Divina

Divina

viernes, 4 de diciembre de 2015

After 3 Capítulo 58


Pau

Las bocas están abiertas. Los labios se mueven sin emitir sonido alguno. Y la música rebota contra las paredes, taladrando mi mente.

«¿Cuánto tiempo llevo aquí de pie? ¿Cuándo he entrado en la cocina?» No lo recuerdo.

—Eh. —Dan se desliza ante mí y me estremezco un poco apoyada contra la encimera. Su cara está algo descentrada; lo miro más fijamente intentando enfocarlo. 

—Eh... —Mi respuesta sale taaaan lentamente...

Él sonríe.

—¿Estás bien?

Asiento. O creo que lo hago.

—Me siento un poco rara —admito, y busco por la habitación a Zed. Espero que vuelva pronto.

—¿Qué quieres decir?

—No sé..., me siento como... rara. Como borracha, pero más lenta, aunque al mismo tiempo tengo mucha energía.

Sacudo la mano frente a mi cara..., tengo tres manos.
Dan se echa a reír.

—Debes de haber bebido un montón.

Asiento de nuevo. Miro al suelo. Veo a una chica cruzar frente a mí a la velocidad de un caracol. 

—¿Zed va a volver? —le pregunto.

Dan mira alrededor.

—¿Adónde ha ido?

—A buscar a Steph por mi bebida. —Me recuesto en la encimera. Probablemente a estas alturas tengo la mitad del cuerpo encima. No podría asegurarlo.

—¿Ah, sí? Hum..., puedo ayudarte a buscarlo —dice encogiéndose de hombros—. Creo que lo he visto subir la escalera.

—Vale —digo.

Creo que no me gusta Dan, pero necesito encontrar a Zed porque siento la cabeza cada vez más y más pesada.

Lo sigo lentamente mientras se abre paso entre la multitud y se encamina hacia la escalera. La música está increíblemente alta ahora, y me doy cuenta de que estoy moviendo la cabeza adelante y atrás, adelante y atrás mientras subo la escalera.

—¿Está ahí arriba? —le pregunto a Dan.

—Sí. Creo que justo acaba de entrar ahí. —Señala con la cabeza hacia la puerta al final del pasillo.

—Ésa es la habitación de Pedro —lo informo, y él se encoge de hombros nuevamente—. ¿Puedo sentarme un minuto? Creo que ya no puedo seguir andando.

Me pesan los pies, pero es como si mi mente se volviera cada vez más aguda, y esto no tiene sentido para mí.

—Sí, claro, puedes sentarte aquí. —Dan me coge del brazo y me lleva a la antigua habitación de Pedro.

Tropiezo hasta llegar al borde de la cama y los recuerdos parecen tomar forma y girar en el aire a mi alrededor: Pedro y yo sentados en la cama, en el mismo lugar en el que estoy ahora. Lo besé aquí por primera vez. Me sentía tan abrumada y confusa por mi creciente necesidad de estar cerca de él..., mi chico oscuro. Ésa fue la primera vez que pude entrever a ese Pedro más suave y amable. No se quedó durante mucho tiempo, pero fue bonito conocerlo.

—¿Dónde está Pedro? —pregunto mirando a Dan.

Una expresión atraviesa su cara y desaparece al reír.

—Oh, Pedro no está aquí. Dijiste que estabas segura de que no vendría, ¿recuerdas? 

Cierra la puerta a su espalda y echa la llave.

«¿Qué está pasando?»

Mi mente bulle con las posibilidades, pero mi cuerpo se siente demasiado pesado como para moverse. Quiero tumbarme, aunque una alarma aúlla en mi cabeza empujándome a luchar.

«¡No te tumbes! ¡Mantén los ojos abiertos!»

—A... abre la puerta —digo mientras intento levantarme, pero la habitación comienza a dar vueltas.

Casi como si estuviera preparado, alguien llama entonces a la puerta. El alivio me inunda cuando Dan gira la llave y abre para dejar entrar a Steph.

—¡Steph! —gimoteo—. Él... está haciendo algo...

No sé cómo explicarlo, pero sé que estaba a punto de hacer algo.
Ella mira a Dan, que le dedica una siniestra sonrisa. Vuelve a mirarme a mí y simplemente pregunta: 

—¿Haciendo qué?

—Steph... —la llamo de nuevo. Necesito su ayuda para abandonar esta habitación poseída por fantasmas.

—¡Deja de lloriquear! —estalla de pronto, y pierdo el aliento.

—¿Qué? —consigo articular.

Pero Steph simplemente le sonríe a Dan mientras mete la mano en la bolsa que ha traído. Cuando vuelvo a gemir, se detiene y me fulmina con la mirada.

—Joder, ¿es que no te callas nunca? ¡Estoy harta de oír cómo te quejas todo el tiempo, zorra! Mi cerebro no funciona bien. Steph no puede estar diciéndome todas esas cosas.
Pone los ojos en blanco.

—Buf, y esos estúpidos pucheritos inocentes... Tía, dale un puto respiro ya.

Unos segundos más rebuscando en la bolsa y por fin dice:

—Lo he encontrado..., toma. —Le pasa un objeto pequeño a Dan.

Casi me desmayo, pero un leve pitido me devuelve la conciencia... al menos durante unos pocos segundos más.
Veo una pequeña luz roja, como una pequeña, pequeñísima cereza.
Como el vodka sour de cereza. Steph, Dan, Molly, Zed. La fiesta. Oh, no.

—¿Qué has hecho? —le pregunto, y ella vuelve a reír.

—¿No te he dicho que dejes de gimotear? Estarás bien —gruñe, y se acerca a la cama.

Hay una cámara en las manos de Dan. La luz roja indica que está encendida.

—A... apártate de mí —intento chillar, pero me sale como un susurro.

Trato de ponerme en pie, pero vuelvo a caer sobre la cama. Es muy blanda..., como arenas movedizas.

—Creía que tú... —comienzo a decir.

Pero Steph me pone las manos en los hombros y me empuja contra el colchón. No puedo volver a levantarme.

—¿Qué creías? ¿Que era tu amiga? —replica arrodillándose en la cama y cerniéndose sobre mí. Sus dedos agarran entonces el bajo de mi vestido y comienza a levantármelo hasta los muslos—. Estabas demasiado ocupada siendo una zorra y yendo de Zed a Pedro para comprender que en realidad siempre te he despreciado. ¿No crees que si me importaras una mierda te habría dicho que Pedro salía contigo sólo para ganar una apuesta? ¿No crees que una amiga te habría avisado?

Tiene razón, y una vez más mi idiotez resulta totalmente obvia. Mi cerebro embotado multiplica la punzada de la traición... y, cuando ahora miro a Steph, el diablo pelirrojo, su cara está retorcida, distorsionada de la forma más diabólica imaginable, y el brillo de sus ojos oscuros hace que me recorran escalofríos.

—Oh, por cierto —se ríe—, confío en que te lo pasaras bien esperando a que Pedro apareciera por su cumpleaños. Es increíble lo que se puede hacer con un mensaje y una cámara de vídeo; aún puede ser peor, ¿verdad?

Trato de luchar contra Steph, pero es imposible. Aparta con facilidad mis dedos de donde los he clavado en sus brazos y continúa subiéndome el vestido. Cierro los ojos e imagino que Pedro entra a la fuerza en la habitación y me rescata, mi caballero de la negra armadura.

Pedro lo... descubrirá... —la amenazo débilmente.

—Ja, ja, sí..., ésa es la idea. Y ahora, basta de cháchara.

Otro golpe en la puerta y de nuevo intento apartarla de mí, sin éxito.

—Cierra, deprisa —dice Dan, y cuando giro el cuello en dirección a la puerta no me sorprende ver que Molly se ha unido a nosotros.

—Ayúdame a quitarle el vestido —le ordena Steph.

Parpadeo y trato de sacudir la cabeza, pero no funciona. Nada funciona. Dan va a violarme, lo sé. Ése era el plan de Steph para esta fiesta. No era una fiesta de despedida en mi honor, sino una forma de destruirme. No tengo ni idea de cómo pude llegar a pensar que era mi amiga.

El cabello de Molly me cae en la cara cuando trepa a la cama a mi lado, y Steph me empuja y me hace rodar para tener mejor acceso a la espalda de mi vestido.

—¿Porrr quéee? —Se me quiebra la voz y soy vagamente consciente de las lágrimas en mis mejillas, que ahora empapan las sábanas de la cama.

—¿Por qué? —me imita Dan, acercando la cara a la mía—. ¿Por qué? El cabrón de tu novio se grabó mientras se follaba a mi hermana, ése es el porqué. —Su aliento caliente en mi cara parece barro.

—¡Vayaaa! —dice Molly en voz alta—. ¡Creía que habías dicho que sólo le sacarías unas cuantas fotos!

—Y eso haremos..., y quizá también un pequeño vídeo —responde Steph.

—¡Ni hablar! Joder, no, tía, ¡no puedes hacer que la viole! —grita Molly.

—No va a hacerlo... No te pases. No soy una psicópata ni nada de eso. Sólo va a tocarla y a fingir que están follando para que cuando Pedro vea la cinta pierda la cabeza. Sólo imagina su cara cuando vea a la inocente putilla de su novia siendo follada por Dan. —Steph se ríe—. Creí que estabas de acuerdo con esto —le sisea a Molly—. Dijiste que lo estabas.

—Estoy de acuerdo con cabrearlo, pero no puedes grabar esa mierda. —Aunque Molly está susurrando, puedo oírla claramente.

—Suenas como ella. —Steph me da la vuelta después de quitarme el vestido.

—Para —gimo.

Steph pone los ojos en blanco y Molly parece a punto de vomitar en cualquier momento.

—Ya no estoy segura de esto —dice Molly presa del pánico.

Steph la coge entonces del hombro con violencia y señala:

—Bueno, pues ahí está la puerta. Si vas a comportarte como una mariquita floja, ve abajo y nos reuniremos contigo dentro de un rato.

Otro golpe en la puerta y oigo la voz de Tristan.

—Steph, ¿estás ahí? —pregunta desde el pasillo.

«Él también, no.»

—Mierda —murmura Steph—. Sí..., hum..., estoy hablando con Molly. ¡Salgo dentro de un minuto!

Abro la boca para gritar, pero su mano cae sobre mi cara para silenciarme. Es pegajosa y huele como a alcohol.
Intento mirar a Molly en busca de ayuda, pero ella me da la espalda. Cobarde.

—Ve abajo, cariño, enseguida estaré contigo. Molly está... disgustada. Cosas de chicas, ¿sabes? — miente Steph y, a pesar de todo este follón, no puedo evitar sentirme aliviada de que Tristan no sepa nada de las crueles intenciones de su novia.

—¡Vale! —grita.

—Ven aquí —le ordena a Dan en voz baja. Entonces me toca la mejilla—. Abre los ojos.
Los abro apenas y siento las manos de Dan subiendo por mi muslo. El miedo me atraviesa y vuelvo a cerrarlos.

—Me voy abajo —dice Molly finalmente cuando Dan alza la pequeña cámara a la altura de su cara.

—Bien. Cierra la puerta —le suelta Steph.

—Muévete —dice Dan, y el colchón se hunde debajo de mí cuando Steph baja de la cama para cederle el sitio—. Sostén la cámara.

Intento con todas mis fuerzas reemplazar las manos de Dan por las de Pedro en mi mente, pero es imposible. Las manos de Dan son suaves, demasiado, e intento sustituirlas por algo, cualquier cosa.

Imagino la más suave de las mantas que tenía en mi niñez rozando mi piel... La puerta se cierra señalando la salida de Molly y yo vuelvo a gemir.

Pedro te hará daño —digo con la voz estrangulada, y mantengo los ojos fuertemente cerrados.

—No, qué va —replica Dan—. Querrá asegurarse de que nadie más vea esto, así que no hará una mierda. —Sus dedos pasan por encima de mis bragas y me susurra—: Así es como funciona el mundo.

Hago acopio de todas mis fuerzas e intento apartarlo de mí, pero sólo consigo agitar un poco la cama.
Steph se ríe de forma diabólica.

—¡ Pedro es un imbécil, ¿vale?! —grita poniéndome la cámara en la cara—. Y siempre está follándose a la gente: se folló a la hermana de Dan, me folló a mí, ligó con un montón de chicas, se las folló y luego las dejó de lado. Hasta que llegaste tú, claro. Por qué le gustas tanto es algo que nunca entenderé. —Su tono está lleno de disgusto.

—¡Pau! —La voz de Zed estalla entonces desde algún lugar, y Steph me tapa la boca de nuevo cuando oigo golpear la puerta con fuerza.

—Estate calladita —me ordena.

Intento morderle la mano. Ella me cruza la cara de un bofetón, pero por suerte casi ni lo siento.

—¡Abre la puta puerta, Steph! ¡Déjame entrar! —grita Zed.

«¿También está metido en esto? ¿Tenía Pedro razón sobre él? ¿Es que todo el mundo a mi alrededor intenta hacerme daño?»

La idea no resulta imposible: casi todo el mundo en quien he confiado desde que llegué a la universidad me ha traicionado. Los nombres siguen amontonándose.

—¡Echaré la puerta abajo..., no estoy de coña! ¡Ve a buscar a Tristan! —lo oigo gritar, y Steph de inmediato aparta la mano de mi boca.

—¡Espera! —chilla yendo hacia la puerta.

Sin embargo, es demasiado tarde. La puerta se abre violentamente con un sonoro crujido y la mano de Dan ya no está sobre mí. Cuando abro los ojos lo veo apartándose a toda prisa mientras Zed entra en la habitación; su presencia lo llena todo.

—¡Pero ¿qué coño...?! —grita corriendo hacia mí.

Alguien me cubre el cuerpo con una sábana mientras intento alcanzarlo.

—Ayúdame —le suplico, y rezo para que él no esté metido en esta pesadilla. Para que de verdad pueda oírme.

Avanza hacia Steph y le arranca la pequeña cámara de las manos.

—Pero ¿qué cojones te pasa? —La deja caer al suelo y la pisa repetidamente.

—Tranqui, tío, sólo era una broma —dice ella, y se cruza de brazos justo en el momento en que Tristan entra en la habitación.

—¿Una broma? ¡Primero metes algo en su bebida y ahora estás aquí arriba, con una videocámara mientras Dan intenta violarla! ¡Eso no es ninguna jodida broma! Tristan se queda con la boca abierta.

—¿Qué?

Siempre tan manipuladora, Steph señala con un dedo acusador a Zed y rompe a llorar.

 —¡No le escuches!

Zed niega con la cabeza.

—No, tío, es verdad. Ve y pregúntale a Jace. Steph le pidió una benzo... ¡y ahora mira a Pau! La cámara que estaban usando está justo aquí —explica señalando al suelo.

Sostengo la sábana contra mi cuerpo e intento volver a sentarme, pero no soy capaz.

—Era una broma. ¡Nadie iba a hacerle daño! —dice Steph con una carcajada falsa que parece destinada a ocultar su maldad.

Pero Tristan mira a su novia horrorizado.

—¿Cómo has podido hacerle algo así? ¡Creía que era tu amiga!

—No, no, cariño, no es tan malo como parece... ¡Fue idea de Dan!

Dan levanta las manos, intentando evitar la culpa.

—¡Pero ¿qué coño...?! ¡No, no ha sido idea mía! Fue cosa tuya. —Señala a Steph y mira a Tristan —. Tiene una obsesión malsana con Pedro..., fue idea suya.

Tristan sacude la cabeza y se da la vuelta para abandonar la habitación, pero parece cambiar de idea y sus puños atraviesan el aire hasta conectar con la mandíbula de Dan. Éste se desploma en el suelo, y Tristan vuelve a dirigirse a la puerta. Steph sale tras él.

—¡Aléjate de mí! ¡Hemos acabado! —grita él, y desaparece.

Dándose la vuelta y mirándonos a todos, Steph grita:

—¡Muchas jodidas gracias a todos!

Quiero reírme por la ironía que supone que ella planeara este espectáculo del horror y culpe a todos los demás cuando le explota en la cara. Y si no estuviera aquí tumbada, recuperando el aliento, de verdad que me reiría.

La cara de Zed aparece sobre mí.

—Pau..., ¿estás bien?

—No... —admito, sintiéndome más mareada que nunca.

Al principio era sólo mi cuerpo el que iba lento; mi mente estaba ligeramente nublada, pero ahora puedo sentir que estoy cada vez más y más afectada por la droga.

—Siento haberte dejado sola. Debería haberlo sabido.

Después de que Zed ajuste la sábana alrededor de mi cuerpo, me pasa un brazo bajo las piernas, coloca otro en mi espalda y me levanta de la cama.
Empieza a sacarme de la habitación, pero se detiene enfrente de Dan, que está tratando de levantarse del suelo.

—Espero que, cuando Pedro descubra lo que has hecho, te mate. Lo mereces.

Soy ligeramente consciente de las exclamaciones y los susurros que despertamos a nuestro paso mientras Zed me lleva a través de la casa abarrotada de gente. Aunque no me importa. Sólo quiero escapar de este lugar y no volver jamás.

—Pero ¿qué demonios...? —Reconozco la voz de Logan.

—¿Puedes ir arriba y recuperar su vestido y su bolso? —le pide Zed en voz baja.

—Sí, claro, ahora voy —responde Logan.

Zed sale entonces por la puerta principal y el aire frío me golpea, haciéndome temblar. Al menos creo que estoy temblando, pero no podría decirlo realmente. Zed intenta ajustar aún más la sábana alrededor de mi cuerpo, pero ésta no para de caerse. Yo no le soy de ninguna ayuda, ya que apenas puedo mover los brazos.

—Llamaré a Pedro tan pronto como te meta en mi camioneta, ¿vale? —me dice Zed.

—No, no lo hagas —gimoteo.

Pedro estará muy enfadado conmigo... Lo último que quiero es que me grite cuando apenas puedo mantener los ojos abiertos.

—Pau, en serio, creo que debería llamarlo.

—No, por favor. —Empiezo a llorar de nuevo.

Pedro es la única persona a la que quiero ver ahora mismo, pero no quiero saber cómo reaccionará al descubrir lo ocurrido. De haber sido él quien hubiera aparecido en vez de Zed, ¿qué les habría hecho a Dan y a Steph? Algo que lo habría llevado de cabeza a la cárcel, seguro.

—No se lo digas —repito—. Nada de esto..., shhh...

—Lo descubrirá de todos modos. Incluso con el vídeo destruido, demasiada gente sabe lo que ha sucedido.

—No, por favor...

Oigo el suspiro frustrado de Zed mientras sostiene mi peso con un brazo para poder abrir la puerta del acompañante de su camioneta.

Logan regresa cuando Zed me coloca sobre el frío asiento.

—Aquí están sus cosas. ¿Está bien? —pregunta con evidente preocupación.

—Sí, creo que sí. Va hasta el culo de benzos.

—Pero ¿qué coño..?

—Es una larga historia. ¿Has tomado alguna vez? —pregunta Zed.

—Sí, una vez, pero sólo la mitad, y me desmayé después de una hora. Mejor reza para que no se ponga a alucinar. Algunas personas tienen reacciones muy locas a esa cosa.

—Mierda —gruñe Zed, y puedo imaginarlo retorciendo el aro de su labio entre los dedos.

—¿Lo sabe Pedro? —pregunta Logan.

—Aún no...

Los dos continúan hablando sobre mí como si yo no estuviera allí, pero me siento aliviada cuando la calefacción de la camioneta por fin deja de expulsar aire frío y comienza a generar calor.

—Necesito llevarla a casa —dice Zed por fin, y al cabo de pocos segundos está en la camioneta a mi lado.

Me mira con expresión preocupada y dice:

—Si no quieres que se lo diga, ¿adónde quieres ir? Puedes venir a mi casa, pero ya sabes lo mucho que se cabreará cuando lo averigüe.

Si pudiera articular una frase le contaría nuestra ruptura, pero como no puedo, emito un sonido que es algo entre un sollozo y una tos.

—Madre —consigo decir.

—¿Estás segura?

—Sí..., no Pedro. Por favor. —Respiro.

Él asiente y el vehículo comienza a moverse calle abajo. Trato de concentrarme en la voz de Zed mientras habla por teléfono, pero en mi intento por permanecer sentada erguida pierdo la pista de lo que dice y al cabo de pocos minutos estoy tumbada en el asiento.


Me rindo y simplemente cierro los ojos.

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