Divina

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miércoles, 27 de julio de 2016

Divina Capitulo 48


Algunos días después, para festejar que ya habíamos terminado el secundario, y que volvíamos a estar todos juntos, decidimos salir.
Nos juntábamos en casa, y de ahí, nos íbamos a Nueva Córdoba a probar suerte como siempre.

Facu llegó temprano y quiso quedarse en la sala mientras nosotras nos maquillábamos. No tenía paciencia para esas cosas y se puso a ver tele. Pero Pepe, un poco más acostumbrado, entró a la habitación ya listo para salir y después de saludar a mi amiga con un empujón que hizo que casi se apuñale el ojo con el delineador, me tomó de las mejillas y me besó cariñosamente.

 A May, todavía se le hacía raro vernos juntos, pero nosotros nos habíamos acostumbrado. Y con la cantidad de cosas que me pasaban en el corazón y el cuerpo entero cuando me daba un beso, no podía evitar querer más y más. Así que le había tocado aguantarse, porque estábamos de lo más amorosos con el otro.

Ya listas, nos fuimos a la sala con Facu, y nos estábamos yendo. Mis padres, que todavía estaban despiertos, se asomaron para despedirnos, sin que nos percatáramos.

Facu y May charlaban tranquilos, mientras Pepe me tenía abrazada de la cintura por detrás llenándome de besos por debajo de la oreja.

Obviamente, después de tantos años de amistad, ese tipo de demostraciones de cariño, eran normales entre nosotros y no se sorprendieron.

Hubiéramos escapado de ser descubiertos, si justo cuando estaban por saludarnos, Pepe no me hubiera estampado el señor beso que me estampó. Sostenida de la nuca como a él le gustaba, y casi mordiéndome los labios, mientras yo contenta, me dejaba besar, abrazada a su cuello.

—¿Paula? – dijo mi mamá confundida. Nos separamos como electrocutados y nos quedamos mirándola sin saber que hacer.

—Tenés. – susurró mi papá a Pepe, señalándole la barbilla, llena de brillo labial. El mío, claro.
Se limpió con torpeza y empezó a hablar.

—Yo... eh... nosotros. – May y Facu fueron desapareciendo por la puerta caminando marcha atrás en silencio, dejándonos solos con mis padres.

—Esto es nuevo. – nos señaló mi mamá sonriente. No podía ocultar lo mucho que le gustaba la idea.

—Si. – contesté, rogándoles con la mirada que ya no dijeran nada.

—Que la pasen bien. – dijo mi papá. —Ale, vamos a preparar pochoclo para ver la película. – le dijo en el oído. Quería mucho a Pepe, y nos sonrió de maneracómplice, antes de que saliéramos casi corriendo de la casa muertos de risa.

Una vez en el boliche, bailamos los temas que tanto nos gustaban y nos divertimos como en viejas épocas. Mi grupo de amigos no había cambiado, y eso me tranquilizaba.

Seguía siendo como cualquiera de nuestras salidas. Salvo por algunos detalles.
Pedro me llevaba de la mano y me tocaba cada vez que podía. Me daba besos y yo a él, entre canción y canción. Y nos decíamos las cosas más lindas.

—Me encanta como se te pone la piel de gallina cuando te doy un beso acá. – me besó en el cuello. Cerré los ojos y me abracé a su cuerpo con fuerza. —Te besaría todo el día. – dijo sobre mi piel, haciéndola vibrar.

—Cuando quieras. – contesté riendo. El también se rió.
Después de un rato, me miró a los ojos.

—¿Somos novios, Pauli? – preguntó y a mí se me secó la boca.

—¿Eso querés? – retruqué con una sonrisa.

—Desde siempre. – confesó casi sobre mis labios. Quería tirarme encima de él en pleno boliche, y comerlo a besos hasta que no pudiéramos más.

—Si, somos novios. – contesté. —Y te amo.

—Yo también te amo. – dijo antes de volver a besarme. Tomó una de mis manos y la condujo hasta su corazón, dejándola ahí apoyada. Le iba a toda carrera. Ese gesto tan nuestro, me terminó de enloquecer.

Me aferré a él, y me perdí en sus besos hasta la madrugada.


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