Unos
días después, la empresa que había confeccionado los buzos y remeras para
nuestra promoción, nos llevó a todos nuestro encargo.
El
buzo era blanco, con letras azules y decía el año y Humanidades por detrás, y
nuestro nombre en rojo adelante en el pecho. Podría haber sido mucho peor,
había
que
reconocerlo.
La
remera, era roja con el cuello azul y las letras las habían hecho blancas.
Lastimaba a la vista, no sé en qué estaban pensando.
Pero
como no me había involucrado en la selección, no iba a criticar los resultados.
—M
ayra dice que el buzo la hace gorda. – me susurró mi amigo muerto de risa.
—Vayamos a decirle que está linda.
Nos
llevó un tiempo hacerle entender a nuestra amiga que no parecía una heladera
como ella decía. Estaba al borde del llanto, así que Pepe la abrazó y la
convenció
de que ella era una de las chicas más lindas que conocía.
Ni
idea por qué, pero el corazón me dio un vuelco. Siempre era bueno con nosotras,
pero ese día, su ternura me conmovió un poquito más.
—M
añana empezamos a entrenar. – le dijo a mi amigo entre lágrimas. —Tengo que
entrar en el vestido de Graduación.
—Hecho.
– le prometió.
—¿Vos
no te probas la remera y el buzo? – le preguntó viendo que tenía aun todo en la
bolsa que nos habían dado.
—Ahora.
– dijo.
Se
levantó la camiseta de gimnasia y se quedó en cuero en pleno curso. M is ojos
fueron directos a sus hombros y pectorales. Recuerdos de mi sueño me nublaron
la
razón y quedé como en cortocircuito.
—No
es justo. – dijo M ay mirándolo. —Yo estoy hecha una vaca, tapate un poco.
¿Cómo hacés para no engordar? Te odio.
El
soltó una carcajada fuerte, que me obligó a volver en mí, de sopetón.
—Y
yo te quiero. – le contestó abrazándola y dándole un beso con ruido en la
mejilla. Se fue mientras en el camino, terminaba de ponerse la remerita nueva y
el
buzo.
En
la puerta, lo esperaba Barbie con una sonrisa ridícula en el rostro.
M
ay, me miró y después comentó.
—Nunca
habíamos estado los tres de novios. – sonrió. —Tanto tiempo que me gustó Facu,
tanto tiempo que vos estuviste enamorada de Fede... ¡Tanto tiempo
que
Pepe persiguió a Barbie! Y mirá ahora. – me abrazó por los hombros. —Cada uno
tiene lo que quería.
—Si...
– respondí poco convencida.
¿Tenía
lo que quería? Porque definitivamente no se sentía así. Estaba siendo una
idiota.
M
ay tenía razón. Había estado años enamorada de Fede... ¿Por qué ahora que
estaba con él, no me sentía como me imaginaba que me iba a sentir?
Estaba
planteándome todo otra vez.
Fede
me gustaba, físicamente me seguía pareciendo perfecto. Entonces. ¿Qué era?
Como
si hubiera adivinado mis pensamientos, me llegó un mensaje al celular, de él.
“Peque,
te extraño. ¿Podemos vernos un rato así te doy un beso? Te quiero”
Sonreí
como tonta y le contesté que si.
En
unos minutos pasaba a buscarme por la puerta, con los brazos abiertos y una flor
de regalo.
En
ese momento, me pareció que podía ser capaz de comérmelo a besos.
—Hola.
– le dije cariñosa, colgándome a su cuello y recibiéndolo con un beso.
El
me abrazó más y como siempre hacía y olió mi cabello suspirando.
—Hola,
mi amor. – estaba especialmente dulce y eso me encantaba. —Estás divina con ese
buzo. – miré el buzo de mi promoción.
—Gracias.
– sonreí. —Vos también estás divino. –
tenía puesta una camisa a cuadros, sus jeans oscuros y su camperita de cuero.
Con ese look, solo le faltaba la moto.
Siempre se lo decía y nos reíamos. El no era del tipo que maneja motocicletas.
Iba a ser un contador, que manejara un auto.
Pero
fantasear era fácil, y con ese aspecto, era todo un chico malo.
—Gabi
está en casa esta noche. – sonreí más entendiendo el por qué de su buen humor.
—Podemos preparar algo de comer y ver una película cuando se duerma. –
propuso.
—M
e encanta tu plan. – hablé cerca de su boca.
—¿Si?
– levantó una ceja con una media sonrisa. —¿Harías de niñera, conmigo?
Los
dos nos reímos, y nos fuimos a su casa tomados de la mano.
Tenía
que dejarle de dar vueltas a todo.
No
tenía que buscar problemas en donde no los había.
Las
cosas con Fede, estarían bien.
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