Pau
—¡Pauli! ¡Estoy aquí! ¡Ven aquí! —grita mi padre por el pasillo muy emocionado.
Salgo de mi pequeña cama y corro hacia él. Con las prisas, casi tropiezo con el cinturón de mi bata, e intento atármela de nuevo mientras vuelo hacia el salón..., donde mi madre y mi padre se encuentran junto a un bonito árbol ornamentado y con luces.
Siempre me ha gustado la Navidad.
—Mira, Pauli, tenemos un regalo para ti. Sé que ya eres una adulta, pero lo he visto y tenía que comprártelo. —Mi padre sonríe y mi madre se inclina hacia él.
«¿Una adulta?» Me miro los pies e intento descifrar sus palabras. No soy una adulta, o al menos eso creo.
Me coloca una pequeña caja en la mano y, sin pensarlo dos veces, arranco el bonito lazo del regalo. Me encantan los regalos. No recibo muchos, de modo que, cuando lo hago, es un momento muy especial para mí.
Mientras lo abro, miro a mis padres, pero la emoción de mi madre me resulta extraña. Nunca la había visto sonreír de esta manera. Y mi padre..., bueno, tengo la sensación de que no debería estar aquí, pero no recuerdo el porqué.
—¡Venga, ábrelo! —me incita él al tiempo que levanto la tapa de la caja.
Asiento emocionada y meto la mano..., pero la retiro al instante cuando algo afilado me pincha el dedo. El dolor casi me hace maldecir, y dejo caer la caja al suelo. Una aguja cae sobre la moqueta. Cuando vuelvo a mirar a mis padres, la piel de él ha perdido todo el color, y sus ojos están vacíos.
La sonrisa de mi madre vuelve a brillar, más incluso que antes. De repente me parece tan brillante como un sol cegador. Mi padre se agacha y recoge la aguja del suelo. Se acerca a mí, aguja en mano, y yo intento retroceder, pero mis pies no se mueven. No se mueven por mucho que me esfuerzo, y no puedo hacer nada más que gritar cuando me clava el instrumento en el brazo.
—¡Pau! —grita Landon histérico y asustado mientras me sacude por los hombros.
No sé por qué, pero estoy sentada, y tengo la camiseta empapada de sudor. Lo miro, y después miro mi brazo y busco como una lunática marcas de pinchazos.
—¿Estás bien? —me pregunta agitado.
No puedo respirar, y me duele el pecho al tiempo que intento encontrar el oxígeno y la voz. Sacudo la cabeza y Landon me agarra con más fuerza de los hombros.
—He oído que gritabas, así que... —Calla inmediatamente al ver que Pedro irrumpe en la habitación.
Tiene las mejillas completamente rojas y la expresión de sus ojos es feroz.
—¿Qué ha pasado? —Aparta a Landon y se sienta a mi lado en la cama—. He oído que gritabas. ¿Qué ha pasado? —me pasa las manos por las mejillas y me seca las lágrimas con los pulgares.
—No lo sé. Estaba soñando —consigo decir.
—¿Qué clase de sueño era? —pregunta Pedro casi en un susurro, y sus pulgares siguen deslizándose, tan despacio como siempre, sobre la piel de debajo de mis ojos.
—Como los que tú tienes —respondo, también en un susurro.
Un suspiro escapa de sus labios y frunce el ceño.
—¿Desde cuándo? ¿Desde cuándo tienes ese tipo de sueños?
Me tomo un momento para pensarlo.
—Desde que lo encontré, y sólo han sido dos veces. No sé a qué vienen.
Agobiado, se pasa la mano por el pelo y se me encoge el corazón al ver el gesto familiar.
—Supongo que a cualquiera que encuentre a su padre muerto le... —Se detiene a media frase—. Perdona, joder —suspira frustrado.
Aparta los ojos de los míos y mira la mesilla de noche.
—¿Necesitas algo? ¿Quieres agua? —Intenta sonreír, pero es una sonrisa forzada, incluso triste—. Tengo la sensación de que te he ofrecido agua como un millón de veces en los últimos días.
—Sólo necesito volver a dormirme.
—¿Me quedo? —dice a medio camino entre una orden y una pregunta.
—No creo que... —Miro a Landon. Casi había olvidado que estaba en la habitación con nosotros.
—Tranquila. — Pedro se queda mirando la pared que tengo detrás—. Lo entiendo.
Al ver cómo encoge los hombros derrotado, hago acopio de toda mi fuerza de voluntad y reúno todo mi amor propio para no rodearlo con los brazos y rogarle que duerma conmigo. Necesito la seguridad de su presencia; necesito que sus brazos me envuelvan la cintura y apoyar la cabeza sobre su pecho mientras me quedo dormida. Necesito que me proporcione la misma paz a la hora de dormir que yo le he proporcionado siempre a él, pero él ya no es la red de seguridad en la que confiaba. Aunque, bien pensado, ¿cuándo lo ha sido? Siempre ha sido inconstante, siempre ha estado fuera de mi alcance, huyendo de mí y de nuestro amor. No puedo volver a perseguirlo. Sencillamente no tengo fuerzas para perseguir algo tan inalcanzable, tan irreal.
Para cuando logro liberarme de mis pensamientos, sólo Landon sigue en la habitación conmigo.
—Hazte a un lado —me ordena tranquilamente.
Lo hago y me quedo dormida al instante, mientras lamento haber deseado mantenerme lejos de Pedro.
Incluso a pesar de la inevitable tragedia que era nuestra relación, jamás borraría nada de lo sucedido.
No volvería a hacerlo, pero no me arrepiento ni de un solo momento de los que he pasado con él.
--------------------------------------------------------------------------------
vamos por la mitad chicuelas !!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario