Divina

Divina

domingo, 24 de julio de 2016

Divina Capitulo 43


Septiembre:

Un mes que fue uno de los más intensos del año, sin dudas. Nos dieron las notas de los exámenes y al ver que nos había ido bien, habíamos respirados aliviados.
Solo quedaban los parciales, y estaríamos oficialmente graduados.

Esos días en la escuela, estaban siendo los más divertidos también. Nos habíamos unido como curso, y los profesores habían bajado un poco la exigencia al darse
cuenta de que estábamos en cualquiera.
Con M ay pegoteada todo el día a Facu, y nuestras recientemente estrenadas solterías, Pepe y yo pasábamos todo el día juntos. Se había cambiado de mesa en el
aula para estar en la mía, y nos veíamos a la tarde para pasar el rato.

Estaba preocupado por mí. Creía que me iba a deprimir por Fede, y andaría llorando por los rincones. Por eso, estaba más cariñoso que de costumbre. Si no era un
abrazo, me hacía cosquillitas en el brazo mientras el profesor hablaba, o me dejaba acostar en su hombro cuando veíamos alguna película en Italiano.

Aparentemente, habíamos optado por no hablar más de nuestros exs. Después de la última charla, estaba todo tan confuso. M e había llevado la mano a su corazón,
no me lo había imaginado. Y lo había hecho deliberadamente, para mostrarme que latía desbocado. ¿Por qué? No quería ni pensarlo. M e daban cosquillas en la panza si
lo hacía. Así que como si fuera una niña pequeña que se tapa los oídos para no escuchar, alejé todos esos pensamientos, los metí en una cajita y la archivé para luego, en
mi cabeza. Ahora estaba disfrutando del momento.

Por lo menos hasta que esa mañana, que recibí un mensaje que me dejó con un nudo en el pecho terrible. Era de Fede.

“Peque, perdón por todo. Sé que soy un boludo, al que no le importa nada y siempre arruina sus relaciones. Tenías razón. No tengo a nadie. Fuiste la única con
la que pude realmente hablar. No merezco que me perdones, pero quiero que charlemos. En la fiesta del cole? Por favor. Te prometo que es un segundo. Te quiero.”

M e sequé una lágrima de la mejilla y le respondí que si. Necesitaba ponerle un fin definitivo de una vez por todas.

Ese viernes, organizábamos una fiesta para recaudar fondos tanto para la fiesta de graduación, cómo para el viaje de egresados, y nos habíamos dividido las tareas
para ayudar.

Yo estaba con el grupo que se encargaba de las gaseosas, M ay, con los que cuidaban las puertas de los baños y Pepe en la entrada cortando tickets para ingresar.

Se había llenado de chicos de nuestra secundaria, de años inferiores, y nosotros, al ser los más grandes, éramos los responsables de que todo saliera como era
debido.

A las dos horas, habíamos terminado nuestros trabajos, y nos tocaba rotar. El resto de la noche estaríamos en el gimnasio asegurándonos que todos se divertían sin
perder el control, con mis otros compañeros.

La ex de mi amigo, Barbie, se había ido con todos los brillos. No nos pasó desapercibido como intentaba ganarse la atención de su ex, fallando miserablemente. Se
acercó, lo saludó, le dio charla, y él, frío como un témpano, contestaba con monosílabos, totalmente aburrido. Frustrada e indignada de que alguien no estuviera
besándole los pies, se fue. No sin antes mirarme con los ojos entornados llenos de odio. ¿Y a esta que mosca le había picado? ¿Qué culpa tenía yo de que Pepe pasara
de ella? Estúpida.

Estaba por ir a preguntarle si necesitaba algo, ya que miraba tanto, pero me llegó un mensaje de Fede. Estaba en la puerta esperándome, así que me fui diciéndoles a
mis amigos que ya volvía.

Ahí estaba. Apoyado en su auto con las manos en los bolsillos y luciendo más lindo que nunca. Una camisa celeste, sus pantalones negros y la camperita de cuero.
Se me hubiera caído la baba, pero después vi sus ojos. Estaba triste. M i corazón se hundió en un pozo.

—Hola, Pauli. – me saludó con un beso en la mejilla y una leve caricia en el cabello. Cerré los ojos y también lo saludé.

—Hola, Fede. – me sonrió y me hizo señas para que nos sentáramos en los bancos de la plaza del frente.

Nos miramos un rato en silencio hasta que él decidió empezara a hablar.

—M e doy cuenta de que ya lo pensaste, y no me va a gustar tu respuesta. – me mordí el labio frenéticamente. —No me perdonas. ¿No?

—Si te perdono. – aclaré.

—Pero... – sonrió triste. —Te conozco, peque. Decime las cosas sin anestesia. – asentí.
Saqué un papel de mi bolsillo y se lo entregué.
—¿Y esto? – preguntó.

—Así es como quiero decírtelo. – expliqué y me quedé esperando mientras él lo abría y empezaba a leer.

“Querido Fede,
Yo sé que te puede parecer muy tonto estar leyendo esta carta justo en este momento. A mí también me hace sentir algo incómoda tener que esperar a que termines
de leerla, acá en silencio. Así que me traje los auriculares y voy a escuchar música hasta que me digas.”

Fede levantó la mirada y me sonrió negando con la cabeza. Efectivamente estaba enchufada a mi iPod.

“Te quiero decir, así, como me sale, todo lo que no pude decirte a la cara. Los dos sabemos que puedo ser muy bocona, y lo último que quiero es lastimarte.
Desde que te ví la primera vez, supe que me iba a enamorar de vos. Sos el chico más lindo, y hasta hace muy poco pensaba que eras perfecto.
Solía pasarme horas pensando en vos. Nunca me imaginé que pudieras fijarte en mí, pero lo hiciste.
Hace poco menos de un año, me diste un beso, y creo que por más besos que de en mi vida, a ese, no me lo voy a olvidar nunca.
Como tampoco me voy a olvidar de todas las veces que cuidamos a tu hermano e hicimos de niñeros... y hasta de cocineros juntos. Compartimos juegos, charlas,
momentos especiales... Momentos nuestros.
Pero el tiempo pasó y se nos puso en contra.
Vos, con tu carrera, y yo con mi último año de colegio, íbamos a contramano.
Te extrañaba, Fede. Te extrañaba todo el tiempo.
Tanto, que empecé a ver fantasmas. No te puedo culpar a vos de mi desconfianza, como lo hice. Fui muy injusta. Yo buscaba ver fotos tuyas de Bariloche, yo me
hacía la cabeza con las cosas que tuiteabas, yo te vi en el cine con Celeste y me lo callé, yo vi en Facebook como salías una noche que me dijiste que te quedabas a
estudiar.
Yo, decidí no decir nada por miedo. No quería enfrentar las cosas, y me terminé llenando de bronca. Algo dentro mío, en donde te tenía a vos, se rompió.
Te había idealizado injustamente, y ahora sé que cada uno fue en esta relación, como pudo. Como le salió.
Y te quise. Un montón. Siempre lo voy a hacer.
Vos me enseñaste a querer de esta manera. ¿Cómo no te voy a querer? Me enseñaste sensaciones que ni sabía que existían, y también hiciste que me cuestione
cosas que daba por sentadas. Me ayudaste a abrir los ojos y encontrar mi camino.
Llenaste mis tardes de dulzura, mis noches de sueños bonitos, mi iPod de canciones de amor, y mi agenda de páginas sentidas.
Sé que pensas que arruinas todas las relaciones porque nada te importa, pero tengo que dejarte en claro que eso no es así. Sí que te importa. Yo lo sé, porque me
lo hiciste sentir. Al menos la mayor parte del tiempo. Y si tenés gente que te quiere. Abrí los ojos, Fede.
Belu me dijo que no pensabas con la cabeza, y aunque me da gracia tener que estar de acuerdo con ella, lo estoy.
Lo hacés con el corazón.
No me arrepiento de haber sido tu novia, me encantó pasar por tu vida y dejarte un recuerdo, como vos a mí me dejaste tantos.
Gracias, por todo.

Te quiero para siempre.
Pauli (Peque)”

Fede levantó la mirada de la hoja y me hizo señas para que lo escuchara. M e quité los audífonos y esperé.

—Realmente deberías dedicarte a esto. – dijo levantando mi carta. —M e estás dejando y me siento... hasta emocionado con lo que escribiste. – se rió con tristeza.

—Es lo mejor para los dos. – dije bajito. El asintió y me acarició la mejilla con los nudillos.

—Sos divina, Pauli. – me miró a los ojos. —No dejes nunca que nadie te diga que no podés hacer algo que se te da tan bien, ni te desanime. Fui muy idiota esa vez. –
lo estaba por interrumpir, pero siguió hablando. —Yo también te voy a querer para siempre, peque.
Se acercó y me abrazó con cariño.

—Siento mucho que haya terminado así. – me susurró.

—Yo también. – contesté.

Nos separamos y nos dimos un pequeño besito en los labios. Uno de despedida.

—Quiero que me dediques tu primer libro. – me miró con su media sonrisa matadora, después de guiñarme un ojo, se fue.

Justo como en las viejas épocas, pensé y sonreí.
Volví al gimnasio, sintiéndome un poco triste, pero bien conmigo misma. M is amigos me miraron, pero no les dije nada. A los dos minutos tenía un mensaje.

“Peque, una cosa más, que necesito saber. ¿Tenía razón?” Fede.

Sabía a qué se refería. Cerré los ojos por un momento, y después contesté el mensaje de mi ex.

“Si.”


“Yo sabía. Sé feliz, divina. No te arrepientas nunca de nada. Te adoro.” – fue su respuesta. 

3 comentarios:

  1. Lloreee, que lindooo, me encantaa.
    Necesito que pepe y pau esten juntos ahora
    @BelnConti

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  2. Lloreee, que lindooo, me encantaa.
    Necesito que pepe y pau esten juntos ahora
    @BelnConti

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