Septiembre:
Un
mes que fue uno de los más intensos del año, sin dudas. Nos dieron las notas de
los exámenes y al ver que nos había ido bien, habíamos respirados aliviados.
Solo
quedaban los parciales, y estaríamos oficialmente graduados.
Esos
días en la escuela, estaban siendo los más divertidos también. Nos habíamos
unido como curso, y los profesores habían bajado un poco la exigencia al darse
cuenta
de que estábamos en cualquiera.
Con
M ay pegoteada todo el día a Facu, y nuestras recientemente estrenadas
solterías, Pepe y yo pasábamos todo el día juntos. Se había cambiado de mesa en
el
aula
para estar en la mía, y nos veíamos a la tarde para pasar el rato.
Estaba
preocupado por mí. Creía que me iba a deprimir por Fede, y andaría llorando por
los rincones. Por eso, estaba más cariñoso que de costumbre. Si no era un
abrazo,
me hacía cosquillitas en el brazo mientras el profesor hablaba, o me dejaba
acostar en su hombro cuando veíamos alguna película en Italiano.
Aparentemente,
habíamos optado por no hablar más de nuestros exs. Después de la última charla,
estaba todo tan confuso. M e había llevado la mano a su corazón,
no
me lo había imaginado. Y lo había hecho deliberadamente, para mostrarme que
latía desbocado. ¿Por qué? No quería ni pensarlo. M e daban cosquillas en la
panza si
lo
hacía. Así que como si fuera una niña pequeña que se tapa los oídos para no
escuchar, alejé todos esos pensamientos, los metí en una cajita y la archivé
para luego, en
mi
cabeza. Ahora estaba disfrutando del momento.
Por
lo menos hasta que esa mañana, que recibí un mensaje que me dejó con un nudo en
el pecho terrible. Era de Fede.
“Peque,
perdón por todo. Sé que soy un boludo, al que no le importa nada y siempre
arruina sus relaciones. Tenías razón. No tengo a nadie. Fuiste la única con
la
que pude realmente hablar. No merezco que me perdones, pero quiero que
charlemos. En la fiesta del cole? Por favor. Te prometo que es un segundo. Te
quiero.”
M
e sequé una lágrima de la mejilla y le respondí que si. Necesitaba ponerle un
fin definitivo de una vez por todas.
Ese
viernes, organizábamos una fiesta para recaudar fondos tanto para la fiesta de
graduación, cómo para el viaje de egresados, y nos habíamos dividido las tareas
para
ayudar.
Yo
estaba con el grupo que se encargaba de las gaseosas, M ay, con los que
cuidaban las puertas de los baños y Pepe en la entrada cortando tickets para ingresar.
Se
había llenado de chicos de nuestra secundaria, de años inferiores, y nosotros,
al ser los más grandes, éramos los responsables de que todo saliera como era
debido.
A
las dos horas, habíamos terminado nuestros trabajos, y nos tocaba rotar. El
resto de la noche estaríamos en el gimnasio asegurándonos que todos se
divertían sin
perder
el control, con mis otros compañeros.
La
ex de mi amigo, Barbie, se había ido con todos los brillos. No nos pasó
desapercibido como intentaba ganarse la atención de su ex, fallando
miserablemente. Se
acercó,
lo saludó, le dio charla, y él, frío como un témpano, contestaba con
monosílabos, totalmente aburrido. Frustrada e indignada de que alguien no
estuviera
besándole
los pies, se fue. No sin antes mirarme con los ojos entornados llenos de odio.
¿Y a esta que mosca le había picado? ¿Qué culpa tenía yo de que Pepe pasara
de
ella? Estúpida.
Estaba
por ir a preguntarle si necesitaba algo, ya que miraba tanto, pero me llegó un
mensaje de Fede. Estaba en la puerta esperándome, así que me fui diciéndoles a
mis
amigos que ya volvía.
Ahí
estaba. Apoyado en su auto con las manos en los bolsillos y luciendo más lindo
que nunca. Una camisa celeste, sus pantalones negros y la camperita de cuero.
Se
me hubiera caído la baba, pero después vi sus ojos. Estaba triste. M i corazón
se hundió en un pozo.
—Hola,
Pauli. – me saludó con un beso en la mejilla y una leve caricia en el cabello.
Cerré los ojos y también lo saludé.
—Hola,
Fede. – me sonrió y me hizo señas para que nos sentáramos en los bancos de la
plaza del frente.
Nos
miramos un rato en silencio hasta que él decidió empezara a hablar.
—M
e doy cuenta de que ya lo pensaste, y no me va a gustar tu respuesta. – me
mordí el labio frenéticamente. —No me perdonas. ¿No?
—Si
te perdono. – aclaré.
—Pero...
– sonrió triste. —Te conozco, peque. Decime las cosas sin anestesia. – asentí.
Saqué
un papel de mi bolsillo y se lo entregué.
—¿Y
esto? – preguntó.
—Así
es como quiero decírtelo. – expliqué y me quedé esperando mientras él lo abría
y empezaba a leer.
“Querido
Fede,
Yo
sé que te puede parecer muy tonto estar leyendo esta carta justo en este
momento. A mí también me hace sentir algo incómoda tener que esperar a que
termines
de
leerla, acá en silencio. Así que me traje los auriculares y voy a escuchar
música hasta que me digas.”
Fede
levantó la mirada y me sonrió negando con la cabeza. Efectivamente estaba
enchufada a mi iPod.
“Te
quiero decir, así, como me sale, todo lo que no pude decirte a la cara. Los dos
sabemos que puedo ser muy bocona, y lo último que quiero es lastimarte.
Desde
que te ví la primera vez, supe que me iba a enamorar de vos. Sos el chico más
lindo, y hasta hace muy poco pensaba que eras perfecto.
Solía
pasarme horas pensando en vos. Nunca me imaginé que pudieras fijarte en mí,
pero lo hiciste.
Hace
poco menos de un año, me diste un beso, y creo que por más besos que de en mi
vida, a ese, no me lo voy a olvidar nunca.
Como
tampoco me voy a olvidar de todas las veces que cuidamos a tu hermano e hicimos
de niñeros... y hasta de cocineros juntos. Compartimos juegos, charlas,
momentos
especiales... Momentos nuestros.
Pero
el tiempo pasó y se nos puso en contra.
Vos,
con tu carrera, y yo con mi último año de colegio, íbamos a contramano.
Te
extrañaba, Fede. Te extrañaba todo el tiempo.
Tanto,
que empecé a ver fantasmas. No te puedo culpar a vos de mi desconfianza, como
lo hice. Fui muy injusta. Yo buscaba ver fotos tuyas de Bariloche, yo me
hacía
la cabeza con las cosas que tuiteabas, yo te vi en el cine con Celeste y me lo
callé, yo vi en Facebook como salías una noche que me dijiste que te quedabas a
estudiar.
Yo,
decidí no decir nada por miedo. No quería enfrentar las cosas, y me terminé
llenando de bronca. Algo dentro mío, en donde te tenía a vos, se rompió.
Te
había idealizado injustamente, y ahora sé que cada uno fue en esta relación,
como pudo. Como le salió.
Y
te quise. Un montón. Siempre lo voy a hacer.
Vos
me enseñaste a querer de esta manera. ¿Cómo no te voy a querer? Me enseñaste
sensaciones que ni sabía que existían, y también hiciste que me cuestione
cosas
que daba por sentadas. Me ayudaste a abrir los ojos y encontrar mi camino.
Llenaste
mis tardes de dulzura, mis noches de sueños bonitos, mi iPod de canciones de
amor, y mi agenda de páginas sentidas.
Sé
que pensas que arruinas todas las relaciones porque nada te importa, pero tengo
que dejarte en claro que eso no es así. Sí que te importa. Yo lo sé, porque me
lo
hiciste sentir. Al menos la mayor parte del tiempo. Y si tenés gente que te
quiere. Abrí los ojos, Fede.
Belu
me dijo que no pensabas con la cabeza, y aunque me da gracia tener que estar de
acuerdo con ella, lo estoy.
Lo
hacés con el corazón.
No
me arrepiento de haber sido tu novia, me encantó pasar por tu vida y dejarte un
recuerdo, como vos a mí me dejaste tantos.
Gracias,
por todo.
Te
quiero para siempre.
Pauli
(Peque)”
Fede
levantó la mirada de la hoja y me hizo señas para que lo escuchara. M e quité
los audífonos y esperé.
—Realmente
deberías dedicarte a esto. – dijo levantando mi carta. —M e estás dejando y me
siento... hasta emocionado con lo que escribiste. – se rió con tristeza.
—Es
lo mejor para los dos. – dije bajito. El asintió y me acarició la mejilla con
los nudillos.
—Sos
divina, Pauli. – me miró a los ojos. —No dejes nunca que nadie te diga que no
podés hacer algo que se te da tan bien, ni te desanime. Fui muy idiota esa vez.
–
lo
estaba por interrumpir, pero siguió hablando. —Yo también te voy a querer para
siempre, peque.
Se
acercó y me abrazó con cariño.
—Siento
mucho que haya terminado así. – me susurró.
—Yo
también. – contesté.
Nos
separamos y nos dimos un pequeño besito en los labios. Uno de despedida.
—Quiero
que me dediques tu primer libro. – me miró con su media sonrisa matadora,
después de guiñarme un ojo, se fue.
Justo
como en las viejas épocas, pensé y sonreí.
Volví
al gimnasio, sintiéndome un poco triste, pero bien conmigo misma. M is amigos
me miraron, pero no les dije nada. A los dos minutos tenía un mensaje.
“Peque,
una cosa más, que necesito saber. ¿Tenía razón?” Fede.
Sabía
a qué se refería. Cerré los ojos por un momento, y después contesté el mensaje
de mi ex.
“Si.”
“Yo
sabía. Sé feliz, divina. No te arrepientas nunca de nada. Te adoro.” – fue su
respuesta.
Lloreee, que lindooo, me encantaa.
ResponderEliminarNecesito que pepe y pau esten juntos ahora
@BelnConti
Lloreee, que lindooo, me encantaa.
ResponderEliminarNecesito que pepe y pau esten juntos ahora
@BelnConti
bellísimos los ame
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