Divina

Divina

martes, 29 de diciembre de 2015

After 4 Capitulo 51


Pedro

—¿Pau? —digo al teléfono; intento ocultar el pánico que siento.

Lleva toda la noche ignorando mis llamadas y me estaba volviendo loco preguntándome qué había hecho mal, qué más podía haber hecho mal esta vez.

—Sí. —Su tono es sombrío, lento y apagado. Con una palabra ya sé que ha estado bebiendo.

—¿Otra vez vino? —Suelto una risita—. ¿Voy a tener que echarte la bronca? —Intento chincharla, pero me responde el silencio al otro lado—. ¿Pau?

—¿Sí?

—¿Qué pasa?

—Nada, sólo estoy viendo una peli.

—¿Con Kimberly? —El estómago se me contrae al pensar que pueda haber alguien más con ella.

—Conmigo misma. Estoy sola en esta casa gigaaaaaante —responde. Su voz suena plana, a pesar de que exagere las palabras.

—¿Dónde están Vance y Kimberly? —No debería estar tan preocupado, pero su tono me pone de los nervios.

—Pasarán la noche fuera. Smith también. Estoy aquí sola viendo una peli. La historia de mi vida, ¿no? —Se ríe, aunque sin rastro de humor.

Pau, ¿qué está pasando? ¿Cuánto has bebido?

Suspira y juro que la oigo dar un buen trago.

—Pau, contesta —insisto.

—Estoy bien. Tengo permitido beber, ¿no, papá? —Está bromeando, pero la forma en que pronuncia la última palabra hace que sienta un escalofrío.

—Si nos ponemos técnicos, la verdad es que no puedes beber. No legalmente, al menos.

Soy el menos indicado para dar lecciones; es culpa mía que empezara a beber tan a 
menudo, pero la paranoia se me está clavando en la boca del estómago ahora mismo. Está bebiendo sola y parece lo bastante triste como para ponerme en pie.

—Sí.

—¿Cuánto has bebido?

Le escribo un mensaje de texto a Vance esperando a que me responda.

—No mucho. Estoy bien. ¿Sabes lo que essss raaaarooo? —farfulla Pau.

Cojo las llaves del coche. Maldito seas, Seattle, por estar tan jodidamente lejos.

—¿El qué?

Meto los pies a la fuerza en mis zapatillas. Las botas me hacen perder demasiado tiempo, y eso es algo que ahora mismo no puedo permitirme.

—Es raro que alguien sea una buena persona pero que no dejen de pasarle cosas malas, ¿sabes? — contesta.

«Mierda.» Vuelvo a escribirle a Vance, esta vez diciéndole que mueva el culo en dirección a casa de inmediato.

—Sí, claro que lo sé —le digo a Pau—. No es justo cómo son las cosas.

Odio que se sienta así. Es una buena persona, la mejor que he conocido, y ha acabado rodeada de un montón de desgraciados, entre los que me incluyo. ¿A quién pretendo engañar? Soy el peor acosador de todos.

—Puede que sea mejor dejar de ser una buena persona, después de todo —añade.

«¿Qué? No. No, no, no.» No debería estar hablando así, pensando así.

—No, no pienses así.

Le hago un gesto impaciente con la mano a Karen, que está de pie en la puerta de la cocina, seguramente preguntándose adónde voy corriendo a estas horas.

—Intento no hacerlo, pero no puedo evitarlo. No sé cómo parar.

—¿Qué ha pasado hoy? —inquiero.

Me cuesta creer que estoy hablando con mi Pau, la misma chica que siempre ve lo mejor de todo el mundo, incluida ella misma. Siempre ha sido tan positiva, tan feliz..., y ahora ya no lo es.

Suena desesperada, vencida.

Suena igual que yo.

La sangre se me hiela en las venas. Sabía que sucedería esto, sabía que no sería la misma después de ponerle las zarpas encima. De alguna manera sabía que después de mí sería distinto. Esperaba que no fuera verdad, pero esta noche parece que vaya a ser así.

—Nada importante —miente.

Vance todavía no me ha contestado. Más le vale estar de camino a casa.

—Pau, dime qué pasa. Por favor.

—Nada. Sólo el karma, que ha terminado por atraparme, supongo —murmura, y el sonido de una botella siendo descorchada hace eco en el silencio al otro lado de la línea.

—¿Qué karma? ¿Te has vuelto loca? Nunca has hecho nada para merecer ninguna de las cosas malas que te han pasado.

No responde.

—Pau, creo que deberías dejar de beber por hoy. Estoy de camino a Seattle. Sé que necesitas espacio, pero me estoy preocupando por ti y..., bueno, no puedo quedarme a un lado, nunca he podido.

—Sí...

Ni siquiera me escucha.

—No me gusta que bebas tanto —le digo, sabiendo que no va a escucharme.

—Sí...

—Voy para allá. Coge una botella de agua, ¿vale?

—Sí..., una botellita...


El camino a Seattle nunca me ha parecido tan jodidamente largo y, por la distancia que nos separa, por fin lo veo, éste es el ciclo del que Pau siempre se queja. Es un ciclo que acaba aquí, es la última vez que viajo a otra ciudad en coche para estar cerca de ella. Se acabaron las malditas chorradas sin fin. Se acabó huir de mis problemas y también las putas excusas. No más estúpidos viajes en coche cruzando el estado de Washington porque me he ido lejos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario