Algunos
días después, para festejar que ya habíamos terminado el secundario, y que
volvíamos a estar todos juntos, decidimos salir.
Nos
juntábamos en casa, y de ahí, nos íbamos a Nueva Córdoba a probar suerte como
siempre.
Facu
llegó temprano y quiso quedarse en la sala mientras nosotras nos maquillábamos.
No tenía paciencia para esas cosas y se puso a ver tele. Pero Pepe, un poco más
acostumbrado, entró a la habitación ya listo para salir y después de saludar a
mi amiga con un empujón que hizo que casi se apuñale el ojo con el delineador,
me tomó de las mejillas y me besó cariñosamente.
A
May, todavía se le hacía raro vernos juntos, pero nosotros nos habíamos
acostumbrado. Y con la cantidad de cosas que me pasaban en el corazón y el
cuerpo entero cuando me daba un beso, no podía evitar querer más y más. Así que
le había tocado aguantarse, porque estábamos de lo más amorosos con el otro.
Ya
listas, nos fuimos a la sala con Facu, y nos estábamos yendo. Mis padres, que
todavía estaban despiertos, se asomaron para despedirnos, sin que nos
percatáramos.
Facu
y May charlaban tranquilos, mientras Pepe me tenía abrazada de la cintura por
detrás llenándome de besos por debajo de la oreja.
Obviamente,
después de tantos años de amistad, ese tipo de demostraciones de cariño, eran
normales entre nosotros y no se sorprendieron.
Hubiéramos
escapado de ser descubiertos, si justo cuando estaban por saludarnos, Pepe no
me hubiera estampado el señor beso que me estampó. Sostenida de la nuca como a
él le gustaba, y casi mordiéndome los labios, mientras yo contenta, me dejaba
besar, abrazada a su cuello.
—¿Paula?
– dijo mi mamá confundida. Nos separamos como electrocutados y nos quedamos
mirándola sin saber que hacer.
—Tenés.
– susurró mi papá a Pepe, señalándole la barbilla, llena de brillo labial. El
mío, claro.
Se
limpió con torpeza y empezó a hablar.
—Yo...
eh... nosotros. – May y Facu fueron desapareciendo por la puerta caminando
marcha atrás en silencio, dejándonos solos con mis padres.
—Esto
es nuevo. – nos señaló mi mamá sonriente. No podía ocultar lo mucho que le
gustaba la idea.
—Si.
– contesté, rogándoles con la mirada que ya no dijeran nada.
—Que
la pasen bien. – dijo mi papá. —Ale, vamos a preparar pochoclo para ver la
película. – le dijo en el oído. Quería mucho a Pepe, y nos sonrió de maneracómplice,
antes de que saliéramos casi corriendo de la casa muertos de risa.
Una
vez en el boliche, bailamos los temas que tanto nos gustaban y nos divertimos
como en viejas épocas. Mi grupo de amigos no había cambiado, y eso me tranquilizaba.
Seguía
siendo como cualquiera de nuestras salidas. Salvo por algunos detalles.
Pedro
me llevaba de la mano y me tocaba cada vez que podía. Me daba besos y yo a él,
entre canción y canción. Y nos decíamos las cosas más lindas.
—Me
encanta como se te pone la piel de gallina cuando te doy un beso acá. – me besó
en el cuello. Cerré los ojos y me abracé a su cuerpo con fuerza. —Te besaría
todo el día. – dijo sobre mi piel, haciéndola vibrar.
—Cuando
quieras. – contesté riendo. El también se rió.
Después
de un rato, me miró a los ojos.
—¿Somos
novios, Pauli? – preguntó y a mí se me secó la boca.
—¿Eso
querés? – retruqué con una sonrisa.
—Desde
siempre. – confesó casi sobre mis labios. Quería tirarme encima de él en pleno
boliche, y comerlo a besos hasta que no pudiéramos más.
—Si,
somos novios. – contesté. —Y te amo.
—Yo
también te amo. – dijo antes de volver a besarme. Tomó una de mis manos y la
condujo hasta su corazón, dejándola ahí apoyada. Le iba a toda carrera. Ese
gesto tan nuestro, me terminó de enloquecer.
Me
aferré a él, y me perdí en sus besos hasta la madrugada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario