Como correspondía, los días de vacaciones nos los pasamos
haciendo nada. A veces en casa de M ay, otras en la de Pepe, a veces en la mía,
pero siempre igual.
Frente a la tele, en el sillón, o repartidos en el enorme
estudio que mi amiga tenía. Hacía frío para salir a pasear porque si, y en el
cine no estaban dando nada interesante.
Nos llenamos de comida chatarra, y cocinamos juntos una
torta también. Era una noche que mi amigo se había comprado un juego para la Play , y para estrenarlo,
se nos antojaron unas galletas.
Cómo habíamos ido de galletas a torta, quién sabe. Pero nos
había quedado riquísima.
Otro día, con M ay, nos habíamos quedado ordenando su
guardarropa. Habíamos reunido dos bolsas gigantes para donar, y una de prendas
que ya no servían para
descartar.
Todo esto, sin contar con las bolsas de ropa nueva que
teníamos que ubicar.
Al otro día, nos la habíamos pasado durmiendo porque
estábamos cansadísimas por todo el esfuerzo.
Pero después de tanto vagar, estábamos de cara a otro de los
eventos más importantes del año.
El cumpleaños de mi amigo Pedro.
Por suerte, nos había resultado fácil decidir su regalo,
porque él mismo nos lo había pedido. Unos botines nuevos. No cualquier par,
unos que nos habían costado
un ojo de la cara, pero bueno. Era para nuestro mejor amigo,
así que lo valía.
Además del regalo, habíamos organizado una salida para esa
misma noche. Con tiempo, avisamos que nos quedaríamos a dormir en la casa de
nuestro amigo, para
que no hubiera malentendidos con los padres, y ya estaba
todo listo.
El padre de Pepe, le había hecho un asado, así que teníamos
la cena solucionada también.
Invitamos a Facu, que fue con unos amigos de fútbol, y una
vez que estuvimos listos, nos fuimos a Nueva Córdoba, como siempre. A probar
suerte.
Entramos por lista con el nombre de un conocido del hermano
de Facu sin problemas, en uno de los boliches más conocidos y estábamos que
saltábamos de la
alegría.
Nos sacamos unas mil fotos con cada celular, y estuvimos
probando algún que otro trago que nos regalaron cuando dijimos que uno de
nosotros estaba cumpliendo
años.
M ejor no les decíamos cuántos cumplía.
Facu y M ay, se dieron un par de besos y bailaron toda la
noche juntos, pero en ningún momento se aislaron, porque ella quería disfrutar
la noche con amigos.
Y yo, me la pasé mirando mi celular toda la noche.
Fede tenía ganas de charlar. Así que más de una vez, mis
amigos me hablaban y yo estaba en la luna riéndome mientras le contestaba.
En eso estábamos cuando mi amigo me pasó un vaso con
cerveza.
—¿Fede? – me conocía.
—Si, me está preguntando en qué boliche estoy. – dije
mientras escribía.
—¿Te vas a ir con él? – había sonado un poco enojado, así
que levanté la mirada.
—No. – lo dije con tanta decisión, que su gesto se suavizó
un poco. —Es tu cumpleaños, me quedo con ustedes.
Suspiró y tomó de su vaso.
—Pau, si querés irte... – dijo pensándoselo mejor. No era
egoísta. —No me voy a enojar. Avisame... porque nos volvemos juntos.
Asentí y vi como se iba por ahí.
M inutos después, Fede entraba por la puerta del boliche y
me clavaba la mirada. Estaba con un grupo grande de amigos, y no se me acercó
en ningún momento.
Pedro me miraba cada tanto, como preguntándome por qué no
iba a saludarlo, pero yo cumplía con lo prometido y no me moví de mi lugar.
Los mensajes seguían llegando a mi celular, y yo los
contestaba, pero sin entender.
O sea, me tenía a metros de distancia. ¿Por qué no se me
acercaba a habar en persona? Yo no iba a ir.
Primero porque estaba en un cumpleaños, y segundo porque me
moría de vergüenza.
M ay, al verme con cara larga, me sacó a bailar justo cuando
sonaba el tema de Deorro y aunque era en lo único que podía pensar, traté de
ignorar el hecho de que
Fede me miraba y bailé con mi amiga, como siempre hacíamos.
Al ratito, Facu también se sumó y nos seguimos divirtiendo
como si nada.
Pepe iba de vaso en vaso, mientras bailaba cada tanto con
alguna chica, que con el cuento de “es mi cumpleaños”, se había ganado un par
de besos y abrazos. La
estaba pasando genial.
M ás tarde, el grupo de Fede se mezcló con la gente, y
caminando, pasó por donde estábamos. M e detuve cuando nuestras miradas se
encontraron, como había
hecho la última vez, y él, sonrió y me guiñó el ojo.
—Hola, Paula. – me saludó.
—Hola, Fede. – pude contestarle esta vez.
Su sonrisa se ensanchó, y se fue, no sin antes tirarme un
besito al aire.
Casi me muero.
M ay a mi lado, me apretó el brazo y empezó a gritar como
loca. Como buena amiga que era, sentía la emoción como si todo esto le estuviera
pasando a ella misma.
Pepe...
Estaba haciendo fondo blanco a su trago, mientras miraba
toda la escena y levantó apenas un dedo pulgar. Supongo, a modo de
felicitación.
A los pocos minutos tenía un mensaje en el celular. ¡Era de
Fede!
“Sos muy linda, Paula”
M ay, al verlo, me tomó del brazo y me llevó al baño para
que habláramos mejor. Después de mucho debatir la mejor respuesta con mi amiga,
le contesté.
“Gracias.”
Patético.
Entre las dos no habíamos podido pensar en nada más
interesante para decirle. Con razón no teníamos novio.
Obviamente, ese fue el final del intercambio de mensajes por
esa noche.
Salimos del baño algo desanimadas, cuando Facu nos gritó
desde la otra punta del lugar.
Corrimos hasta donde estaba, asustadas porque todo el mundo
se había amontonado y ya nadie bailaba.
Pedro se estaba matando a trompadas con un chico.
Estaba tan borracho, que se había puteado con alguien, y se
habían ido a las manos. Facu intentaba ponerse en medio y frenarlos, pero
también cobró.
Nos echaron a todos del lugar, algunas trompadas y patadas
después.
Paramos un taxi y llevamos a nuestro amigo a su casa, para
curarle las heridas. Por suerte, no le había pasado nada. Solo tenía algunos
cortes en el rostro, y la
camisa rasgada. El pobrecito se dejó que le limpiáramos con
desinfectante y que le pusiéramos hielo donde le dolía casi sin quejarse.
Se durmió con una de cada lado en su cama, mientras lo
cuidábamos.
Había que decir la verdad, el otro chico la había sacado
mucho peor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario