Divina

Divina

miércoles, 27 de julio de 2016

Divina Capitulo 49



Diciembre:

(Antes de Bariloche)

Los primeros días del mes, nos la pasamos juntos. No nos despegábamos ni a sol ni a sombra. Lo acompañaba a sus partidos de fútbol, y él se quedaba todas las tardes conmigo a ver los programas que me gustaban en la tele.
Cosa que antes ya hacíamos como amigos, pero ahora tenían algunos condimentos especiales también.

Como era el hecho de que ignoráramos la pantalla y nos dedicáramos exclusivamente a besarnos con la tele de fondo.

Esos momentos se habían vuelto mis favoritos del día. Todo desaparecía y estábamos solos los dos y no importaba nada más.
Siempre empezábamos solo con un abrazo, luego algún besito inocente, y terminábamos enredados en el sillón en un lío de piernas y brazos, y respiraciones jadeantes. Con solo sentir el perfume de su cuello, alcanzaba para querer tomar su cabello con violencia y pegarme a su cuerpo.

Nunca había sentido esa necesidad, pero era como si quisiéramos fundirnos con el otro y no pudiéramos. Era frustrante a la vez emocionante, y si... caliente.

Aunque estuviéramos compenetrados y muy en nuestro momento, los oídos eran como antenas, que cuando percibían que alguien se acercaba a la sala, nos ponían alerta y rápido nos sentábamos correctamente.


Mis padres no eran tontos. Se nos notaba desde lejos, pero al menos frente a ellos, nos controlábamos.

En casa de Pepe, las cosas eran muy diferentes.
Sus padres, no estaban en todo el día, y no teníamos que tener tantos cuidados.
No habíamos hablado del tema, y me ponía algo nerviosa. Sabía que llegaría el día que él quisiera ir más allá y yo... Yo nunca estaba lista al parecer.

Con Fede habían pasado meses, y nunca me había sentido preparada. No habíamos sacado el tema del sexo, pero estaba ahí. Sobre todo cuando nos quedábamos en su casa y después almorzar, nos íbamos a “dormir la siesta”.
No dormíamos nada.
Eran puras excusas para ir a abrazarnos a su cama.

Me daba cuenta de que algunas veces, se nos iba de las manos, y mi novio, no era de madera. Íbamos a tener que bajar la velocidad o terminaría siendo complicado.
Y ese, no era el único tema del que no hablábamos.

El hecho de que Pepe se iba en dos meses a España, parecía ser una charla pendiente, pero ninguno estaba dispuesto a ser el primero en mencionarlo.
Nos habíamos declarado nuestro amor, nos habíamos puesto de novios, pero en el fondo, existía la duda.

¿Hasta cuando estaríamos juntos si él se iba? ¿Seguiríamos saliendo pero a distancia? Y lo más grave de todo. ¿Cómo iríamos a quedar después de esa despedida?
No quería pensar en eso, porque me destrozaba.
Quería disfrutar lo que teníamos, porque no se comparaba a nada de lo que había sentido.
Y por ahora, prefería imaginarme que sería para siempre.

La noche de navidad, mis padres habían organizado una cena para la familia por todo lo alto, y claro, ahora que Pepe  era mi novio, también iba a asistir.
Para que el pobre no se sintiera tan intimidado, yo había invitado también a May y Facu, que llegaron puntuales, y con más comida.

Mi madre no cocinaba, pero había comprado comida hecha para la ocasión, para un grupo de 50 personas.

No llegábamos a 20, y muchos eran niños o bebés que no iban a comer lo que el resto. Había dispuesto todo en el jardín, al que había iluminado especialmente.

Una vez en la mesa, la conversación empezó a fluir entre los adultos, y nosotros, en nuestro mundo, molestábamos o hacíamos pavadas.
A medida que nuestras risas se fueron haciendo más ruidosas y molestas, mi padre decidió integrarnos en su charla para ver si nos calmábamos.

—May. – miró a mi amiga con una sonrisa afectuosa. —¿Ya tenés pensado qué vas a hacer el año que viene?


—Si. – dijo aplaudiendo. —Voy a estudiar Turismo y Hotelería. Quiero viajar por el mundo, y conocer todo. – agregó entusiasmada.

—Uy, Pauli. – dijo mi papá. —Vas a ser la única que se queda en Argentina, parece. – había sido un comentario sin mala intención, casi de pasada, pero a mi me sentó como un cachetazo.

—¿Vos también te vas? – preguntó mi tía Irma a Pepe.

—A España. – respondió con voz neutra. —En febrero.

—¡España! ¡Qué hermoso! – exclamó. —Yo tengo amigas de allá. Vas a conocer unos lugares impresionantes.

Y tal y como me había pasado ese día en clases, mi corazón se rompió y me tuve que ir de la mesa para que nadie me viera llorar.
Pedro me había seguido casi al instante y cuando llegamos a la cocina, me abrazó con fuerza.

—Pauli. – empezó a decirme, pero lo hice callar. Simplemente no podía hablar del tema en ese momento.

—No, Pepe. – me negué. —No digas nada, por favor.

El asintió y siguió abrazándome hasta que, muy de a poco, me fui calmando. Cuando mi cara estuvo nuevamente decente, y ya no se me notaba la congestión de las lágrimas, volvimos a la mesa de la mano, un poco cabizbajos los dos.

May nos miró preocupada, demasiado nos conocía, pero mi novio negó con la cabeza para que no hiciera preguntas.

Apenas terminamos de comer, Facu puso música en la sala para los cuatro y tratamos de levantar nuestro ánimo bailando. Después del brindis de las 12, nos íbamos a la fiesta que Juan, nuestro compañero, hacía en su casa para los chicos de los dos cursos. Así que esta, de alguna manera, era nuestra previa.

Me había puesto un vestido que me encantaba. Era negro, y ajustado en los lugares indicados. Unas sandalias altísimas, y al cabello lo llevaba suelto, con ondas.

May, tenía una pollerita en línea A, y un Crop Top que le dejaba visible la parte alta del abdomen. Estaba preciosa.

Los chicos estaban de camisa y jean, también muy guapos. Cada uno con su estilo particular.

Habíamos logrado atracar la heladera, y teníamos dos botellas de vino espumante escondido detrás del sillón. Los adultos estaban en el patio de todas maneras, así que podíamos empezar a brindar desde temprano.


Unas copas más tarde, se nos olvidaron todas las penas y bailamos las canciones que siempre escuchábamos.

Pepe me dio vueltas para todos lados, como siempre apenas sonaba cumbia, y yo me moría de risa tratando de no matarme al caer de los tacos altos.

Con “Noche Loca” no pudimos evitar reírnos. Nos traía lindos recuerdos. Esta vez, que podíamos, la bailamos pegados y nos cantamos al oído todo eso de “las ganas que tenemos”... El calor que hacía en esa sala, empezaba a sofocarme.
Era tan fácil dejarse llevar y olvidarse de dónde estábamos...

Las manos de Pepe bajaban por mi caderas, hasta mi trasero, al que sujetó con fuerza ante la atónita mirada de mi mamá que justo pasaba por ahí, camino a la cocina.

Nos reímos cuando se fue, pero en el fondo, había sido un momento bastante incómodo para ambos.

Brindamos con mi familia, algo tambaleantes. Evidentemente achispados por tanto espumante, y partimos en un taxi hasta la casa de Juan.

Ya se pueden imaginar el tipo de descontrol que había en ese lugar.
M úsica fuerte, gente por todas partes, alcohol, entre otras cosas, y destrozos. No quería imaginarme la cara de sus padres cuando volvieran de donde sea que estuvieran.

Rápidamente nos buscamos un vaso para cada uno, para hacer otro brindis, por la navidad, por los amigos, por el fin de la escuela, porque nuestra amiga había aprobado sus exámenes de inglés y por lo que se nos iba ocurriendo.

May, que ya estaba borracha, se subió a una de las mesas y bailó para todos. M is compañeros aplaudían, y silbaban, aunque Facu estaba con cara larga, rogándole con la mirada que se bajara de una vez.

Sonaba una especie de Electrolatino, reggaetón o bachata muy difícil de identificar pero que las letras eran puro sexo, y con Pepe nos pusimos a bailar.

Nos mecíamos lentamente con el ritmo pegajoso de la canción, siendo conscientes de que estábamos atrayendo muchas miradas. No importaba.
Cerrábamos los ojos, y ya no estaban ahí.

Pasé mis manos por sus hombros y las crucé detrás en su cuello acercándolo. El sujetó mi cintura y cuando estuvimos pegados, acarició mi espalda sin dejar de moverse.

Inevitablemente, nuestras bocas se buscaron y ya no hubo vuelta atrás. Sus besos eran un camino de ida, siempre. Aunque seguíamos bailando, lo hacíamos cada vez más torpes, más descuidados. Otra vez esa sensación de necesidad que me encendía por dentro...

—Me estoy poniendo loquito. – susurró sobre mis labios. Y no sé si fue el tono de voz, o lo que había dicho, pero sentí una descarga eléctrica por todo el cuerpo.
Sonreí.

—Yo también. – confesé.

Se mordió los labios como meditando algo, y después ya más resuelto, tomó mi mano y nos fuimos de la sala camino al pasillo. Las puertas estaban cerradas, pero de todas formas, Pepe, se aventuró a entrar por una. La habitación del hermano mayor de Juan.

La cerró con traba por dentro y me miró.
Y una vez allí, de nuevo, las dudas y miedos que tan familiares me resultaban, me daban ganas de salir huyendo. Mi novio me tomó por la cintura y besando mi cuello, me hizo retroceder hasta que caímos juntos en la cama.

—No vamos a hacer nada, Pau. – me aclaró entre besos, poniéndome la piel de gallina. —Quería estar así con vos, los dos solos. Nada más.

Quería preguntarle por qué, pero era tal el alivio que sentía, que me relajé y besé su boca con desesperación. Ya no existía la presión de pensar que podía pasar algo. No iba a suceder.

Pedro se acomodó entre mis piernas y me acarició las rodillas, haciendo que las levante hasta apoyar los pies en el colchón. Me mordía el labio inferior muy despacio mientras acariciaba ahora mi cintura. El peso de su cuerpo sobre el mío, era delicioso. Gemí cerrando los ojos, sin poder evitarlo.

No iba a suceder, pero irónicamente, ahora me moría de ganas.
Meneó su cadera de manera ondulante y gimió también. Se nos estaba yendo de las manos.

Sujetándome nos giró y me puso sobre él. El vestido se me levantaba y sus ojos viajaban por mis piernas, quemándolas.

Casi por instinto, me moví sobre él haciendo un circulo, sintiéndolo entre mis piernas y clavé mis dedos en su pecho.

—M mm... Pauli. – jadeó apretando su agarre y alentándome a que siguiera haciéndolo.

Marcamos el ritmo mirándonos a los ojos, enloquecidos. Tiré mi cabeza hacia atrás, sintiendo que me aceleraba de manera demasiado agradable. Demasiado como para frenar.

Vi que se levantaba apenas, aumentando la fricción entre nuestros cuerpos a través de la ropa, mientras yo gemía. Y entonces, exploté.
La sensación fue tan fuerte que creo que grité.


Calor, me envolvía todo el cuerpo, en un placer que no podía ni describir. Caí sobre su pecho agitada sin saber ni cómo me llamaba.
Me acarició la espalda y con la voz algo ronca, me preguntó.

—¿Te gustó? – me incorporé apenas para mirarlo a los ojos y me sonrió.

—Me encantó. – dije con la respiración entrecortada.

—¿Era la primera vez que...? – asentí interrumpiéndolo. —¿Sola tampoco? – preguntó sorprendido.

—Tampoco. – aunque nunca lo hubiera experimentado, sabía lo que había ocurrido. Había tenido un orgasmo, y había sido... Había sido genial.
Movió su cadera una vez más, gruñendo.

—Verte así, casi me mata. – me besó de manera salvaje. —A mí también me encantó.

—Si, pero vos... – señalé su pantalón. Estaba por reventar el cierre. Se rió.

—Yo, la voy a pasar mal un rato. – hizo un gesto de dolor acomodándose. —Pero se me va a pasar. – me mordí los labios mirándolo y él tomó aire con fuerza. — Espero.

Nos reímos los dos.

Cuando estuvimos de nuevo presentables, salimos a la fiesta donde casi nadie se había percatado de nuestra ausencia. Y digo casi, porque Facu nos miraba con una sonrisa pícara, entornando los ojos. Haciéndonos reír.

Desde ese momento en adelante, sentí que algo más me unía a Pedro. Lo que habíamos compartido había sido tan íntimo, que de solo recordarlo, me llenaba el
pecho de una sensación cálida que me abrumaba.

—Te amo. – le dije al oído, sintiéndolo con tanta intensidad, que dolía.

—Yo también te amo, hermosa. – respondió antes de besarme.

Fue también el momento en el que ya no pude seguir ignorando su viaje. ¿Cómo iba a estar sin él? Se iba, era un hecho. Y yo terminaría con el corazón roto.

No dije nada para no arruinarnos la noche. No quería que la recordáramos por ponernos tristes. Así que puse buena cara, y seguimos compartiendo con nuestros amigos, tratando de olvidarme de todo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario