Pedro
Riley está mirando a Pau, que está de pie sobre la barra delante de ella.
—Joder, ¡pensaba que no se atrevería a hacerlo! —grita.
Yo también lo pensaba, pero está claro que está decidida a cabrearme esta noche. Riley me mira con cara de fascinación.
—Es muy salvaje.
—No, no lo es —digo en voz baja. Pau parece estar pasándolo fatal. Supongo que se estará arrepintiendo de su impulsiva decisión—. Voy a ayudarla a bajar de ahí. —Empiezo a levantar la mano, pero Riley me la aparta de una palmada.
—Déjala en paz, tío.
Miro a Pau de nuevo. La mujer que nos ha servido las bebidas está hablando con ella, pero no oigo lo que le está diciendo. Esto es una estupidez, ponerse a bailar en una barra con ese vestido tan corto. Si me inclino un poco seguro que se lo veo todo, como el resto de los presentes. Supongo que Riley ya se lo estará viendo. Me vuelvo hacia todas partes y veo que ninguno de los hombres grasientos que hay al otro lado han advertido su presencia. Todavía.
Pau observa a la mujer que tiene al lado con la frente arrugada con aire de concentración; todo lo contrario de su repentina necesidad de mostrarse «salvaje». Sigue los movimientos de la mujer y levanta una pierna, después la otra y a continuación menea las caderas.
—Siéntate y disfruta del espectáculo —me dice Riley a mi lado pasándome una de sus bebidas.
Estoy borracho, demasiado, pero tengo la mente muy clara mientras observo cómo Pau comienza a moverse. A moverse de verdad. Se coloca las manos sobre las caderas y empieza a sonreír. Ya no le importa que todo el mundo la esté contemplando. Me mira a los ojos y sus movimientos de baile se vuelven torpes por un instante, antes de que recobre la compostura y dirija la mirada al fondo de la sala.
—Excitante, ¿eh? —Riley sonríe a mi lado mientras se lleva la copa a los labios.
Sí, evidentemente, ver a Pau sobre una barra me pone muy cachondo, pero también me enfurece y no me lo esperaba. El primer pensamiento que me ha venido a la cabeza ha sido: «Joder, cómo me pone esto». Y el segundo es que no debería estar disfrutándolo tanto y debería sentirme irritado por su constante necesidad de desafiarme. Sin embargo, no puedo pensar con claridad por culpa del primer pensamiento, y por el hecho de que está bailando justo delante de mí. El modo en que el vestido se le sube por los muslos y la manera en que se sujeta el pelo con una mano y se ríe mientras trata de seguir los pasos de la mujer que tiene al lado... Me encanta verla así, tan despreocupada. No suelo verla reír de este modo con frecuencia. Una ligera capa de sudor cubre ahora su cuerpo y la hace brillar bajo la luz de los focos. Me revuelvo algo incómodo y me tiro de la parte delantera de la ridícula camisa que llevo puesta.
—Oh, oh... —dice la novia de Lillian.
—¿Qué pasa?
Salgo de mi trance y sigo la dirección de su mirada por la barra. Dos hombres que hay al otro extremo están embobados mirando a Pau, y por embobados quiero decir que tienen los ojos más salidos que mi puta polla en estos momentos.
Levanto la vista y veo que la falda de Pau muestra demasiado sus muslos. Cada vez que da un paso se le sube un poco más.
Ya es suficiente.
—Tranquilo, hombre —dice Riley—. La canción está a punto de acabar... —Y entonces levanta la mano y la menea justo cuando la música termina.
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