Divina

Divina

miércoles, 20 de julio de 2016

Divina Capitulo 29



Al otro día, ya no pude seguir evitando a Fede y lo llamé para que nos viéramos. Después de tanta lluvia, había salido el sol y hacía calor, así que fuimos a tomar un helado por ahí.
Estuvimos charlando de todo un poco hasta que salió el tema del día anterior.

—¿Qué hiciste ayer? Además de compras. – preguntó mientras comía su helado.

—M e junté con Pepe, se cortó la luz así que nos aburrimos... y dormimos la siesta. – le comenté. —¿Vos?

—M e junté con mis compañeros. – frunció el ceño. —¿Se juntaron los tres?

—¿Cómo? – dije sin entender, más concentrada en que se me chorreaba el chocolate.

—Que si estaban los tres. – aclaró lentamente. —Vos, Pepe y tu amiga M ayra.

—Ah. – no tenía sentido mentir, así que le dije la verdad. —No. Estábamos con Pepe, nomás.

—Durmiendo la siesta. – me miró con los ojos entornados y yo me reí de sus sospechas. Era increíble que se sintiera celoso.

—Es mi amigo, Fede. – ablandó su gesto apenas, y disimuló. Por lo poco que ya lo conocía sabía que estaba molesto.

—Deberíamos salir todos juntos. – sugirió.
Lo miré reflexionando sobre lo que me decía.

—¿Te parece? – me mordí el labio.

—Así los conozco mejor. Son tus amigos, como vos decís... y yo soy tu novio. No quiero que me apartes de esa parte de tu vida.

—Ok... – dije forzando una sonrisa. —Podemos salir con Facu también.

—Y Pedro puede traer alguna amiga... – lo miré extrañada. —Para que no seamos dos parejas y él solo.

—Claro. – respondí. El me sonrió conforme y acercó su rostro para besarme.
No me gustaba para nada la idea. Para nada.


Ese fin de semana era el último que Fede tenía libre antes de empezar el cursillo de la Universidad. Y decidimos salir el sábado a Nueva Córdoba.

Yo estaba en casa de Fede, así que nos juntamos directamente en la puerta del boliche. Decir que el aire se cortaba con un cuchillo, no era exagerar. M i amigo tenía la mandíbula apretada y trataba de no hacer contacto visual con nadie. Y mi novio, me tenía sujeta por la cintura en un gesto posesivo que me dejaba apenas caminar.
Estaba a punto de pisarlo con mi sandalia en el empeine para que dejara de ser tan idiota.

M ay y Facu, parecían ser los encargados de poner paños fríos y aligerar el ambiente. Charlaban, hacían chistes y sacaban temas de conversación para incluirnos a
todos.

Una vez adentro del lugar, nos pusimos a bailar. La música estaba fuerte y no hacía falta hablar, así que estábamos todos más cómodos. Fede, que era el único mayor de edad, se encargó de comprar las bebidas y Pepe, estaba pendiente de su celular esperando a la chica que había invitado.

Cuando llegó, nos miramos con M ay. Había invitado a M eli. La chismosa del curso. Sabíamos que no llamaría a Romi, porque no quería seguir dándole pie a que se
siguiera enganchando. Era un buen chico, y no quería lastimar a nadie.

M eli, estaba encantada. Se le había prendido al brazo apenas lo vió y lo hacía bailar cualquier canción que sonaba como si los demás no existiéramos.

Fede me decía cosas lindas al oído y me besaba cada vez que podía, y mis amigos estaban bailando cerca y charlando de manera relajada. Por un momento, pensé que funcionaría. Podrían llevarse bien todos, y no tendría más problemas. Pero entonces empezó a sonar “Loquita”.

M is pies se movían solos. M iraba a Pepe y quería irme a bailar con mis amigos. El, me miraba y la miraba a M ay. Estaba pensando lo mismo.

—Andá con tus amigos, peque. – me dijo Fede con un besito cerca del oído. Lo miré sorprendida. —Te morís de ganas. – se rió.

—¿Y vos? – pregunté.

—Yo bailo con M ariana. – dijo encogiéndose de hombros.

—M elisa. – le corregí entre risas. El hizo un gesto de desinterés. Le daba lo mismo ella y su nombre. —Gracias. – me acerqué a su boca y le robé un beso rápido antes de correr a donde estaban Pepe y May.

Como siempre, nos costó seguir el ritmo y mi amigo se turnaba con las dos para bailar y cantar la letra de la canción. “Un bailecito sensual” era alguna payasada y nos moríamos de la risa.

M i chico cada tanto nos miraba, pero no parecía hacerlo enojado así que me relajé y me divertí como a mi me gustaba.


Al otro día, me juntaba con él. Queríamos aprovechar a fondo ese fin de semana, porque después estaría en la facultad y no podríamos vernos con tanta frecuencia.

M e había invitado a su casa, y como se nos había hecho costumbre, estábamos en su cuarto, escuchando The Black Keys.

Estábamos en el sillón, pero no pasó demasiado tiempo hasta que los besos se pusieron más apasionados y termináramos en su cama. Sin saber qué estaba haciendo, levanté el ruedo de su camiseta y sin dudarlo, él se la quitó.

Conocía pocas cosas que me gustaran más que el torso desnudo de mi novio. Era perfecto. Cada músculo en su lugar. M is dedos no se cansaban de sentirlo, y mi cabeza daba vueltas a toda velocidad.

Tras un jadeo profundo, él imitó mi acción y me levantó el top por encima de mi cabeza. Dejándome llevar por el momento, lo ayudé y dejé que me lo sacara.
Tenía puesto mi corpiño más bonito. Uno negro bastante común, pero era bonito.
Y él debe haber opinado lo mismo porque me recorrió con la mirada y sonrió.

—Preciosa. – dijo casi en un susurro y volvió a besarme.

Ahora eran sus manos las que no podían dejar de moverse. Estar tan cerca, casi piel con piel, estaba haciéndome perder el control.

Posó una mano en mi barriga mientras besaba mi cuello, y comenzó a bajarla con una suave caricia que terminó en el botón de mi short.

Sentí la presión de sus dedos, y me dí cuenta de que intentaba desprenderlo. Abrí los ojos de par en par. ¿Quería esto? No. No quería. No, no, no. Todavía no estaba lista. Sujeté su mano de golpe.
El se separó un poco y me miró.

—Perdón. – le dije. —No puedo.

Sacó su mano de donde la tenía y me sonrió. Se acostó a mi lado mirando el techo y respiró profundo un par de veces como calmándose antes de hablar.

—Pauli... – su tono era suave, lleno de cariño. —¿Es tu primera vez?
Asentí sin querer pronunciar las palabras.  —No hay problema. – se sentó y me tomó de las manos para que hiciera lo mismo. M e alcanzó el top y se vistió también. —No vamos a hacer nada que no quieras, peque.

Lo miré mordiéndome el labio.

—No es que no quiera, Fede. – “tengo miedo” quería decirle, pero no lo hice. Odiaba dejarlo con las ganas. Seguro Belu nunca lo dejaba así.

—Ey. – me interrumpió tomándome del rostro delicadamente —Te voy a esperar todo lo que haga falta. ¿Si? Va a ser cuando vos quieras.
Asentí dubitativamente. —Te quiero, peque. – pegó su frente a la mía y chocó nuestras narices con dulzura. El corazón se me salía del cuerpo.
Sonreí y le respondí.

—Yo también te quiero, Fede. – me devolvió la sonrisa y me besó suave pero profundamente.

Una sesión de besos que había empezado de lo más apasionada, había terminado de golpe, seguida por una confesión de amor y para terminar con un abrazo silencioso que decía mucho más que las palabras. Había sido perfecto. Nunca, ni en mis fantasías, podría haberlo imaginado mejor. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario