Divina

Divina

jueves, 14 de julio de 2016

Divina Capitulo 8



Mayo:

Había llegado mayo, y entre tanto feriado y fechas patrias, finalmente hoy nos entregaban la libreta de calificaciones de los exámenes que habíamos rendido en
abril.

Claramente, para arruinarnos el fin de semana, nos las entregaban un viernes, y era con firma obligatoria de ambos padres o tutor para regresarla ese mismo lunes.
Todos los años lo mismo.

Llegaba el día, y veíamos que nuestra preceptora cargaba con los cuadernitos blancos y era inevitable. Un frío nos recorría la espalda.

Fue llamándonos por apellido, y deseándonos suerte íbamos pasando uno a uno.

Cuando los tres obtuvimos la nuestra nos miramos y las abrimos al mismo tiempo. Vale aclarar que en mi escuela, eran bastante exigentes y no se aprobaba con 4
como en la mayoría. Se pasaba con 6.

Sociología 8, Geografía 8, Filosofía 10, Literatura Italiana 9, Literatura Castellana 9, Lengua Italiana 8, Lengua Inglesa 10, Educación Física 7, M atemática 6,
Historia 6.
Se me escapó una risa nerviosa. Había pasado. Sacando las últimas, de hecho, me había ido bien y todo.

M iré a mis amigos y Pepe levantaba el puño en señal de victoria. Le había ido bien también.

M ay sonreía y después de hacer cálculos mentales, nos miró.

—M e llevo Historia, nomás. – se encogió de hombros. —Ahora en el parcial me tengo que sacar un 7.

—Re bien, M ay. – le festejó mi amigo apretándole el hombro.

M e sacó la libreta y se puso a ver mis notas.

—Eu, Pau. – me dijo. —¿Por qué tan baja la nota de Educación Física?

—Porque cuando estamos jugando al Handball, le tiene miedo a la pelota. – le contó M ay.

—Es que soy chiquita y ustedes tiran muy fuerte. – me defendí.

M i amiga y el resto de mis compañeras, no tenían ningún problema para los deportes. De hecho los disfrutaban. No podía entenderlos, para mí era una tortura. No
le veía el sentido a correr detrás de una pelota que si te daba en la cabeza, dolía. Y dolía mucho.

¿Qué hacía yo? Cerraba los ojos y me atajaba la cara con los dos brazos. Y esto era cuando la profesora me obligaba a jugar, porque si no, me inventaba alguna
enfermedad, o decía que estaba con el período y tenía calambres para librarme de la hora de gimnasia.

Los varones, practicaban fútbol varias veces a la semana, así que no se enteraban de lo que hacíamos.

—¿Querés que te enseñe? – se ofreció Pepe. —No tenés que tener miedo, no pasa nada.
Negué enérgicamente con la cabeza.

—Ya cambiaremos de deporte, por alguno menos brutal. – dije. —Además aprobé que es lo único que interesa.

M is amigos se rieron y lo dejaron estar.
Había temas más importantes para hablar.

M eli, que tenía una hermana en 6to año, se acercó a nosotros emocionada, como si tuviera la primicia.
Era muy chismosa la pobre, pero en este caso, estaba feliz de que lo fuera.

—M e contaron, que después de la fiesta del San José, Fede estuvo preguntando por tu nombre. – me señaló.

—¿M i nombre? – pegué un grito sin darme cuenta de que la preceptora seguía en la sala. M e hizo callar con mala cara y yo me disculpé. —¿Qué dijo? ¿Quién te
dijo?

M ay y Pepe, acercaron sus sillas para escuchar mejor.

—M i hermana estaba hablando con las amigas, y eso escuché. – explicó. —No dijo nada más, solamente quería saber tu nombre.

—M e muero. – mis dos amigos pusieron los ojos en blanco.

—Y hablando de todo un poco. – miró a M ay y entornó los ojos. —¿Estás saliendo con Facundo?

Todas las miradas se dirigieron a mi pobre amiga que se puso colorada como un tomate.

—Es complicado. – contestó apretando los labios. —No, no estamos saliendo. Nos estamos conociendo.

—Conociendo cuanto tiempo aguantan sin respirar cada vez que se dan un beso. – se rió mi amigo.

—Estúpido. – le dijo M ay entre risas después de pegarle en un brazo.

—Pero... ¿Vos querés salir con él? – le preguntamos casi a coro.

—Si, creo que si. – dijo ella mordiendo el capuchón de la lapicera con la que estaba jugando. —Pero no me animo a decírselo.

—Si querés... – empezó a decir Pepe, pero ella lo interrumpió.

—No. – lo miró muy seria. —Por favor no le digas nada. No quiero quedar como una desesperada. Si quiere estar conmigo me lo tendrá que pedir alguna vez.

Todos respetamos su decisión sin decirle lo que realmente pensábamos.

Es que Facu era muy tímido, y había estado cerca de un año hasta que se animó a decirle que le gustaba, ni hablar hasta que por fin la besó.


M ay iba a tener que armarse de paciencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario