Octubre:
El mes de octubre fue un mes diferente, en el que tuvimos
que adaptarnos a muchas cosas.
Para empezar, nuestra amiga M ayra estaba de novia. Era
oficial, y ahora a donde ella iba, Facu la acompañaba. Estaban todo el día
abrazados, diciéndose cosas al
oído y besándose por ahí.
En los recreos, ya no estaba con nosotros, y algunas tardes
ni siquiera aparecía.
Los padres de su chico, trabajaban a esa hora, y le dejaban
la casa para él solo. Así que no era difícil adivinar que lo primero que hacía,
era llamarla.
En la escuela, la novedad de su noviazgo había sido motivo
de miles de chismes, y comentarios. Todos estaban pendientes de la nueva
parejita, que no tenía ni un
poquito de vergüenza de mostrarse siempre de la mano.
Y yo, estaba contenta porque la veía feliz. Pero en el
fondo, muy en el fondo, sentía un poco de celos.
No solo de que otra persona acaparara el tiempo de mi amiga,
si no también de la linda historia de amor que estaba viviendo.
Una de esas tardes, en las que sucedió el milagro y quiso
juntarse con nosotros, mientras merendábamos en el cuarto de Pepe, nos contó
que después de un
intento más, por fin había podido estar con Facu.
Lo habían hecho, y nos había dado todos los detalles.
Pepe, en más de una oportunidad, se tapó los oídos con la
almohada. Según él, era como estar escuchando como su hermana había perdido la
virginidad, y no le
divertía en lo más mínimo.
Obviamente empezamos a pincharlo para que nos contara él de
su experiencia, pero como siempre, había dicho que no.
Solo pudimos sacarle que él la había perdido el año
anterior. Eso era todo. No sabíamos con quién, o cómo había sido, ni nada.
Después que dejáramos de torturarlo, volvimos al tema con
más seriedad que antes.
M i amigo le había preguntado si se estaban cuidando, y ella
le respondió que si. El había asentido tranquilo, y le había advertido que
debía hacerlo siempre.
—Voy a empezar a tomar anticonceptivos. – dijo convencida.
—Tengo turno con mi doctora mañana.
—Así vas a estar más tranquila. – opinó Pepe. —Pero el
primer mes, te tenés que cuidar de otras formas. No quiero ser tío.
Nos reímos a carcajadas, aunque estábamos francamente
aterrados ante la idea.
—¿Te dolió? – pregunté arrugando la nariz.
—¿Por qué esa cara de asco? – dijo mi amigo riéndose.
—No es asco. – le expliqué. —Es... no sé. M iedo.
M ay se rió y siguió contando.
—Pensé que me iba a doler mucho más. – mi amigo puso los
ojos en blanco y se tapó los oídos. —Es un ratito, y después se me pasó.
—Entonces, tuvo cuidado. ¿Fue... delicado? – Pepe bajó las
manos y la miró atento. Por más que no se sintiera muy cómodo con la charla, se
preocupaba por
ella. Y por su mirada amenazante, podía adivinar, que si mi
amiga nos decía que no... Facu se iba a enterar.
—Obvio. – respondió con cara de enamorada. —Fue perfecto. Y
tierno...
—Agh – dijo mi amigo tapándose otra vez.
—¿Ahora quién pone cara de asco? – le dije muerta de risa.
—M e tengo que buscar más amigos varones. – contestó
levantándose. —M e voy a bañar, ustedes sigan charlando.
A la noche, ya en casa, todos los días y a la misma hora,
Fede me escribía para preguntarme qué estaba haciendo, o cómo estaba. Por lo
general, esas charlas se
extendían por horas sin que nos diéramos cuenta.
M e había contado todo acerca de las materias que tenía, sus
amigos y las cosas que hacía. El, por su parte, ya sabía todo a cerca de Pepe y
M ay, de tanto que
conversábamos.
A veces, sin ninguna excusa, me mandaba algún video o foto
graciosa haciéndome reír en cualquier momento o lugar en el que me encontrara.
Y otras, me mandaba ese tipo de mensajes que me nublan la
razón y me cortan el aliento.
“Estabas muy linda hoy, Paula.”
“Hace tres horas que estamos escribiéndonos, y ya tendría
que estar durmiendo.”
Yo me reía como tonta, y le contestaba alguna pavada
haciéndome la distraída. No quería demostrarle lo mucho que me gustaba, aunque
se notara.
“No te entretengo más. Anda a dormir, Fede. Nos vemos en
el cole.”
Y él contestaba al instante.
“No me molesta. Me encanta hablar con vos. Pero... si no
me vas a dejar dormir, prefiero que sea en otras circunstancias...”
Abrí los ojos como platos y por poco grito. Después me
acordé que mis padres estaban durmiendo, así que me contuve.
Como la cobarde que era, me quedé dormida pensando una
respuesta para darle, pero nada se me ocurrió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario