Divina

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miércoles, 20 de julio de 2016

Divina Capitulo 30


El día de mi cumpleaños número 17, comenzó como todos, con un desayuno de mi familia y mi regalo. Una cámara para llevar a mi viaje de egresados. Grité, salté,
bailé y hasta canté de la alegría. Era un modelo nuevo, que sacaba fotos geniales.

Al mediodía, mi novio me llevó a comer a un lugar bonito que tenía vista al río. M e regaló flores y el perfume que más me gustaba. Mientras comíamos, me besó y repitió que me quería y yo... Yo estaba en una nube, flotando, y seguramente con una cara de boba impresionante.

Volví a casa a primeras horas de la tarde, donde me recibieron mis amigos con abrazos y más regalos. M ay y Facu se habían puesto de acuerdo, y me habían comprado una agenda muy linda que me encantaba y ya estaba ansiando estrenar, y Pepe una pulserita divina con dijes chiquititos de plata en forma de libros y
notitas musicales. Me la puse, encantada y la miré por un momento. Era preciosa. Sin despreciar a mi chico, después de la cámara de mis padres, éste era el regalo más especial de todos. Desde ese día, nunca más me la quité.

M e alegraba de que Fede hubiera hecho las paces con Pepe de alguna manera. Porque no podría elegir entre mi mejor amigo y mi novio. Por cierto. ¿Dónde se había metido? Después de nuestro almuerzo no había vuelto a tener novedades de él.

A la noche, los invitados llegaron cargando bebidas, aprovechando que mi familia había salido. Era ya tarde, y me llegó un mensaje.

“Peque, me voy a casa de mi papá. Quiere cenar conmigo y Gabi. Mil disculpas. Te quiero”.

M i primera reacción, fue enojarme. ¡Era mi cumpleaños! ¿Cómo se lo iba a perder? Pero a medida que me iba bajando de a poco la temperatura, lo pensé mejor y me sentí egoísta por pensar así. Su hermanito querría verlo, y sus padres estaban por separarse.
Y del enojo, pasé a tener unas ganas terribles de abrazarlo.

Algo melancólica, entré a su cuenta de Twitter para ver sus fotos. Necesitaba verlo.
Nunca debería haberlo hecho.
Había un tuit de esa misma tarde que me hizo ruido.

“No puedo verte llorar, angelito”

¿Qué carajo? Empecé a ver rojo. Todo a mi alrededor estaba rojo y a mí me salía humo por la nariz.
Violenta como estaba, le respondí.

“¿Quién es angelito? Y qué es ese tuit?”

Su respuesta llegó más tarde de lo que hubiera querido, pero de todas formas, llegó.

“Peque, no quiero hablarlo por acá. Angelito es Belu, pero no es lo que te imaginas.”

¿De verdad se pensaba que iba a quedar todo así?
Disqué su número y esperé. M e importaba una mierda su cena, su padre y todos sus parientes. Es más, me cagaba en todos ellos y en su madre, de paso también.

—Peque. – respondió. —Lo podemos charlar después, en persona. M añana nos podemos ver un rato y...


Lo interrumpí, arrastrando las palabras, porque para ponerle un lindo moño a la situación, estaba un poco borracha.

—Lo hablamos ahora. – soné más enojada de lo que pretendía. —¿Cuándo la viste? ¿Por qué lloraba?

Escuché que suspiraba y soltaba el aire con fuerza y peor me enojé. ¿Encima se hacía el agobiado? Quería rayarle el auto. Ya ven, no quieren hacerme enojar. No soy de pensar las consecuencias de mis actos.

—Nos vimos hace unos días con el resto de mis amigos, y hoy un rato. – dijo tranquilo, mientras a mí se me retorcían las entrañas. —M e extraña, por eso lloraba.

—No sé que decir. – ¿Había dicho eso en voz alta? Aparentemente.

—M e partió el alma verla así. Ella es tan sensible, tan buenita... – su tono dulce de verdad me daba nauseas. —Pero le dejé claro que estoy con vos, y que te quiero.

—Genial. – dije cortante. —Te llamo en otro momento, me voy a festejar mi cumpleaños con mis amigos. Besotes.

Colgué el teléfono y fui con Pepe y M ay, que sin hacerme preguntas, se encargaron de que por una noche me olvidara hasta de mi nombre. Facu se había encargado de hacer unos tragos buenísimos para levantarme el ánimo, y yo...

Yo me levanté a las cinco de la tarde del otro día, con M ay y Pepe a mi lado cuidándome para que no me ahogara en mi propio vómito, probablemente.


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