Divina

Divina

domingo, 6 de diciembre de 2015

After 3 Capítulo 72


Pedro

Observo a Logan vaciar una pinta entera de cerveza de un solo trago, espuma incluida. Deja la jarra en la mesa y se seca la boca.

—Steph es una psicópata. Nadie imaginaba que le haría algo así a Pau —dice, y después eructa.

—Dan lo sabía. Y si descubro que alguien más lo sabía también... —le advierto.
Él me mira con solemnidad y asiente.

—Nadie más lo sabía. Bueno..., al menos que yo sepa. Pero ya sabes que, total, a mí nadie me cuenta una mierda.

Una morena alta aparece a su lado y él la rodea con un brazo.

—Nate y Chelsea estarán aquí pronto —le dice.

—Noche de parejas —gimo—. Será mejor que me largue.

Trato de ponerme en pie pero Logan me detiene.

—No es una noche de parejas. Tristan también está soltero ahora, y Nate no está saliendo en serio con Chelsea: sólo follan.

No sé ni por qué he venido, pero Landon apenas me habla y Karen parecía tan triste durante la cena que no podía permanecer sentado a la mesa por más tiempo.

—Déjame adivinar: ¿Zed también viene?

Logan niega con la cabeza.

—No lo creo, me parece que está incluso más cabreado que tú por toda esta mierda, porque no nos ha vuelto a hablar a ninguno desde que pasó.

—Nadie está más cabreado que yo —le digo con los dientes apretados.

Quedar con mis antiguos amigos no me está ayudando a ser «mejor persona». Sólo me está fastidiando. ¿Cómo se atreve a decir que Zed se preocupa más por Pau que yo?
Logan agita la mano en el aire.

—No quería decir eso..., culpa mía. Tómate una birra y relájate —dice buscando al camarero con la mirada.

Alzo la vista y veo que Nate, la que debe de ser la tal Chelsea y Tristan atraviesan el pequeño bar en nuestra dirección.

—No quiero una jodida cerveza —repongo en voz baja intentando controlar mi actitud. 

Logan sólo trata de ayudarme, pero me está molestando. Todo el mundo me molesta. Todo me molesta.
Tristan me da una palmada en el hombro.

—Cuánto tiempo sin verte —se esfuerza por bromear, pero queda raro y ninguno de nosotros dedica al tema ni una sonrisa—. Siento toda la mierda que lio Steph..., no tenía ni idea de lo que planeaba, en serio —dice por fin, haciendo el momento mucho más incómodo.

—No quiero hablar de eso —afirmo con énfasis, poniendo fin a la conversación.

Mientras mi pequeño grupo de amigos bebe y habla sobre gilipolleces que me importan un huevo, me encuentro pensando en Pau.

«¿Qué estará haciendo ahora? ¿Le gustará Seattle? ¿Se sentirá tan incómoda en casa de Vance, como sospecho? ¿Estarán siendo amables con ella Christian y Kimberly?»

Pues claro que sí; Kimberly y Christian siempre son amables. Así que en realidad estoy evitando la gran pregunta: ¿Pau me echa tanto de menos como yo a ella?

—¿Vas a tomarte uno? —Nate interrumpe mis pensamientos y agita un vaso de chupito ante mi cara.

—No, estoy bien. —Señalo mi soda sobre la mesa y él se encoge de hombros, echa la cabeza hacia atrás y se lo toma de un trago.

Esto es lo último que me apetece hacer ahora mismo. Ese juego adolescente de beber-hasta-potar-o-hasta-caer-redondo puede que sea lo suficientemente bueno para ellos, pero no lo es para mí. Ellos no disfrutan del lujo de tener una voz taladrándolos desde el fondo de la mente, diciéndoles que deben mejorar y hacer algo con sus vidas. Nunca han tenido a nadie que los quiera lo suficiente como para desear ser mejores.

«Quiero ser mejor por ti, Pau», le dije una vez. Y no es que haya hecho un gran trabajo hasta ahora.

—Me largo —anuncio, pero nadie nota cuando me levanto y me marcho.

He decidido que no voy a seguir perdiendo el tiempo en los bares con gente a la que realmente le importo una mierda. No tengo nada contra la mayoría de ellos, pero ninguno me conoce de verdad o se preocupa por mí. Sólo les gusta el yo borracho, rudo y que se folla a cualquier chica. Yo no era más que otro tío en sus grandes fiestas. No saben una mierda de mí, ni siquiera saben que mi padre es el jodido rector de nuestra universidad. 

Estoy seguro de que ni siquiera saben lo que hace un rector.

Nadie me conoce como me conoce ella, nadie nunca se ha preocupado por conocerme como lo hace Pau. Ella siempre me hace las preguntas más intrusivas y aleatorias: «Qué estás pensando?», «¿Por qué te gusta esta serie?», «¿Qué crees que está pensando ese hombre de ahí?», «¿Cuál es tu primer recuerdo?».

Yo siempre reaccionaba como si su necesidad de saberlo todo fuese molesta, pero en realidad me hacía sentir... especial..., como si alguien se preocupara lo suficiente por mí como para querer conocer las respuestas a esas ridículas preguntas. No sé por qué mi mente no es capaz de ponerse de acuerdo: una mitad me dice que lo supere y lleve mi patético culo hasta Seattle, derribe la puerta de Vance y le prometa no volver a dejarla jamás. Pero no es tan fácil. Hay otra parte mayor y más fuerte en mí, la mitad que siempre gana, que me recuerda lo jodido que estoy. Muy jodido, y lo destruyo todo en mi vida y en la de los demás, así que le estaré haciendo un favor a Pau dejándola en paz. Y ésta es la única parte a la que puedo creer, especialmente sin ella aquí para decirme que estoy equivocado. Especialmente porque al final eso es lo que siempre ha resultado ser verdad en el pasado.

El plan de Landon para convertirme en una persona mejor suena bien sobre el papel, pero ¿y después qué? ¿Se supone que debo creer que puedo seguir así por siempre? ¿Se supone que debo creer que seré lo bastante bueno para ella sólo porque he decidido no recurrir al vodka cada vez que me pongo furioso?

Esto sería mucho más sencillo si no estuviera dispuesto a admitir lo jodido que estoy. No sé qué voy a hacer, pero no voy a encontrar la respuesta aquí y ahora. Esta noche me iré a mi apartamento y veré las series favoritas de Pau, las peores series, llenas de guiones ridículos y actores terribles. Probablemente hasta fingiré que ella está allí conmigo, explicándome cada escena aunque yo las esté viendo justo a su lado y entendiendo todo lo que está pasando. Me vuelve loco cuando hace eso. Es muy molesto, pero me encanta lo apasionada que se muestra por los pequeños detalles. Como quién lleva un abrigo rojo y está acosando a esas insoportables pequeñas mentirosas.

Sigo planeando mi noche cuando salgo del ascensor. Acabaré viendo esa mierda, después cenaré, me daré una ducha y probablemente me la pelaré imaginando la boca de Pau alrededor de mi polla, y haré todo lo posible por no hacer nada estúpido. Puede que incluso limpie el desastre que organicé ayer.

Me detengo frente a la puerta de mi apartamento y miro arriba y abajo del pasillo. ¿Qué coño hace la puerta medio abierta? ¿Ha vuelto Pedro o es que alguien se ha colado de nuevo? No estoy seguro de qué respuesta podría cabrearme más.

—¿Pau?

Empujo la puerta con el pie y se me cae el alma a los pies al ver a su padre medio desplomado y cubierto de sangre.

—Pero ¡¿qué coño...?! —grito cerrando la puerta de un golpe.

—Cuidado... —gime Richard, y mis ojos siguen los suyos hasta el pasillo, donde, por encima de su hombro, capto un movimiento.

Hay un hombre ahí, inclinándose sobre él. Cuadro los hombros, dispuesto a cargar contra el sujeto si es necesario.
Pero entonces me doy cuenta de que es el amigo de Richard... Chad, creo que se llama.

—Pero ¿qué cojones le ha pasado y qué coño estáis haciendo aquí? —le pregunto.

—Esperaba encontrar a la chica, pero tú me servirás —se burla.

Me hierve la sangre por el tono en que este tío habla de Pau.

—¡Lárgate de aquí y llévatelo contigo! —Señalo al trozo de mierda que ha traído a este tío a mi apartamento. Su sangre me está estropeando el suelo.

Chad endereza los hombros y mueve la cabeza de un lado a otro. Me doy cuenta de que intenta mantener la calma pero que, aun así, está muy alterado.

—El problema es que me debe un montón de pasta y no tiene forma de pagarme —explica, con las uñas sucias rascando los pequeños puntos rojos de sus brazos.

«Puto yonqui.»

Alzo la palma de la mano.

—No es mi problema. No volveré a decirte que te largues, y puedes estar seguro de que no voy a darte dinero.

Pero Chad se limita a sonreír.

—¡No sabes con quién estás hablando, chaval!

Y le da una patada a Richard justo debajo de las costillas. Un gemido patético escapa de sus labios mientras se desliza hasta el suelo y ya no se levanta.
No estoy de humor para tratar con malditos drogadictos asaltadores de apartamentos.

—Me importáis una mierda tanto él como tú. Estás muy equivocado si crees que te tengo miedo — gruño.

«¿Qué más podría ocurrir en esta maldita semana?» No, espera. No quiero saber la respuesta a eso.
Avanzo hacia Chad y él retrocede, justo como sabía que haría.

—Sólo por ser amable te lo repetiré una vez más: largaos o llamaré a la poli. Y mientras esperamos a que aparezcan para salvarte, te daré una paliza con el bate de béisbol que tengo siempre a mano por si algún jodido imbécil intenta alguna gilipollez como ésta.

Voy hasta el armario del vestíbulo, saco el arma de donde la tengo siempre apoyada contra la pared y la agito lentamente para probar mi decisión.

—Si me voy sin el dinero que me debe, cualquier cosa que le haga será culpa tuya. Su sangre estará en tus manos.

—Me importa una mierda lo que le hagas —digo. Pero de pronto no estoy seguro de si lo digo en serio.

—Claro —dice él, y le echa un vistazo a la sala.

—¿Cuánta pasta? —pregunto.

—Quinientos.

—No pienso darte quinientos dólares.

Sé cómo se va a sentir Pau que mis sospechas sobre el hecho de que su padre es un drogata son ciertas, y me dan ganas de tirarle la cartera a Chad a la cara y darle todo lo que tengo sólo para librarme de él. Odio saber que tenía razón sobre su padre; ahora mismo ella sólo me cree a medias, pero pronto va a comprender toda la verdad. Ojalá todo desapareciera, incluido el capullo de Richard.

—No tengo tanto dinero —añado.

—¿Doscientos? —pregunta. Casi puedo ver su adicción suplicándome a través de sus ojos.

—Vale.

No puedo creer que de verdad vaya a darle dinero a este yonqui que se ha colado en mi casa y le ha dado una paliza de muerte al padre de Pau. Ni siquiera tengo doscientos dólares en efectivo. ¿Qué se supone que voy a hacer?, ¿llevarme al tío éste a un cajero? 

Esto es una mierda.

Pero ¿quién vuelve a su casa para encontrarse con algo así?

Yo.

Por ella, sólo por ella.

Me saco la cartera del bolsillo, le lanzo los ochenta dólares que acabo de sacar del banco y entro en mi dormitorio con el bate aún en la mano. Cojo el reloj que mi padre y Karen me regalaron por Navidad y también se lo lanzo. Para ser un tipo tan esquelético y hecho polvo, Chad lo caza al vuelo con bastante agilidad. Debe de ansiarlo mucho..., o más bien lo que le darán a cambio.

—El reloj vale más de quinientos pavos. ¡Y ahora lárgate de aquí! —le grito, pero en realidad no quiero que se vaya, quiero que intente atacarme para poder abrirle la cabeza.

Chad se ríe, después tose y vuelve a reír.

—Hasta la próxima, Rick —amenaza antes de cruzar la puerta.

Lo sigo y lo señalo con el bate, diciendo:


—Eh, Chad... Si vuelvo a verte, te mataré. Y le cierro la puerta en las narices.

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