Estábamos a pasos de las vacaciones de Julio. Qué rápido que
estaba pasando ese año...
Pero claro, para poder disfrutarlas como pretendíamos,
teníamos que pasar por los parciales. Estas eran las evaluaciones más
importantes de la primera etapa, y
juntos con las de la segunda, saldría luego el promedio para
dar por aprobada o no la materia.
O sea que si ya habíamos estudiado muchísimo para los
exámenes, ahora tendríamos que esforzarnos el doble.
Y M ay, encima tenía que recuperar Historia.
Reforzamos nuestras sesiones de estudio y tratamos de
ayudarnos en los temas que más nos costaban o que habíamos estado más flojos
antes.
Nos convenía aprobar todo, porque ya estábamos en la cuerda
floja con nuestros padres después de la borrachera de aquella noche. No
teníamos margen para
mandarnos otra cagada.
Las tardes pasaban, y nosotros no asomábamos la nariz ni
para ver el sol.
Para empeorar las cosas, después de la escena en la fiesta
del Jesús M aría, Facu no quería saber nada con M ay.
Resulta que ella, sacada y borracha le había dicho que era
un histérico y no sabía si realmente le gustaba o no. Que no lo iba a esperar a
que se decidiera. Facu, había
intentado calmarla, y hacerla entrar en razón, pero ella no
estaba en condiciones de razonar.
Algunos días después se habían encontrado en una plaza y
habían hablado.
Le había dicho que le gustaba mucho, pero que quería
conocerla mejor e ir despacio, así que prefería tomarse un tiempo para
pensarlo. Porque evidentemente ella
no quería lo mismo, y él no quería seguir confundiéndola.
Estuvo días llorando por ese episodio, en brazos de Pepe, en
mis brazos... en fin...
No había muchos motivos para salir, así que hicimos lo más
productivo que podíamos hacer y estudiamos como locos.
Cuando la semana de parciales llegó, estábamos
confiadísimos. Llegábamos al colegio y antes de que entrara el profesor,
repasábamos de nuestros apuntes y nos
preguntábamos para ver si el otro sabía.
Era tal el nivel de estrés, que a veces, hacía que nos
peleáramos entre nosotros.
—Estudiemos Italiano que es más larga. – sugerí.
—Pero ahora tenemos parcial de Sociología, y a vos no te
cuesta. – dijo M ayra enojada.
—No seas egoísta.
—Y a vos no te cuesta Italiano, pero para mí es difícil. –
le discutí.
—Te sacaste un 8, Paula. – me reprochó.
Pepe miraba a una y después a otra como un partido de ping
pong, pero sabiamente no opinaba. M eterse en medio, sería salir perdiendo.
—Sociología es fácil. ¿Qué es lo que tanto te cuesta
entender? – me crucé de brazos, ofuscada.
—Bueno, perdoname. – exclamó con ironía. —Si sos tan genia,
entonces estudia vos sola y dejanos a nosotros que sigamos repasando como
veníamos haciendo.
—Como quieras. – dije antes de irme.
Obviamente terminado el último parcial, volvimos a ser
nosotras mismas, y nos pedimos disculpas por ese lapsus.
Era muy raro que nos peleáramos, y si lo hacíamos no nos
duraba mucho.
A diferencia de los otros exámenes, con estos, íbamos a
tener las notas ese mismo viernes, a la salida.
Así que cada uno esperó las suyas, y nos fuimos afuera a
comparar los resultados.
Sociología 9, Geografía 8, Filosofía 10, Literatura Italiana
10, Literatura Castellana 8, Lengua Italiana 9, Lengua Inglesa 10, Educación
Física 6, M
atemática 6,
Historia 6.
M e había ido mejor que antes, aunque todavía no podía
levantar las que tenía apenas aprobadas. Pero, a grandes rasgos... estaba
conforme.
M ay, a mi lado, pegó un salto y a los gritos, nos anunció
que se había sacado un 8 en Historia y ya no se la llevaba.
La abrazamos y nos pusimos contentos, hasta que le
preguntamos cómo le había ido a Pepe, y nos contó que se llevaba dos.
M atemática, en la que se había sacado un 4 y Lengua
Inglesa, en la que tenía un 5. Nos miramos extrañadas.
—Pasa que en M ate tenía algunas dudas y me la mandé. – se
encogió de hombros. —Y en Inglés ni idea que me pasó. No me aprendí nunca el
Past-Continuous.
—Yo te voy a enseñar para que la saques en diciembre. – le
prometió M ay, para hacerlo sentir mejor.
—Si, seguro que en recuperatorios me toman que dé oral un
texto y ya fue. – quiso quitarle importancia.
Con todo, estábamos por lo menos aliviados de que esa
primera etapa había quedado atrás, y adelante solo teníamos vacaciones.
Dos semanas para dormir por las mañanas y juntarnos a la
tarde.
La ocasión se merecía un festejo, y eso fue lo que hicimos.
Esa noche, volveríamos a intentar entrar a los boliches de
Nueva Córdoba. Ahora éramos unos meses mayores, no perdíamos nada más que
tiempo.
En esta oportunidad, me había puesto un vestido cortito que
me quedaba super ajustado y mis infaltables botitas con plataformas. M i collar
de cuarzo rosa y más
maquillaje que el de costumbre. M irándome en el espejo,
decidí que me veía por lo menos de 19 años.
M ay, había optado por el vestido blanco que se había puesto
para mi cumpleaños, y unos zapatos de tacón con puntera dorada.
Se había batido el cabello y parecía una modelo.
Pepe, como siempre, tuvo que esperarnos pacientemente hasta
que estuviéramos listas, pero cuando lo hicimos, nos dio el visto bueno,
diciéndonos que
estábamos hermosas.
Con una de cada brazo, caminamos por las calles de Nueva
Córdoba buscando un lugar al que pudiéramos entrar.
En un boliche, el guardia se había quedando hipnotizado con
las piernas de mi amiga, así que aprovechamos. Ella se acercó con su mejor sonrisa
y le dijo.
—Somos tres, dejanos pasar. Dale. – él le devolvió la
sonrisa encantado de la vida, y nos subió el cordón para que pasáramos.
Disimulando lo emocionados que nos sentíamos, caminamos al
interior del lugar, y actuando de lo más adultos, nos integramos con la
multitud.
Sonaba cumbia y no perdimos tiempo. Nos fuimos a bailar como
más nos gustaba.
Pedro, que se ofreció a buscar un vaso de cerveza como para
tomar, volvió a los dos segundos, solo para volver a irse a bailar con una
chica bastante bonita que
hacía rato lo venía mirando.
Con M ay, tomamos un par de tragos, bailamos entre nosotras
y a veces con otros que se nos acercaban o nos daban charla.
En algún momento de la noche, estaba distraída mirando como
nuestro amigo tenía a la chica con la que estaba, sujeta desde la cola. No
tenía ni un poquito de
vergüenza. Y la chica, ¿Cómo dejaba que la agarrara así en
pleno boliche? ¿Por qué no se la llevaba a otra parte? Odiaba que las chicas
fueran así de fáciles.
Algo irritada ante tanto descaro, me di vuelta y me topé de
frente con los ojos azules más lindos que había visto.
Fede.
En mi cara seguramente se había dibujado una sonrisa
ridícula, porque apenas me vió me la respondió levantando una ceja.
El pulso se me disparó. ¿M e habría reconocido? ¿Era a mí a
quien sonreía? Resistí la tentación de darme vuelta y fijarme si había otro
conocido del chico detrás mío
y le sostuve la mirada.
Fede siguió caminando y cuando pasaba por mi lado, dejándome
helada, se acercó a mi oído y me dijo.
—Hola, Paula. – y después de otra de sus sonrisas, se fue
con los amigos hasta la otra punta del boliche.
Unos segundos más tarde, cuando M ay me pegó un codazo en
las costillas, empecé a reaccionar. Que tonta me sentía. Ni siquiera había
podido contestarle el
saludo.
Pero lo más importante. ¡M e conocía! Había preguntado por
mi nombre, y ahora que me veía, me saludaba.
M e derretí en el lugar y se me aflojaron las rodillas. No
lo podía creer.
El chico más lindo de la escuela, se había fijado en mí. Asi
fuera solo para decirme hola, era ...lo mejor del mundo.
Una hora después, Pepe volvió a aparecer, con la ropa mal
puesta y algo más despeinado. Nos reímos un rato de su aspecto y decidimos que
esa noche ya
habíamos tenido demasiada fiesta y era momento de regresar.
Estuvimos como dos horas buscando taxi para volvernos, pero
ninguno quería frenarse porque como salíamos de un boliche de esa zona,
pensaban que estábamos
borrachos, y los taxistas tenían muchas malas experiencias.
Nosotros estábamos para ejemplo de eso.
Hicimos lo que quedó del camino a pie, y como siempre que
estábamos cansados, elegimos una casa y nos quedamos los tres allí.
Esa noche, le había tocado a M ay. Sus padres, no se
asustarían de que estuviéramos regresando prácticamente de día, y su habitación
era más grande que la de mía
o la de mi amigo.
Nos cambiamos y nos acomodamos para dormir. Al pobre de Pepe
le había tocado el piso, y yo dormía con mi amiga. Aunque nos quedamos un rato
más
charlando sobre aquella noche, nos ganó el sueño y nos
dormimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario