Algunos días después, todavía se seguía hablando de lo
ocurrido esa noche. Quienes habían ido, y quienes no, sabían que había sido uno
de los mejores
cumpleaños. Y solo se habló de otra cosa, de cara a otro
suceso importante de las vacaciones.
Llegaba el festival del verano. Un evento en donde varias
bandas tocaban durante el día y la noche, que se realizaba en las Sierras de
Córdoba.
Nosotros íbamos principalmente a ver Babasónicos, pero
sabíamos que también irían otros importantes y reconocidos DJs.
Nos había costado un tiempo lograr que nos dieran permiso
para ir, así que la expectativa era altísima. Todos en mi curso asistirían.
Esa mañana, nos levantamos cuando todavía el cielo estaba
oscuro y nos juntamos en la casa de Pepe porque Facu nos pasaría a buscar desde
allí.
M ay, se había vestido casual, pero sexy. Tenía unos shorts
de jean deshilachados y una remera corta con una camisa a cuadros abierta
arriba. Estaba preciosa. Y
morada por el frío.
Es que a la mañana la temperatura estaba bastante baja. Pero
bajo el lema “antes muerta que sencilla” hizo el sacrificio y se la aguantó
como la mejor.
Yo, había optado por un jean roto en las rodillas y un top
parecido al de M ay, que combiné con un collarcito de cuarzo rosa que se había
convertido en mi talismán
de buena suerte, desde que me lo puse un día, y Fede me
había mirado. O casi.
Yo estaba cerca, y él pasó caminando de frente... No
importa.
Pepe dormía sentado en la mesa mientras esperábamos a Facu,
que llegó puntual en el auto de su hermano.
No hace falta decir que el saludo que nos dedicó a todos, M
ay incluida, fue escueto y casi temeroso.
Nos sentamos los tres atrás, y nos pusimos a charlar de
cualquier cosa mientras viajábamos. Con Pepe, intercambiábamos miradas por el
espejo retrovisor cada
vez que lo descubríamos a Facu mirando a nuestra amiga.
¿Por qué no se animaba a hablarle de una vez? Era obvio que
le gustaba.
Una hora y media después, llegamos y tras dejar el auto bien
estacionado, fuimos a buscar lo esencial para llenar la mochila y sobrevivir
hasta que se hiciera de
noche sin tener que cruzarnos al mercado en medio recital
M i mochilita nueva estaba siendo bautizada de la mejor
manera. La llenamos de comida chatarra, un paquete de pañuelitos descartables,
botellitas de agua y
protector solar.
Las bandas estuvieron espectaculares. No recuerdo ni la
mitad de los nombres, pero sé que algunas, eran famosas y todo. Cantamos con
toda la fuerza de nuestra
voz cuando llegó el turno de Babasónicos, y yo me subí en
los hombros de Pepe.
M ayra era demasiado grandota y corría el riesgo de partirlo
a la mitad, y yo, que era un gnomo, nunca veía nada.
Nos fuimos bien adelante cuando empezó a sonar “Sin mi
diablo”, y aunque nos aplastaron y empujarnos hasta dejarnos pisoteados,
seguimos cantando o
chillando ya a esa altura, totalmente transpirados.
En un arranque de valentía, Facu le ofreció los hombros a M
ay, y ésta más feliz imposible se le trepó como koala, haciéndonos partir de la
risa. Y después...
Después pasaron varias cosas...
Nos perdimos. Había sido tal el descontrol del público en la
canción, que habíamos terminado en lugares diferentes. Y ahora yo estaba con
Pepe tomando agua de
las botellitas desesperadamente como si hubiéramos pasado
días en el desierto, mientras él... bueno, él estaba distraído con una
promotora que tenía una calza blanca
que dejaba muy poco a la imaginación.
De Facu y M ayra, ni noticias.
Deshechos, y tapados en tierra, nos arrastramos hasta el
estacionamiento. En algún momento de la caminata, Pepe tuvo que subirme otra
vez a su espalda
porque mis pies estaban prendidos fuego. Quería llorar.
Para nuestra sorpresa, Facu y M ay ya estaban ahí
esperándonos, y estaban muy raros. Los dos en silencio, parados sin hacer nada.
Si hubiera tenido las fuerzas
suficientes, hubiera hecho algún chiste al respecto, pero si
hablaba, tal vez me desmayaba. Era demasiado esfuerzo.
Al llegar, nos quedamos a dormir en lo de M ay, y entre
risas y anécdotas del día, nos contó que cuando desapareció con Facu, habían
buscado un lugar tranquilo
para charlar.
Obviamente con Pepe aplaudimos y dijimos
-¡Por fin! Pero no.
Nada había pasado. Así como se los cuento. NADA.
El, con su timidez característica, le había dicho que le
gustaba y la había tomado de la mano.
Pedro no pudo contenerse y estalló en carcajadas. No podía
creerlo.
Desde esa noche, el pobre Facundo, había sido apodado
“tortuga” por lo lento y fue víctima de millones de burlas hasta que finalmente
nos quedamos dormidos.
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