Pedro
—Yo no tengo la culpa de que estuviese desnuda. Y con todo lo que está pasando, ¿lo que más te preocupa es que vea su cuerpo? —La reprobación en el tono de Noah hace que me den ganas de estrangularlo con la mano sana.
—No es sólo... —Inspiro hondo—. No es eso. —Son una infinidad de putas cosas que no
pienso decirle.
Entrelazo las manos encima del regazo y después me dispongo a metérmelas en los bolsillos, pero me doy cuenta de que con la escayola no puedo. Incómodo, vuelvo a entrelazarlas sobre mi regazo.
—No sé qué ha pasado entre vosotros dos, pero no puedes culparme por querer ayudarla. La conozco de toda la vida, y nunca la había visto así. —Noah sacude la cabeza con desaprobación. —No pienso hablar de nada de esto contigo. Tú y yo no estamos en el mismo equipo.
Suspira.
— Tampoco tenemos por qué ser rivales. Quiero lo mejor para ella, y tú deberías quererlo también. No soy ninguna amenaza para ti. No soy tan idiota como para creer que me escogería si tuviera que elegir. He pasado página. Sigo queriéndola porque, bueno, creo que siempre lo haré, pero no del mismo modo que la quieres tú.
Sus palabras serían mucho más fáciles de aceptar si no hubiera odiado a este capullo durante los últimos ocho meses. Me quedo callado, con la espalda contra la pared que está delante del cuarto de baño, mientras espero a que el agua de la ducha deje de correr.
—Habéis vuelto a romper, ¿verdad? —pregunta metiéndose donde no lo llaman.
No sabe cuándo debe cerrar la boca.
—Obviamente. —Cierro los ojos y dejo caer la cabeza un poco hacia atrás.
—No voy a meterme en vuestros asuntos, pero sí espero que me hables sobre Richard y me cuentes cómo acabó en tu apartamento. No lo entiendo.
—Vivía en mi casa desde que Pau se marchó a Seattle. No tenía adónde ir, de modo que dejé que se quedara conmigo. Cuando nos fuimos a Londres, se suponía que él tenía que estar en rehabilitación, así que nadie podía imaginar que iba a aparecer tieso en el suelo del baño.
La puerta del cuarto de baño se abre y veo a Pau envuelta sólo con una toalla. Noah nunca la ha visto desnuda, ningún otro hombre la ha visto más que yo, y quiero que siga siendo así. Sé que no debería dar importancia a estas tonterías, pero no puedo evitarlo.
Me dirijo a la cocina a por un poco de agua, y me encuentro disfrutando del silencio cuando de repente oigo la voz suave y tímida de Carol:
— Pedro, ¿puedo hablar contigo un momento?
Su tono ya me ha confundido, y eso que la mujer todavía no ha empezado a hablar.
—Pues... Claro.
Retrocedo un poco para mantener una distancia de seguridad con ella. Para cuando dejo de moverme, tengo la espalda contra la pared de la pequeña cocina.
Parece tensa, y sé que esto a ella le está resultando tan incómodo como a mí.
—Sólo quería hablar de lo de anoche.
Aparto la vista de ella y me quedo mirándome los pies. No sé adónde quiere llegar con esto, pero ya se ha recogido el cabello y se ha arreglado el maquillaje que anoche se estropeó.
—No sé qué me pasó —dice—. Jamás debería haber actuado así delante de ti. Fue una auténtica estupidez y...
—No pasa nada —la interrumpo, esperando que se calle.
—No, sí que pasa. Quiero que quede claro que nada ha cambiado. Sigo queriendo que te mantengas alejado de mi hija.
Levanto la vista para mirarla a los ojos. No es que esperara otra cosa por su parte.
—Ojalá pudiera decirte que voy a hacerte caso, pero no puedo. Sé que no te gusto. —Hago una pausa y no puedo evitar reírme de mi eufemismo—. Me odias, y lo entiendo, pero ya sabes que tu opinión me importa una mierda. Y lo digo de la manera más suave que puedo. Es la verdad.
Me pilla desprevenido cuando se echa a reír conmigo. Al igual que la mía, su risa es grave y está cargada de dolor.
—Eres igual que él. Me hablas del mismo modo en que él les hablaba a mis padres. A Richard nunca le importó lo que los demás pensaran de él, pero mira adónde lo ha llevado eso.
—Yo no soy él —respondo bruscamente.
Me estoy esforzando por ser lo más agradable posible con ella, pero me lo está poniendo difícil. Pau lleva mucho tiempo en la ducha, y me está costando un mundo no entrar para ver cómo está, sobre todo dada la presencia de Noah.
—Deberías intentar ver todo esto desde mi punto de vista, Pedro. Yo pasé por una relación igual de tóxica, y sé cómo terminan estas cosas. No quiero eso para Pau, y si de verdad la quisieses tanto como dices, tú tampoco lo querrías. —Me mira, y parece esperar una reacción por mi parte, pero entonces continúa—: Quiero lo mejor para ella. Puede que no lo creas, pero siempre he criado a Pau para que no dependiera de ningún hombre, como hice yo, y mírala ahora. Tiene diecinueve años, y se ve reducida a la nada todas y cada una de las veces que decides dejarla...
—Yo...
Levanta la mano.
—Déjame terminar. —Suspira—. La verdad es que la envidiaba. Sé que es triste, pero una parte de mí tenía celos de que tú siempre volvieras, cuando Richard nunca volvió por mí. Pero cuanto más la dejabas, más claro tenía que vosotros dos acabaríais igual que nosotros porque, aunque tú sí vuelves, nunca te quedas. Si quieres que ella acabe como yo, sola y resentida, sigue haciendo lo que haces, y puedo asegurarte que eso es exactamente lo que sucederá.
Odio la imagen que Carol tiene de mí, pero, más que eso, odio que tenga razón. Siempre dejo a Pau y, aunque regreso, espero a que vuelva a sentirse cómoda y entonces la dejo otra vez.
—Depende de ti. Tú eres la única persona a la que parece escuchar, y mi hija te quiere demasiado para su propio bien.
Sé que es cierto, sé que me quiere, y precisamente porque me quiere, nosotros no acabaremos como sus padres.
—No puedes darle lo que ella necesita, y estás impidiendo que encuentre a la persona que lo hará — dice, pero sobre todo lo que más oigo es la puerta del antiguo dormitorio de Pau al cerrarse, lo que significa que ha salido de la ducha.
—Ya lo verás, Carol, ya lo verás... —digo, y saco un vaso vacío del armario.
Lo lleno de agua para Pau y me digo a mí mismo que puedo cambiar nuestro curso y demostrar que todo el mundo se equivoca, incluido yo. Sé que puedo.
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