Divina

Divina

miércoles, 20 de julio de 2016

Divina Capitulo 28



Febrero:

Las cosas con Fede se habían enfriado un poco, pero no había pasado nada demasiado importante. Nos habíamos visto un día después, y no habíamos peleado ni
habíamos discutido sobre el asunto. Directamente no habíamos hablado del tema. Pero estábamos... bien.

Parecíamos estar evitando el tema, y todo había quedado ahí, después de su mensaje. Yo no quería decirle nada, esa es la verdad.
M sentía insegura.
Temía que si le reclamaba algo o me ponía muy paranoica, él se cansara y volviera con Belu.

Así que me quedaba callada, y soportaba las dudas que se formaban en mi cabeza.

Había días que estábamos juntos, y él me estaba besando... y yo lo único que podía pensar era en si había besado de la misma manera a su ex. Necesitaba decirle
las cosas, porque me conocía, y solo acumularía molestias hasta explotar y arruinarlo todo.

O me retraería por completo.
¿Qué hacía mientras tanto?
Huía.
Como la cobarde que era.

M e inventaba excusas y me juntaba con mis amigos. Sobre todo Pedro porque M ay estaba siempre con Facu.
Iba a su casa, o él venía a la mía, y así.
Ana, su mamá, ya ni me preguntaba si pensaba quedarme a comer. Directamente ponía un plato más en la mesa todos los días.

Tomábamos sol en la pileta, y nos bañábamos hasta que oscureciera prácticamente. Si el día estaba nublado o llovía, nos encerrábamos a ver una película en mi
casa.

Ese día en particular, era tan fuerte la tormenta, que se había ido la luz. Así que no teníamos mucho para hacer.

—Podemos jugar a las cartas. – sugirió.

Lo miré desanimada. No tenía nada de ganas de jugar a las cartas.



—Podemos... – pensó mirando hacia todos lados, para ver si se le ocurría algo. —Podemos ordenar tu habitación. – se rió. Era un lío, la verdad. Pero no tenía
ganas de limpiar.

—Nooo. – contesté tapándome el rostro con las manos.

—Podemos charlar. – me dijo serio. —M e podés contar por qué estás evitando a Fede.
M e quedé muda por un instante.

—No lo estoy evitando. – mentí. —Que sea mi novio no quiere decir que esté todo el día y todos los días con él.
M i amigo asintió.

—Hace como una semana que no se ven. – dijo pensativo. —Y no es que me moleste que nos juntemos, o eso... – se despeinó con una mano. —Pero sé que algo pasa, Pau. Contame.

Se acercó un poco a mí y me miró apretando los dientes.

—¿Te hizo algo? – quiso saber.

—No. – dije rápido y él respiró aliviado. —Estoy celosa de Belu. Eso me pasa.

—¿Por qué no se lo decís? – preguntó.

—Porque no quiero quedar como una novia perseguida. – bajé la mirada. —O como una boluda.

—Deberías decirle lo que te pasa, Pau. Y él debería saber que esas cosas te van a molestar. – me pareció que decía algo más por lo bajo, que sonaba bastante como un insulto, pero lo dejé pasar. Esta conversación no me estaba gustando nada.

—Tampoco tengo ganas de charlar. – dije malhumorada.
El me sonrió y se quedó pensando qué podíamos hacer.

—Podemos dormir la siesta hasta que vuelva la luz. – dijo encogiéndose de hombros.

—Esa es la mejor idea que tuviste hasta ahora. – le contesté riendo.

Cerré las cortinas para que no entrara tanta luz de día, ya que aun era la tarde, y a pesar de la lluvia, estaba demasiado iluminado para dormir. Saqué las mantas y
me recosté.

No estábamos en la casa de Pepe, y yo no tenía un segundo colchón para que él durmiera, así que se acostó a mi lado, mirando a la pared. Tal vez fuera el
aburrimiento, pero nos quedamos dormidos casi al instante.

M e desperté acalambrada, y muerta de calor. Por la tormenta, había cerrado la ventana y no corría nada de aire. Y si, tener a Pepe pegado a mi espalda tampoco
ayudaba. M e moví despacio tratando de respirar y él también se movió todavía dormido encerrándome entre los brazos.

Traté de soltarme, casi asfixiada pero nada. M i amigo había crecido y ahora tenía demasiada fuerza como para moverse ante mis patéticos intentos. Cansada por el
esfuerzo me quedé quieta y me puse a pensar.

Nunca había estado así con Fede. Nunca había dormido junto a él, ni nos habíamos quedado abrazados en la cama...

M e giré y me quedé mirando a Pepe dormir. Era una sensación agradable. Sus párpados se movían apenas y su pecho subía y bajaba tranquilo. No podía comprender que Barbie no quisiera nada con él. ¿Cuántas veces se había acercado a ella sin tener éxito? Demasiadas. Era una estúpida, y estaba segura de que si llegaban
a salir juntos, le haría daño. Fruncí el ceño.
La odiaba solo de imaginarme a mi amigo lastimado.

Rocé su mejilla con los nudillos.
Estaba con la cabeza en cualquier parte cuando mi celular empezó a sonar.
Obviamente Pepe, sobresaltado, abrió los ojos y se me quedó mirando por un instante. M e estiré para atender, pero al ver el nombre de mi novio, la ignoré. Lo mío era grave.

Dos segundos después tenía un mensaje.

“Pau, te extraño.” Fede. Suspiré y escribí una respuesta que sonara creíble. Como que estaba en el shopping a punto de pagar, y no podía atender. Y claro, que también lo extrañaba.

Mientras tanto, el silencio en la habitación era inmenso.
Vi por el rabillo del ojo, que mi amigo se pellizcaba el labio inferior con los dedos y se lo mordía. Estaba dándole vueltas a algo, lo conocía.

Dejé el celular en la mesita y me quedé mirando el techo.
Después de lo que pareció una eternidad, Pepe me habló.

—¿Te puedo hacer una pregunta? – tenía que ver con Fede, estaba segura. Había visto como rechazaba su llamada y le mentía para no atenderlo.

—No sé si voy a querer responder. – le advertí.

—Ok. Pero la hago lo mismo. – me reí. —¿Tenés lo que querías, con Fede?

—¿Lo que quería? – pregunté desconcertada.

—Eso que decías que querías cuando Facu y M ay empezaron a salir. – me aclaró, refrescando mi memoria.

Lo medité detenidamente hasta que pude responderle.


—Creo que si. – si, tenía sentimientos por mi novio, pero había algo que no terminaba de cerrarme. Desconfiaba y estaba celosa casi siempre. A M ay eso no le
ocurría. Pero aunque lo pensé, no se lo dije. Le daría otro motivo para que hablara mal de Fede, y no tenía ganas de escuchar que nadie me dijera que mi novio no me
convenía.

El asintió y no dijo nada más del tema.

—M e duele todo el cuerpo. – se quejó riéndose. —Te ocupaste toda la cama, Paula.
M e reí moviéndome a propósito, para que quedara atrapado contra la pared.

—Vos estabas ocupando todo, me tenías apretada al borde, no podía ni respirar. – le conté, mientras él me empujaba también.

—¿Cómo? ¿Así? – me tomó por la cintura y me estrujó haciéndome reír aun más. Sabía perfectamente que era mi punto débil y que me moría de las cosquillas.

—No, no, no. – le rogué. —No, Pepe. – traté de soltarme, y decirle que parara, pero llegaba un punto que no podía ni hablar.

—¿Qué? No te escucho. – se burló entre risas.
Empecé a pegarle en el pecho, hasta que por fin me soltó.

—No me aprietes más la panza. – le pedí recobrando el aliento. —Porque me voy a hacer pis encima. De verdad te digo.
M i amigo se rió a las carcajadas.

—Sos un asco. – abrí la boca haciéndome la ofendida y le apreté yo también la barriga.

—Ok, ok. – me frenó. —Yo también me hago pis.

Después de unas cuantas risas, nos turnamos el baño apurados. La luz había vuelto hacía horas, y ni nos habíamos dado cuenta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario