Mayo:
Había llegado mayo, y entre tanto feriado y fechas patrias,
finalmente hoy nos entregaban la libreta de calificaciones de los exámenes que
habíamos rendido en
abril.
Claramente, para arruinarnos el fin de semana, nos las
entregaban un viernes, y era con firma obligatoria de ambos padres o tutor para
regresarla ese mismo lunes.
Todos los años lo mismo.
Llegaba el día, y veíamos que nuestra preceptora cargaba con
los cuadernitos blancos y era inevitable. Un frío nos recorría la espalda.
Fue llamándonos por apellido, y deseándonos suerte íbamos
pasando uno a uno.
Cuando los tres obtuvimos la nuestra nos miramos y las
abrimos al mismo tiempo. Vale aclarar que en mi escuela, eran bastante
exigentes y no se aprobaba con 4
como en la mayoría. Se pasaba con 6.
Sociología 8, Geografía 8, Filosofía 10, Literatura Italiana
9, Literatura Castellana 9, Lengua Italiana 8, Lengua Inglesa 10, Educación
Física 7, M
atemática 6,
Historia 6.
Se me escapó una risa nerviosa. Había pasado. Sacando las
últimas, de hecho, me había ido bien y todo.
M iré a mis amigos y Pepe levantaba el puño en señal de
victoria. Le había ido bien también.
M ay sonreía y después de hacer cálculos mentales, nos miró.
—M e llevo Historia, nomás. – se encogió de hombros. —Ahora
en el parcial me tengo que sacar un 7.
—Re bien, M ay. – le festejó mi amigo apretándole el hombro.
M e sacó la libreta y se puso a ver mis notas.
—Eu, Pau. – me dijo. —¿Por qué tan baja la nota de Educación
Física?
—Porque cuando estamos jugando al Handball, le tiene miedo a
la pelota. – le contó M ay.
—Es que soy chiquita y ustedes tiran muy fuerte. – me
defendí.
M i amiga y el resto de mis compañeras, no tenían ningún
problema para los deportes. De hecho los disfrutaban. No podía entenderlos,
para mí era una tortura. No
le veía el sentido a correr detrás de una pelota que si te
daba en la cabeza, dolía. Y dolía mucho.
¿Qué hacía yo? Cerraba los ojos y me atajaba la cara con los
dos brazos. Y esto era cuando la profesora me obligaba a jugar, porque si no,
me inventaba alguna
enfermedad, o decía que estaba con el período y tenía
calambres para librarme de la hora de gimnasia.
Los varones, practicaban fútbol varias veces a la semana,
así que no se enteraban de lo que hacíamos.
—¿Querés que te enseñe? – se ofreció Pepe. —No tenés que
tener miedo, no pasa nada.
Negué enérgicamente con la cabeza.
—Ya cambiaremos de deporte, por alguno menos brutal. – dije.
—Además aprobé que es lo único que interesa.
M is amigos se rieron y lo dejaron estar.
Había temas más importantes para hablar.
M eli, que tenía una hermana en 6to año, se acercó a
nosotros emocionada, como si tuviera la primicia.
Era muy chismosa la pobre, pero en este caso, estaba feliz
de que lo fuera.
—M e contaron, que después de la fiesta del San José, Fede
estuvo preguntando por tu nombre. – me señaló.
—¿M i nombre? – pegué un grito sin darme cuenta de que la
preceptora seguía en la sala. M e hizo callar con mala cara y yo me disculpé.
—¿Qué dijo? ¿Quién te
dijo?
M ay y Pepe, acercaron sus sillas para escuchar mejor.
—M i hermana estaba hablando con las amigas, y eso escuché.
– explicó. —No dijo nada más, solamente quería saber tu nombre.
—M e muero. – mis dos amigos pusieron los ojos en blanco.
—Y hablando de todo un poco. – miró a M ay y entornó los
ojos. —¿Estás saliendo con Facundo?
Todas las miradas se dirigieron a mi pobre amiga que se puso
colorada como un tomate.
—Es complicado. – contestó apretando los labios. —No, no
estamos saliendo. Nos estamos conociendo.
—Conociendo cuanto tiempo aguantan sin respirar cada vez que
se dan un beso. – se rió mi amigo.
—Estúpido. – le dijo M ay entre risas después de pegarle en
un brazo.
—Pero... ¿Vos querés salir con él? – le preguntamos casi a
coro.
—Si, creo que si. – dijo ella mordiendo el capuchón de la
lapicera con la que estaba jugando. —Pero no me animo a decírselo.
—Si querés... – empezó a decir Pepe, pero ella lo
interrumpió.
—No. – lo miró muy seria. —Por favor no le digas nada. No
quiero quedar como una desesperada. Si quiere estar conmigo me lo tendrá que
pedir alguna vez.
Todos respetamos su decisión sin decirle lo que realmente
pensábamos.
Es que Facu era muy tímido, y había estado cerca de un año
hasta que se animó a decirle que le gustaba, ni hablar hasta que por fin la
besó.
M ay iba a tener que armarse de paciencia.
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