Pedro
Los dedos de Pau me tiran del pelo y llevan mi boca a su piel, que ya está sonrosada e hinchada. Acariciarla, saborearla así hace que todo lo demás se me vaya de la cabeza.
Grita cuando mi lengua se enrosca alrededor de ella y me tira con fuerza del pelo. Separa las caderas de los azulejos en busca de mi boca, se muere por más.
Me pongo de pie demasiado pronto y le levanto una pierna para que me rodee con ella la cintura. Luego la otra. Gime cuando la levanto y la penetro despacio.
—Jodeeeeeer... —dejo escapar, mi voz es apenas un siseo. Me alucina lo caliente y húmeda que está sin que ningún condón se interponga entre nosotros.
Pau cierra los ojos cuando empujo hacia adelante, la saco y la vuelvo a llenar. Lucho contra el impulso de metérsela hasta los huevos y follármela tan a lo bestia que me olvide hasta de mi nombre. En vez de eso, me muevo lentamente pero permitiendo a mis manos y a mi boca que se olviden de ser tiernos con su piel. Tensa los brazos alrededor de mis hombros y mis labios se aferran a la piel que hay justo sobre la curva de sus pechos turgentes. Noto el sabor de la sangre que fluye hacia la superficie en la lengua, y me aparto a tiempo de ver la marca roja que le he hecho.
Ella baja la vista para verla. No me riñe ni me pone mala cara al descubrir el chupetón que han dejado mis labios. Sólo se muerde el labio inferior y mira la marca casi con adoración. Me araña la espalda y la empujo más contra la pared de azulejos. Tengo los dedos clavados en sus muslos, le van a dejar señal, y vuelvo a hundirme en ella hasta el fondo, repitiendo su nombre una y otra vez.
Sus piernas se tensan enroscadas a mi cintura mientras yo entro y salgo de ella, y los dos estamos cada vez más cerca.
— Pedro —gime con dulzura.
Su respiración entrecortada me indica que se está corriendo a mi alrededor. La idea de poder correrme dentro de ella sin tener que preocuparme me vuelve loco. Me derramo en ella mientras grito su nombre.
—Te quiero —jadea con los ojos cerrados. Permanezco dentro de ella, disfrutando de sentirla piel con piel.
En la espalda noto que el calor abandona el agua; no deben de quedarnos más de diez minutos de agua caliente. La idea de una ducha fría en plena noche hace que la deje otra vez en el suelo. Salgo de ella y observo sin pudor cómo la prueba de mi orgasmo se le escurre por las piernas. Joder, sólo por ver eso vale la pena esperar siete putos meses.
Quiero darle las gracias, decirle que la quiero y que me ha sacado de la oscuridad, no sólo esta noche, sino desde el día en que me pilló por sorpresa y me besó en mi antiguo cuarto en la fraternidad. Pero no encuentro las palabras.
Abro el grifo del agua caliente al máximo y me quedo mirando la pared. Suspiro de alivio al sentir la suave esponja en mi piel, que acaba lo que había empezado minutos antes.
Me vuelvo para verle la cara y ella me pasa la esponja por el cuello. No digo nada. La ira sigue en su sitio, acechante, bullendo bajo la superficie, pero me ha hecho superarla como sólo ella puede hacerlo.
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