Divina

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lunes, 11 de julio de 2016

Divina Capitulo 3


Algunos días después, todavía se seguía hablando de lo ocurrido esa noche. Quienes habían ido, y quienes no, sabían que había sido uno de los mejores
cumpleaños. Y solo se habló de otra cosa, de cara a otro suceso importante de las vacaciones.

Llegaba el festival del verano. Un evento en donde varias bandas tocaban durante el día y la noche, que se realizaba en las Sierras de Córdoba.

Nosotros íbamos principalmente a ver Babasónicos, pero sabíamos que también irían otros importantes y reconocidos DJs.

Nos había costado un tiempo lograr que nos dieran permiso para ir, así que la expectativa era altísima. Todos en mi curso asistirían.

Esa mañana, nos levantamos cuando todavía el cielo estaba oscuro y nos juntamos en la casa de Pepe porque Facu nos pasaría a buscar desde allí.

M ay, se había vestido casual, pero sexy. Tenía unos shorts de jean deshilachados y una remera corta con una camisa a cuadros abierta arriba. Estaba preciosa. Y
morada por el frío.

Es que a la mañana la temperatura estaba bastante baja. Pero bajo el lema “antes muerta que sencilla” hizo el sacrificio y se la aguantó como la mejor.

Yo, había optado por un jean roto en las rodillas y un top parecido al de M ay, que combiné con un collarcito de cuarzo rosa que se había convertido en mi talismán
de buena suerte, desde que me lo puse un día, y Fede me había mirado. O casi.

Yo estaba cerca, y él pasó caminando de frente... No importa.

Pepe dormía sentado en la mesa mientras esperábamos a Facu, que llegó puntual en el auto de su hermano.
No hace falta decir que el saludo que nos dedicó a todos, M ay incluida, fue escueto y casi temeroso.

Nos sentamos los tres atrás, y nos pusimos a charlar de cualquier cosa mientras viajábamos. Con Pepe, intercambiábamos miradas por el espejo retrovisor cada
vez que lo descubríamos a Facu mirando a nuestra amiga.

¿Por qué no se animaba a hablarle de una vez? Era obvio que le gustaba.

Una hora y media después, llegamos y tras dejar el auto bien estacionado, fuimos a buscar lo esencial para llenar la mochila y sobrevivir hasta que se hiciera de
noche sin tener que cruzarnos al mercado en medio recital

M i mochilita nueva estaba siendo bautizada de la mejor manera. La llenamos de comida chatarra, un paquete de pañuelitos descartables, botellitas de agua y
protector solar.

Las bandas estuvieron espectaculares. No recuerdo ni la mitad de los nombres, pero sé que algunas, eran famosas y todo. Cantamos con toda la fuerza de nuestra
voz cuando llegó el turno de Babasónicos, y yo me subí en los hombros de Pepe.

M ayra era demasiado grandota y corría el riesgo de partirlo a la mitad, y yo, que era un gnomo, nunca veía nada.

Nos fuimos bien adelante cuando empezó a sonar “Sin mi diablo”, y aunque nos aplastaron y empujarnos hasta dejarnos pisoteados, seguimos cantando o
chillando ya a esa altura, totalmente transpirados.

En un arranque de valentía, Facu le ofreció los hombros a M ay, y ésta más feliz imposible se le trepó como koala, haciéndonos partir de la risa. Y después...
Después pasaron varias cosas...

Nos perdimos. Había sido tal el descontrol del público en la canción, que habíamos terminado en lugares diferentes. Y ahora yo estaba con Pepe tomando agua de
las botellitas desesperadamente como si hubiéramos pasado días en el desierto, mientras él... bueno, él estaba distraído con una promotora que tenía una calza blanca
que dejaba muy poco a la imaginación.
De Facu y M ayra, ni noticias.

Deshechos, y tapados en tierra, nos arrastramos hasta el estacionamiento. En algún momento de la caminata, Pepe tuvo que subirme otra vez a su espalda
porque mis pies estaban prendidos fuego. Quería llorar.

Para nuestra sorpresa, Facu y M ay ya estaban ahí esperándonos, y estaban muy raros. Los dos en silencio, parados sin hacer nada. Si hubiera tenido las fuerzas
suficientes, hubiera hecho algún chiste al respecto, pero si hablaba, tal vez me desmayaba. Era demasiado esfuerzo.
Al llegar, nos quedamos a dormir en lo de M ay, y entre risas y anécdotas del día, nos contó que cuando desapareció con Facu, habían buscado un lugar tranquilo
para charlar.

Obviamente con Pepe aplaudimos y dijimos

-¡Por fin! Pero no.

Nada había pasado. Así como se los cuento. NADA.

El, con su timidez característica, le había dicho que le gustaba y la había tomado de la mano.
Pedro no pudo contenerse y estalló en carcajadas. No podía creerlo.
Desde esa noche, el pobre Facundo, había sido apodado “tortuga” por lo lento y fue víctima de millones de burlas hasta que finalmente nos quedamos dormidos.


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