Pau
—Eso es imposible.
Me levanto, pero al instante vuelvo a sentarme en el banco al sentir que el césped parece moverse bajo mis pies de manera inestable.
El parque se está llenando de gente; de familias con niños cargados de globos y regalos a pesar del frío que hace.
—Es verdad. Pedro es hijo de Christian —dice Kimberly con sus ojos azules brillantes fijos en un punto.
—Pero Ken... Pedro es clavado a él.
Recuerdo la primera vez que vi a Ken Alfonso, en una yogurtería. Supe de inmediato que era el padre de Pedro; su cabello oscuro y su estatura me llevaron en el acto a esa fácil conclusión.
—¿Tú crees? Yo, aparte del color del pelo, no les veo el parecido. Pedro tiene los ojos de Christian y la misma estructura facial.
«¿En serio?» Me cuesta visualizar los tres rostros. Christian tiene hoyuelos, como Pedro, y los mismos ojos..., pero esto no tiene sentido: Ken Alfonso es el padre de Pedro; ha de serlo. Christian parece tan joven comparado con Ken... Sé que son de la misma edad, pero el alcoholismo de este último causó estragos en su aspecto. No deja de ser un hombre atractivo, pero salta a la vista que el licor lo ha envejecido.
—Esto es... —Me cuesta encontrar las palabras, y también el aire.
Kimberly me mira como disculpándose.
—Lo sé. Me moría por contártelo. Detestaba tener que ocultártelo, pero no me correspondía a mí revelarlo. —Coloca la mano sobre la mía y me la aprieta suavemente—. Christian me prometió que, en cuanto Trish le diera permiso, él mismo se lo contaría a Pedro.
—Es que... —Inspiro hondo—. ¿Es eso lo que está haciendo Christian? ¿Se lo está contando a Pedro en este momento? —Me levanto de nuevo y dejo caer la mano de Kimberly—. Tengo que ir con él. Va a...
Ni siquiera puedo imaginar la reacción de Pedro ante esa noticia, especialmente después de haber sorprendido a Trish y a Christian juntos anoche. Esto será demasiado para él.
—Así es. —Kim suspira—. Trish no estaba del todo de acuerdo, pero según Christian empezaba a dejarse convencer, y las cosas se estaban desmadrando.
Mientras saco mi teléfono, mi único pensamiento es que no me cabe en la cabeza que Trish le ocultase esto a Pedro. La tenía en mucha mejor consideración como madre, y ahora me da la sensación de que no conozco a esa mujer.
Cuando ya tengo el móvil pegado a la oreja y la línea de Pedro empieza a sonar, Kimberly dice:
—Le dije a Christian que debíais estar juntos cuando fuese a contárselo, pero Trish le aconsejó que estuvieran a solas si lo hacía...
Kimberly aprieta los labios, echa una ojeada al parque y después levanta la vista al cielo.
Me salta el tono monótono del buzón de voz de Pedro. Llamo de nuevo mientras mi amiga aguarda en silencio, pero sólo consigo que el buzón de voz salte por segunda vez. Me meto el móvil en el bolsillo trasero y empiezo a retorcerme las manos.
—¿Puedes llevarme hasta él, Kimberly? Por favor.
—Sí. Por supuesto. —Se pone de pie y llama a Smith.
Al ver al pequeño corriendo hacia nosotras con lo que sólo puedo describir como andares de mayordomo de dibujos animados, de repente caigo en el hecho de que Smith es hijo de Christian... y hermano de Pedro. Pedro tiene un hermanito. Y entonces pienso en Landon... ¿Cómo afectará esto a la relación entre Landon y Pedro? ¿Querrá Pedro tener algún contacto con él ahora que no los une ningún vínculo familiar? Y ¿qué pasa con la dulce Karen y su deliciosa repostería? Y ¿con Ken? ¿Qué pasa con el hombre que tanto se está esforzando por enmendar la terrible infancia de un niño que no es su hijo? ¿Sabe que no es su padre? Me va a estallar la cabeza y necesito ver a Pedro. Necesito asegurarme de que sepa que estoy aquí para él, y que superaremos esto juntos. No puedo ni imaginarme cómo debe de sentirse en estos momentos; debe de estar terriblemente agobiado.
—¿Smith lo sabe? —pregunto.
Al cabo de unos instantes de silencio, Kimberly responde:
—Creíamos que sí por cómo se comporta con Pedro, pero nadie se lo ha dicho.
Siento lástima por Kimberly. Ya ha tenido que enfrentarse a la infidelidad de su pareja, y ahora esto. Cuando el pequeño llega junto a nosotras, se detiene y nos observa con una mirada misteriosa, como si supiese exactamente de qué estábamos hablando. Sé que no puede ser, pero el modo en que se adelanta y se mete en el coche sin decir ni una palabra me hace dudar.
Mientras recorremos Hampstead en busca de Pedro y de su padre, el pánico no para de subir y bajar en mi pecho.
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