Pau
—Nueva York es la mejor ciudad del mundo, Pau. Es increíble. Ya llevo cinco años viviendo allí, y todavía no la he visto entera. Ni en toda una vida puedes verla entera —dice Sophia mientras rasca una bandeja de repostería en la que he quemado una hornada de masa.
No estaba prestando atención. Estaba demasiado sumida en mis pensamientos después de oír las palabras arrogantes e insensibles de Pedro como para darme cuenta del humo que salía del horno. Sólo cuando Sophia y Karen han vuelto corriendo a la cocina desde la despensa he visto la masa quemada. Aunque ninguna de ellas me lo ha reprochado. Sophia la ha puesto a remojo con agua fría para que se enfriara y ha empezado a fregarla.
—Seattle es la ciudad más grande en la que he estado jamás, pero estoy preparada para Nueva York. Necesito alejarme de aquí —les digo.
La cara de Pedro no se me borra de la cabeza cuando pronuncio esas palabras.
Karen me sonríe mientras sirve a cada una un vaso de leche.
—Bueno, yo vivo cerca de la Universidad de Nueva York, así que puedo enseñarte la ciudad si quieres. Siempre viene bien conocer a alguien, sobre todo en una metrópoli tan grande.
—Gracias —le digo verdaderamente agradecida.
Landon también irá, pero él estará igual de perdido que yo, de modo que a ambos nos vendrá bien tener una amiga allí. La idea de vivir en Nueva York me intimida, me abruma, pero seguro que todo el mundo siente lo mismo antes de trasladarse a la otra punta del país. Si Pedro viniera...
Sacudo la cabeza para deshacerme de esos absurdos pensamientos. Ni siquiera pude convencerlo de que se trasladara a Seattle conmigo. Se reiría en mi cara ante la propuesta de irnos a Nueva York. Y da mis planes y mis deseos tan por sentado que cree que lo perdonaré sólo porque lo he hecho en el pasado.
—Bueno —sonríe Karen mientras levanta su vaso de leche en mi dirección—, ¡por Nueva York y por las nuevas aventuras! —exclama.
Sophia levanta su vaso, y yo no puedo evitar que las palabras de Pedro se reproduzcan en mi cabeza mientras brindamos.
«Me perdonará. Siempre lo hace. Ya lo verás», le ha dicho a Landon.
El temor de trasladarme al otro extremo del país disminuye conforme cada una de sus palabras se reproduce en bucle en mis pensamientos. Siento cada sílaba como una bofetada a la escasa dignidad que me quedaba.
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