Divina

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viernes, 22 de julio de 2016

Divina Capitulo 37



Junio:

Así de rápido, había pasado la mitad del año y ya teníamos los parciales encima.
Fede tenía un mes lleno de actividades. Entre trabajos prácticos, parciales y luego finales, no nos veríamos como de aquí hasta el mes que viene. Tratábamos de mantenernos por lo menos comunicados, por teléfono, mensajes y cuando podía escaparse de los libros, a veces pasaba por casa para darme un beso y se volvía a ir.

M ay había discutido con Facu, y estaba de mal humor, así que no tenía ganas de juntarse con nadie. Su novio había dicho que la llamaba una tarde, y se había olvidado. Se había ido con sus amigos por ahí, y cuando la llamó esa noche para charlar, mi amiga estaba hecha una furia.

En el fondo sabía que la pelea era una pavada, pero hacía tanto tiempo que estaban bien, que tal vez discutieran para no aburrirse.
Yo no pensaba tomar partido por nadie. En todo caso, escuchaba a M ay, porque era mi mejor amiga, pero no daba mi opinión. Ya se arreglarían.

Pepe estaba dividido entre las prácticas de su equipo de fútbol, el colegio, -en el que le estaba yendo sorprendentemente bien-, y su novia.
La chica tenía a mi amigo de un lado para el otro. No le bastaba con estar con ella en todos los recreos, también estaban juntos a la tarde.

Ya había ocurrido, que le mandara un mensaje para hacer algo, y me respondiera que no podía, porque estaba con ella.
¿Es que era necesario que estuvieran pegados? Ella no era tan pesada con Fede. Y May...
Bueno, M ay era un poco pesada con Facu. Pero por algún motivo desconocido, no me importaba tanto.

En clases, era el único momento en que estábamos los tres juntos como siempre había sido.

—Deberíamos planear algo para cuando terminemos de rendir. – sugerí. —Podríamos salir.

—Le dije a Barbie que podíamos ir a ese lugar nuevo que abrió en Nueva Córdoba. – comentó mi amigo.

—Sin novios o novia. – aclaré irritada. —Nosotros nada más.

M ay, me miró extrañada por la propuesta, porque por lo general yo era la que quería incluir a Fede en todo.

—M mm... ok. – accedió mi amigo también confundido.

—Por mi perfecto. – dijo mi amiga. —M e da lo mismo, capaz para esa época ya haya cortado con Facu.

Con mi amigo pusimos los ojos en blanco. Era una exagerada. Cada vez que se peleaba con su chico, amenazaba con terminar la relación, y la cuestión es que
seguían juntos.

—Podemos hacer una fiesta en casa. – dijo Pedro entusiasmado. —M añana mis viejos se van de viaje por quince días y me dejan la casa para mi solo.

Las dos estuvimos de acuerdo y seguimos haciendo planes hasta que entró el profesor y comenzó a dar la clase.

M ay, que estaba aburrida, se puso a escribirme en un papelito y me lo pasó.

“A Pedro le dejan la casa para él solo justo que tiene novia... ¿Te imaginas lo que va a ser eso?”

No, gracias. Prefería no imaginar a mi amigo haciendo quién sabe qué con su novia teniendo la casa para ellos solos. Levanté la mirada y vi como se aguantaba la
risa.
Como yo no contestaba, me volvió a quitar la nota y escribió a continuación.

“Si vemos que el lunes, Barbie no puede caminar, o cae en muletas, ya sabemos por qué fue.”

Arrugué la nariz del asco, y rompí el papelito en miles de pedazos. La idea de Pepe, acostándose con Barbie, me generaba rechazo. Pero así y todo, tenía que
reconocer que mi amiga tenía razón.

Iban a ser dos semanas sin sus padres... obviamente llevaría a su novia... y obviamente se quedaría a pasar la noche más de una vez.
Con ella no tendría que sacar el colchón que tenía guardado, porque compartirían la cama.

M ay me miró sin entender qué me pasaba y le señalé el profesor. Pensando que había roto el papel para que no nos descubrieran, asintió y sentándose derecha se
puso a escuchar la clase.

Yo, en cambio, no podía prestar atención. M i amiga acababa de plantarme una semilla muy peligrosa en la imaginación. M iré de reojo a mi amigo, que
disimuladamente sacaba su celular debajo de la mesa y se ponía a escribir algo. Estaría chateando, seguramente, con su novia.

Una vibración en mi bolsillo me distrajo.
Saqué el teléfono y me fijé que tenía un mensaje.
Era de Pepe
.
“¿Venís a casa esta tarde para estudiar Italiano?”

Lo miré extrañada, y después le respondí.


“¿No te juntas con Barbie?” 

Si había algo de lo que estaba segura es que no tenía ni ganas de pasar tiempo con esa chiquilla. Que mi amigo estuviera de novio con ella, no quería decir que yo tuviera que ser su amiga, o algo por el estilo. Además, necesitaba estudiar de verdad para los parciales, y su tono de voz, ya me
desconcentraba.

“No, hoy no. ¿Venís?”

“Dale, a las 4 voy a tu casa.” – le contesté.

A la salida de la escuela, recibí otro mensaje, pero esta vez de Fede.

“Peque, esta tarde me desocupo un ratito. ¿Querés que nos veamos?”

“Rindo Italiano en un par de días. Me junto a estudiar. Si termino temprano, te aviso.”

Hacía días que no lo veía, pero ya llegaría el fin de semana. Tal vez el sábado nos viéramos un rato, si hoy se me hacía muy tarde.

Llegué a casa de Pedro a la hora que habíamos quedado. M e abrió la puerta, pero estaba al teléfono, así que hizo señas para que pasara directamente a la sala,
donde siempre estudiábamos.
Levantó el dedo índice para decirme que solo sería un minuto y yo aproveché para sacar mis libros y prepararlos.

—Bueno, Barbie. – lo escuché aunque se había ido a hablar a la cocina. —No, ya te dije que no. Necesito sacarme buena nota en Italiano. Nos vemos mañana. – suspiró exasperado. —Si, si. – lo conocía y sabía que había puesto los ojos en blanco. —Yo también, chau. Un beso.

¿Ya se decían que se querían y todo? Le pareció apresurado, pero no dijo nada. Y ¿Qué era eso de que necesitaba una buena calificación? Recordaba perfectamente que Italiano era una de las materias que tenía con 10. ¿Por qué le había mentido? ¿Por qué no quería verla? Tenía demasiadas preguntas, pero no hice ninguna en voz alta.

Como si nada hubiera ocurrido, me senté y me puse a subrayar lo más importante en mis apuntes, mientras él hacía cuadros con los visto en clase.

M ás tarde, ya teníamos los ojos cansados, y la espalda hecha pedazos así que decidimos descansar mientras veíamos tele.

Nos acurrucamos bajo la manta, porque hacía frío y encontramos justo una película que nos gustaba. La habíamos visto un par de veces, pero daba igual. Era vieja,
tal vez de los ochenta y la protagonista era M olly Ringwald.

Tomó mi mano y la estiró hacia un costado. Con la yema de los dedos me hizo cosquillas en la parte interna del brazo. Arriba y abajo, justo donde se doblaba por el codo. M e encantaba que me hicieran eso.

Lo miré sonriente y él también me sonrió antes de seguir mirando la tele.
Sin pensármelo dos veces, con la mano que tenía libre, desenredé su cabello pasándolo entre mis dedos. Se podía quedar dormido en segundos cuando alguien le hacía eso. Solía decir que lo relajaba.

—Es obvio que no vamos a seguir estudiando. – comentó en un momento. Los dos nos reímos a carcajadas.

—Ya me cansé de estudiar. – cerré los ojos cansada. —Si querés me voy, así aprovechas y ves a Barbie. – sugerí.

—¿Tenés ganas de ver a Fede? – abrí los ojos de repente y me estaba mirando fijo.

—El también tiene que estudiar. – mentí.

Se quedó en silencio un rato, para cambiar después de tema totalmente.

—No entiendo como te gusta que te hagan esto. – señaló lo que me hacía en el brazo. —Y te hacen tan mal las cosquillas en otras partes del cuerpo. – se rió. —Sos ridícula.

—A vos tampoco te gustan las cosquillas. – le dije frunciendo el ceño con una sonrisa.

—No tengo muchas. – se encogió de hombros. Lo miré incrédula. Los dos sabíamos que mentía.

—¿Vos, no tenés cosquillas? – me reí, y dándome vuelta, lo enfrenté y fui con las dos manos directo a su abdomen.

Automáticamente se empezó a reír, y a contorsionarse para todos lados para que lo soltara. La manta con la que estábamos tapados nos unía en los pies, y tanto lío habíamos hecho que al movernos, nos caímos los dos al piso. Con manta y todo.
Enroscados como estábamos, no podíamos dejar de reírnos de la torpeza con la que nos habíamos precipitado.

Respirando y tratando de volver a recobrar el aliento, nos quedamos mirándonos. Apoyó los codos en el suelo y se quedó suspendido sobre mi cuerpo.
Nunca habíamos estado así.
No podría explicar lo que estaba pasando en ese momento. Su gesto era raro y el mío tenía que ser un reflejo, porque me sentía rarísima también.

—No quiero ver a Barbie... – dijo de la nada.

—¿Ah? – pregunté sin entender con un hilo de voz.

—Que es raro y que no lo entiendo... – me explicó. —Pero no tengo ganas de verla.

Asentí apenas. M e pasaba lo mismo con mi novio. Simplemente no se me antojaba verlo.

—Y sé que vos tampoco querés ver a Fede. – dijo como leyendo mi pensamiento. Abrí los ojos como platos. ¿Qué estaba sucediendo? —No es normal, Pau.

Su rostro quedó a centímetros del mío y sentí que, literalmente, se me iba a salir el corazón por la boca. M e había metido en un universo paralelo, y no entendía nada de lo que ocurría.

Reaccionando, desenrosqué las piernas de la manta, y empecé a tomar distancia. Pepe me ayudó y se alejó también. Los dos nos sentamos normalmente y vimos cinco minutos más de película. Al rato, mis pensamientos empezaban a aturdirme, así que inventé una excusa, y me fui a mi casa caminando.
De más está decir que no dijimos ni una palabra del tema.

Pero claro, eso no quiere decir que no pensara en eso cada cinco minutos. ¿Qué había pasado con mi amigo? ¿Y lo que me dijo?
Era cierto.
No quería estar con Fede, y él, por lo visto, no quería ver a Barbie. ¿Qué había querido decir con eso? Tenía una sospecha, que se me hacía imposible. Pero y si...
¿Se sentía Pepe atraído por mi?

Rápidamente descarté la idea. Habíamos tenido miles de oportunidades en el pasado, cuando no estábamos de novios, de que sucediera algo y nunca se nos había cruzado por la mente si quiera. El me conocía demasiado, habíamos compartido tantas cosas... Era ridículo.

No podía pensar así. Empezaría a ponerme rara, y él se pondría raro también. Arruinaríamos una amistad hermosa, y todo por qué. Por un momento en la sala de su casa que no significó nada. Por un... algo... a lo que ni siquiera le podía poner un nombre. Parecido a la atracción, pero no de la misma manera en que su novio se la
provocaba.

Concluí que era el cariño que le tenía como amigo, y me obligué a dejar de especular pavadas para darle lugar a cosas que necesitaba resolver.
¿Qué era lo que me estaba pasando realmente con mi novio?
Algo faltaba...

Iba pensando tranquila, aunque con la mirada perdida como siempre me pasaba cuando soñaba despierta, y se me ocurrió comprar gomitas, para acompañar tanta
reflexión, obvio.

Lo único que tenía cerca era el shopping, así que entré por la puerta del cine que era la que estaba más cerca de mi calle. Para ser un día de semana, estaba bastante
lleno.

M e estaba por dirigir al mostrador, cuando ví una camperita de cuero que se me hacía conocida. ¡Fede!


Lo iba a saludar, pero después vi que no estaba solo. Una chica lo acompañaba. M e quedé congelada sin saber qué hacer.

Aproveché el tumulto y me escondí entre la gente para seguir viéndolos.
No estaban haciendo nada, solo charlaban. Ella era casi de su estatura, morena de pelo a los hombros y llevaba puesto un jean que le hacía las piernas eternas.

Posiblemente sería una de sus compañeras de la universidad, pero algo me impedía ir hasta allí y presentarme. Avanzaron hacia la caja, y ahí me di cuenta de que estaban haciendo fila para entrar al cine. ¿Qué carajo?
Yo le dije que no podía juntarme, después de todo... Pero ¿Tan rápido hacía plan? ¿Quién era esa?

No me iba a quedar ahí para ser descubierta mirando como una boba, eso seguro.
Salí corriendo y no paré hasta que llegué a mi casa. M e encerré en mi habitación y me quedé mirando el techo. Inconscientemente saqué mi agenda y empecé a
escribir todo eso que tenía en la cabeza. No es la primera vez que lo hacía, pero nunca antes había sentido esta necesidad. M i mente era un lío, necesitaba orden.

A la noche, Fede me llamó para charlar un rato. M e preguntó que había hecho, y gruñó cuando le conté que me había juntado sola con Pepe. ¡Que cara tenía! Al
instante, le hice a él la misma pregunta y me dieron ganas de arrojarle el teléfono cuando me respondió.

—Nada. Tenía que hacer unas compras y después estuve en mi casa estudiando. – mintió.

No solo quería arrojarle el teléfono, quería hacerlo contra su rostro, y ya de paso le tumbaba un par de dientes por el golpe. Enojada como estaba, no iba a tener esta discusión, y además me pondría en evidencia por espiarlo. M e callé, poniendo mi mejor sonrisa y cambié de tema. Claramente había descubierto qué era eso que
faltaba en nuestra relación y no me dejaba avanzar. Confianza.
Averiguaría la verdad a mi manera.


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