intentando mantener el tono de voz más dulce posible a pesar de que estoy irritado.
—¿Qué te pasa? Si algo te molesta, dímelo y lo arreglaremos —me ofrece con una sonrisa nerviosa.
—¿Qué tal la comida? —No ha sacado el tema, pero no puedo evitar preguntar.
Lo pilla.
—Ah... —Mira al suelo y le levanto la barbilla con el pulgar para que me mire—. Ha estado bien.
—¿De qué habéis hablado? —le pregunto. Es obvio que no ha sido tan malo como me temía, pero noto que no le apetece hablar del asunto.
—La he conocido... He conocido a Natalie.
Se me hiela la sangre en las venas. Flexiono un poco las rodillas para poder verle la cara mejor.
—¿Y?
—Es encantadora —dice Pau. Espero que frunza el ceño o ponga cara de enfado, pero no pasa nada.
—¿Es encantadora? —repito, totalmente confuso por su respuesta.
—Sí, es muy dulce... y está muy embarazada. —Pau sonríe.
—¿Y Susan? —pregunto de mala gana.
—Susan es muy divertida y muy amable.
Pero... Susan me odia por lo que le hice a su sobrina.
—Entonces ¿ha ido bien?
—Sí, Pedro. Mi día ha estado bien. Te he echado de menos, pero mi día ha estado bien. —Estira la mano para cogerme de la camiseta y atraerme hacia sí. Está preciosa en la penumbra del pasillo—. Todo va bien, no te preocupes —asegura.
Apoyo la cabeza en la suya y me rodea la cintura con los brazos.
¿Me está consolando? Pau me está consolando, asegurándome que todo irá bien después de haberse encontrado cara a cara con la chica a la que casi destruí. Dice que todo irá bien... ¿De verdad?
—Pero nunca va bien —susurro, casi deseando que no lo oiga. Si me ha oído, ha preferido no contestar.
»No quiero salir a cenar —confieso rompiendo el silencio entre nosotros.
Sólo quiero llevarme a Pau arriba y perderme en ella, olvidar toda la mierda que tortura mi mente día y noche, espantar los fantasmas y borrar los recuerdos mientras me concentro en ella. Quiero que su voz sea la única que se oiga en mi cabeza y enterrarme en ella ahora mismo para asegurarme de que así sea.
—Tenemos que ir, es el fin de semana de la boda de tu madre. Volveremos pronto. —Se pone de puntillas para besarme la mejilla y luego sus labios descienden por mi mandíbula.
—No podría estar más emocionado —musito con sarcasmo.
—Vamos. —Pau me lleva de vuelta a la sala de estar, con la mano en la mía, pero en cuanto nos reunimos con mamá y Mike, se la suelto.
Suspiro.
—Bueno, vamos a cenar.
La cena es tan aburrida como me esperaba. Mi madre mantiene a Pau ocupada, le está calentando la oreja con cosas de bodas y la pequeña lista de invitados. La pone al día de los miembros de la familia que estarán presentes, que por parte de mi madre son pocos; sólo asistirá un primo lejano porque sus padres fallecieron hace años. Mike permanece bastante callado durante la comida, como yo, pero no parece aburrirse tanto. Observa a mi madre con una cara que me dan ganas de darle una colleja. Me pone malo, pero a la vez es todo un consuelo. Está claro que la quiere, así que no debe de ser tan mal tío.
—Eres mi única oportunidad de ser abuela, Pau —bromea mi madre mientras Mike paga la cuenta.
Pau se atraganta con el agua y le doy palmadas en la espalda. Tose un par de veces antes de disculparse pero, cuando se recupera, parece asustada y avergonzada a partes iguales.
Está exagerando, pero seguro que el comentario de mal gusto de mi madre la ha pillado por sorpresa.
Mi madre nota mi enfado y dice:
—Sólo era una broma. Sé que sois muy jóvenes aún —y me saca la lengua con gesto infantil.
¿Jóvenes? Eso es lo de menos, no tiene por qué meterle esas chorradas a Pau en la cabeza. Ya lo hemos acordado: nada de niños. Mi madre está haciendo que Pau se sienta culpable y obligada a tener hijos, y eso no ayuda; lo único que conseguirá es provocar otra pelea.
La mayoría de nuestras peleas han sido o bien por los niños, o bien por el matrimonio. No quiero ninguna de esas cosas ni las querré. Amo a Pau, todos los días, por siempre jamás, pero no voy a casarme con ella. De repente me viene a la cabeza la advertencia de Richard de la otra noche, pero paso de ella.
Después de cenar mi madre le da a Mike un beso de buenas noches y él se va a la casa de al lado. Mi madre está siguiendo esa ridícula tradición de no dejar que el novio vea a la novia la noche antes de la boda. Creo que se ha olvidado de que no es la primera vez que se casa, y que todas esas estúpidas supersticiones no pintan nada la segunda vez.
Por mucho que me muera por llevarme a Pau a mi antigua cama, no puedo hacerlo con mi madre en casa. Estas cuatro paredes de mierda no están insonorizadas. Puedo oír cada vez que ella se da la vuelta en su viejo colchón de muelles en la habitación de al lado.
—Deberíamos habernos quedado en un hotel —refunfuño mientras Pau se desviste.
Ojalá durmiera con abrigo, así no me pasaría la noche sufriendo la tortura de tener su cuerpo semidesnudo al lado. Se pone mi camiseta y yo no puedo evitar quedarme embobado mirándole la curva de las tetas bajo la tela, sus protuberantes caderas, el modo en que sus muslos llenan mi camiseta hasta que casi le queda ceñida. Me alegro de que la camiseta no le quede demasiado suelta, no le sentaría tan bien. No me la pondría tan dura, y seguro que tampoco haría que la noche se me hiciera tan larga.
—Ven aquí, nena —la invito con los brazos abiertos para que recueste la cabeza en mi pecho. Quiero decirle lo mucho que significa para mí que haya llevado tan bien lo de Natalie, pero no encuentro las palabras adecuadas. Creo que lo sabe, tiene que saber el miedo que me daba que algo se interpusiera entre nosotros.
Se queda dormida en cuestión de minutos, abrazada a mí, y las palabras fluyen libres mientras le acaricio el pelo con los dedos.
—Lo eres todo para mí —digo.
Me despierto sudando. Pau sigue pegada a mí y apenas puedo respirar con su densa melena en mi cara. En esta casa hace demasiado calor. Seguro que mi madre ha encendido la calefacción. Casi es primavera, no hace ninguna falta. Desenrosco los brazos y las piernas de Pau de mi cuerpo y me aparto el pelo empapado de sudor de la frente antes de ir abajo para bajar el termostato.
Estoy medio dormido cuando doblo la esquina hacia la cocina, pero lo que veo me hace frenar en seco. Me restriego los ojos e incluso parpadeo para enfocar la imagen distorsionada.
Pero ahí sigue... Siguen ahí por mucho que parpadee.
Mi madre está sentada en la encimera abierta de piernas. Hay un hombre de pie entre sus muslos y le rodea la cintura con los brazos. Ella tiene las manos hundidas en el pelo rubio de él. Él la está besando en la boca, o ella lo besa a él, no lo sé. Lo único que sé es que ese hombre no es Mike. Es el puto Christian Vance.
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guuuuuuuaaaaaaaauuuuuuuuuu ... q capitulos q les toco hoy eehh??? mañana ultimos 6
AY SE PUSO SUPER, SE VA DESCUBRIR LA VERDAD
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