Al día siguiente, era sábado y teníamos la fiesta de un
chico del otro curso, amigo de Facu, pero yo no estaba de humor para ir.
Y M ay y Pepe decidieron hacerme compañía para levantarme el
ánimo.
M i amiga, me compró las revistas que me gustaban, y trajo
algunas películas para que viéramos. Y mi amigo, había llevado nuestro peso en
comida chatarra. Desde
pizza, pochoclo, papas fritas, nachos, hasta masitas,
alfajores y todo tipo de gomitas.
Los amé.
Vimos una maratón de Harry Potter, seguida de Los Juegos del
Hambre y por supuesto, Crepúsculo.
Pepe se había dormido en Luna Nueva, y no había manera de
resucitarlo. Así que no tuvimos mejor idea que hacerle unos dibujitos en la
cara muy pintorescos.
Unos bigotitos de gato, con naricita incluida, y unas
cuantas palabras obscenas que se nos fueron ocurriendo a medida que más y más
nos reíamos.
Aprovechando que nuestro amigo dormía, M ay me contó que las
cosas con Facu habían avanzado bastante.
Seguían sin decirse algunas cosas, pero estaba claro que se
querían.
Tal era el grado de confianza que se tenían, que la noche
anterior, ella se había quedado a dormir en su casa después de la fiesta.
Las cosas se habían puesto calientes demasiado rápido, y
cuando había querido darse cuenta, estaban sin ropa y muertos de ganas.
Al final, no había pasado nada. Pero no por no haberlo
intentado.
—No me entra, Pau. – dijo preocupada.
—¿Qué? – pregunté queriendo sonar igual de seria, pero
estaba por morirme de risa.
—Probamos... y nada. – se mordió el labio nerviosa. —No sé
cómo vamos a hacer. Creo que es imposible.
No aguanté y un poquito me reí.
—No digas pavadas. – hablábamos en susurros todavía para no
despertar a nuestro amigo, aunque no creo que una bomba hubiera sido capaz de
hacerlo. —Te
tenés que relajar. Es eso, nada más.
—¿Te parece? – su mirada asustada me daba ternura, así que
la abracé.
—Si, seguro. – me reí por lo bajo. —No te puedo hablar desde
la experiencia, pero casi segura de que solamente es eso.
Nos reímos.
—Tendría que preguntarle a Pepe. – dijo mirando a nuestro
amigo que estaba roncando. —El seguro tiene más experiencia...
—¿Vos crees? – nos encogimos de hombros. —Nunca nos cuenta
nada.
—Como sea, no quiero ser la mina que tenga su primera vez
con él, después de lo que vimos.
Estallamos en carcajadas.
Y como era lógico en ese punto de la conversación, fue
imposible no hacer comparaciones de tamaño, ahora que había otra referencia.
Con tanta comida, se nos hizo difícil conciliar el sueño,
pero después de un rato de mucha charla y risas, nos dormimos.
Todas mis angustias, olvidadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario