Divina

Divina

domingo, 6 de diciembre de 2015

After 3 Capítulo 73


Pedro

Empujo el muslo de Richard con mi bota. Estoy más que cabreado y todo este lío es por mi maldita culpa.

—Lo siento —gimotea mientras intenta incorporarse; a los pocos segundos hace un gesto de dolor y vuelve a deslizarse sobre el suelo de hormigón.

Lo último que quiero es tener que levantar su patético culo del piso, pero llegados a este punto ya no sé qué más hacer con él.

—Te voy a sentar en la silla, pero ni te acerques al sofá, no hasta que te des una ducha.

—Vale —murmura, y cierra los ojos mientras me inclino para levantarlo. No pesa tanto como esperaba, especialmente para alguien de su estatura.

Lo arrastro hasta una silla de la cocina y, en cuanto lo siento, se dobla por la mitad rodeándose el torso con un brazo.

—Y ¿ahora qué? ¿Qué se supone que voy a hacer contigo ahora? —le pregunto en voz baja.

¿Qué haría Pau si estuviese aquí? Conociéndola, le prepararía un baño caliente y algo de comer. Yo no voy a hacer ninguna de las dos cosas.

—Llévame de vuelta —sugiere.

Sus dedos temblorosos levantan el cuello de su andrajosa camiseta, una mía que Pau le dio. ¿La ha estado llevando desde que se fue de aquí? Se seca la sangre de la boca, restregándosela perezosamente por la mejilla y por el pelo grueso e hirsuto que le crece ahí.

—¿De vuelta adónde? —pregunto.

Quizá debería haber llamado a la policía nada más entrar en el apartamento, quizá no tendría que haberle dado el reloj a Chad... No pensaba con claridad en ese momento, todo lo que podía pensar era en mantener a Pau fuera de todo esto.

Pero, claro, ella ya está completamente fuera de esto..., y muy lejos.

—¿Por qué lo has traído aquí? Si llega a estar Pau... —Mi voz se pierde.

—Se ha mudado, sabía que no estaría aquí —se esfuerza en decir.

Sé que le cuesta hablar, pero necesito respuestas y se me está acabando la paciencia.

—¿También te colaste en casa hace unos días?

—Sí. Sólo vine a comer y a du... ducharme —jadea Richard.

—¿Viniste hasta aquí sólo para comer y ducharte?

—Sí, la primera vez cogí un autobús. Hoy Chad... —toma aliento y aúlla de dolor antes de cambiar el peso de lado— se ofreció a traerme, pero en cuanto entramos se volvió en mi contra.

—¿Cómo coño has entrado?

—Cogí la llave de repuesto de Paula.

«¿La cogió... o ella se la dio?», me pregunto.
Richard cabecea hacia el fregadero.

—Del cajón.

—A ver si lo he entendido bien: ¿robaste una llave de mi apartamento aunque podías venir cuando quisieras a darte una ducha y luego trajiste a Chad el Yonqui Encantador a mi casa para que te moliera a palos en mi sala de estar porque le debes dinero?
¿Cómo he acabado en mitad de un capítulo de «Intervention»?

—No había nadie en casa. No pensé que importara.

—No pensaste..., ¡ése es el problema! ¿Y si hubiese sido Pau la que hubiera venido? ¿Acaso te importa cómo pueda sentirse si te ve así?

Estoy completamente descolocado. Mi primer instinto es sacarlo a rastras de nuestro... de mi apartamento y dejar que se desangre en el pasillo. Pero no puedo hacer eso porque resulta que estoy desesperadamente enamorado de su hija, y si lo hiciera todo cuanto conseguiría sería herirla aún más de lo que ya lo he hecho. ¿A que el amor es jodidamente increíble?

—Bueno, y ¿qué vamos a hacer ahora? —Me rasco la barbilla—. ¿Te llevo al hospital?

—No necesito un hospital, sólo un vendaje o dos. ¿Puedes llamar a Pauli por mí y decirle que lo siento?

Rechazo su sugerencia con una sacudida del brazo.

—No, no lo haré. Nadie le va a contar nada de esto. No quiero que se preocupe por esta mierda.

—Vale —accede, y vuelve a resbalar de la silla.

—¿Desde cuándo te metes? —le pregunto.

Él traga saliva.

—No lo sé —dice dócilmente.

—No me mientas, no soy idiota. Sólo dímelo.

Parece perdido en sus pensamientos, distraído.

—Hará un año, pero he estado intentando dejarlo desde el día que me encontré con Pauli.

—Se le va a romper el corazón..., lo sabes, ¿verdad?

Espero que lo sepa. Y si no, no tendré problema alguno en recordárselo miles de veces si en alguna ocasión lo olvida.

—Lo sé, me voy a poner mejor, por ella —me asegura.

«Como hacemos todos...»

—Bueno, querrás acelerar tu rehabilitación, porque si te ve ahora... —No acabo la frase.
Considero la idea de llamarla y preguntarle qué diablos se supone que debo hacer con su padre, pero sé que ésa no es la respuesta. No necesita que la moleste con esto, ahora no. No cuando está intentando hacer realidad sus sueños.

—Me voy a mi habitación —digo finalmente—. Puedes ducharte, comer o lo que sea que planearas hacer antes de que llegara a casa y os interrumpiera.


Salgo de la cocina para ir a mi dormitorio. Cierro la puerta tras de mí y me apoyo en ella. 

Éstas han sido las veinticuatro horas más largas de mi vida.

1 comentario: