El
21 de septiembre era el día de la primavera. Y como ya habíamos planeado, la
pasaríamos como siempre en la casa de May de Carlos Paz. Ella iría antes,
con Facu, pero nos encontraríamos allí,
y después regresaríamos los cuatro en micro.
Con
Pepe, llegamos temprano, así que tuvimos que hacer tiempo en el centro de la
villa, para que la parejita estuviera sola.
El
sol nos estaba matando, así que nos compramos dos pares de gafas negras baratas
que vendían en la calle. Aunque lo de negras era un decir, porque las mías eran
anaranjadas espejadas y las de Pedro, azules, del mismo estilo. Nos quedaban
tan lindas, que nos sacamos dos millones de fotos.
Muerto
de calor, en un momento, se sacó la camisa a cuadros que tenía, se la ató a la
cadera y se quedó en musculosa blanca. Perdí por completo el hilo de lo
que venía pensando y por poco me choco
un poste de frente, por mirarlo. Solo con abrir la botella de la gaseosa se le
tensaban los músculos. Quería salir corriendo y tirarme de cabeza al lago.
Si,
ya lo había dicho y podía volver a hacerlo. Mi amigo era atractivo. Y yo...
bueno, yo tenía dos ojos.
—¿No
tenés calor? – me preguntó mirándome. Tenía puesta la remera de la promoción
por encima del traje de baño.
—No
me puse protector solar en la espalda, y ya sabés como me quemo si no. – le
expliqué.
—Yo
te pongo. – se ofreció. Yo por dentro me reí. Justo lo que me hacía falta.
Sin
poder pensar en una excusa para negarme, me quité la remera y me quedé con la
parte de arriba de mi bikini negra.
Para
que pudiera ponerme crema, me até el cabello en un nudo y me puse de espaldas a
él.
Muy
prolijo, me desparramó en los brazos, los hombros y en la parte alta de la
espalda. Cuando llegó a la cintura, sus manos habían dejado de hacer círculos y
ahora me sujetaban acercándome en un abrazo. Sentía su respiración en la nuca,
su pecho firme a través de la musculosa, y me estaba alterando.
—Listo.
– me besó en el cuello y se separó de mí, dejándome jadeante. Sonreí
agradeciéndole y me apuré en llegar a lo de mi amiga.
Habían
dejado la puerta sin llave, así que entramos sin tocar.
Lo
primero que escuché fue el grito de May, y carcajadas de Pepe.
Lo
que acababa de ver, se me quedaría grabado en las córneas para siempre.
Fuertísimo ver a mi mejor amiga en esas circunstancias. Facu pasó corriendo
desnudo y tapándose con un almohadón
hasta la habitación, puteando a mi amigo y pidiéndole que se calle.
Mi
amiga que estaba en el sillón, tratando de envolverse en la manta, roja como un
tomate, se levantó y corrió tras su novio.
Con
Pedro nos miramos, y estallamos en carcajadas.
Más
tarde, habíamos intentado olvidar el asunto, pero era tan difícil... y hacer
indirectas o chistes era tan fácil... Por suerte, no se lo tomaron a mal. Ellos
mismos se reían, y nos hacían reír a nosotros sin parar.
Este
año evitaríamos estar todo el día cerca del escenario. Disfrutaríamos de la
pileta de mi amiga, y más tarde, iríamos a ver la banda que cerraba el evento.
Bandas, en realidad. Las dos que tanto le gustaban a Pedro, Marama y Rombai,
tocaban, y se iba a llenar de gente, seguramente.
Cuando
se hizo la hora, nos turnamos para bañarnos. A mí me ardía hasta la raya del
cabello. M e había insolado y parecía que me salía humo del cuerpo. Con todo el
dolor del alma, me puse el corpiño, sintiendo como los breteles se me clavaban
en los hombros. Contuve el aire para ponerme el top y el short lo más rápido posible.
Me dejé el pelo húmedo y salí.
May estaba con un vestido ligerito de florcitas celestes. Facu estaba de
musculosa y como Pepe, unos pantalones cortados a la altura de las rodillas. La
noche estaba
igual de calurosa que el día.
A
medida que íbamos acercándonos, más grande era la multitud. Nos tomó una media
hora llegar adelante, pero estábamos muy bien ubicados. Salvo, claro, por todos
los empujones que estaba recibiendo mi piel herida.
Sonó
“Loquita” y estallamos.
Cantamos
con todas las fuerzas de nuestras gargantas y bailamos los cuatro, hasta que ya
no podíamos más. El “bailecito sensual” de Pepe y Facu ya eran una marca
registrada, y no podíamos parar de reír.
Para
cuando salió Rombai, la masa de gente terminó de volverse loca y nos desparramamos.
M e fueron atropellando, entre hombrazos, codazos, y cabezazos hasta que
terminé lejos.
Perdida,
fui a parar a un mirador, buscando a mis amigos con desesperación.
El
celular estaba sin señal y estaba empezando a agobiarme.
Pedro,
me hizo señas desde abajo y yo corrí a su encuentro.
—Pauli,
te nos perdiste. – me dijo, mientras yo lo abrazaba para no volver a perderme.
—Los otros se fueron a tomar algo. ¿Me acompañas un rato adelante a escuchar
lo que queda del recital?
—Dale,
vamos. – me cobijó haciendo un escudo entre su espalda y brazos para que no
siguieran machucándome las quemaduras. Llegamos al lado del escenario y nos
pusimos a bailar.
Sonaba
“Noche loca”, un tema que hacían las dos bandas juntas y parecía que era la
última, así que la aprovechamos.
La
letra de la canción me estaba empezando a poner nerviosa. Y más cuando Pepe me
la cantaba son una sonrisa, mientras bailábamos ahí, tan apretados por el
poco
espacio que nos dejaba la gente, todos transpirados.
—
Vas a volverte atrevida. –me cantó. —Dejar de ser la inofensiva. Parte de la
culpa fue mía, que nos gustemos los dos.
Siguiéndole
el juego, yo canté la parte que seguía, que justamente cantaba la chica.
—
Tú me volviste atrevida. – le canté entre risas. —Cambiaste mi filosofía.
Nuestro amor a primera risa, fue lo que me enloqueció.
Como
si nos hubiéramos puesto de acuerdo, nos cantamos a la cara lo que seguía los
dos al mismo tiempo.
—
Quiero una noche, de esas locas. – cantamos acercándonos más. —Verte en poca ropa.
– ay Dios, ya ni bailábamos. Estábamos casi con las frentes pegadas. —
Descontrolarnos, por las ganas que tenemos... – podía sentir su aliento tan
cerca, que me ponía la piel de gallina. —Y besar tu boca, hacer lo incorrecto.
Y descontrolarnos, por las ganas que tenemos.
Si,
la letra seguía, la música seguía sonando, la gente seguía bailando, pero
nosotros no. Sentí sus manos en mi cintura, ajustarse con fuerza y jadeé. Mis
ojos se fueron
directo a sus labios. Los entreabrió, respirando agitado. Si, “las ganas que
tenemos”, justamente.
Ya
no había manera de negar esto que estaba sucediendo. Éramos amigos y todo eso,
ninguno había insinuado nada nunca, pero ahora mismo, las hormonas pensaban por
nosotros. Y yo, quería morderle la boca. Fuerte.
Se
inclinó apenas, y mi corazón latió
violento en mis oídos. ¿Estaba a punto de besarme? ¿Pedro? ¡¿Me iba a besar?!
¿QUÉ-CARAJO-ESTABA- PASANDO? – Por dentro, gritaba.
—¡Pepe!
¡Pauli! – Facu nos gritó cuando nos encontró. Nos soltamos y nos miramos con
los ojos abiertos, como asustados por lo que habíamos estado a punto de hacer.
—Estamos por irnos a comer. ¿Vienen?
Asentimos
distraídos y los seguimos. Hasta el regreso, no dijimos ni una palabra del
tema, pero nos mirábamos cuando los otros no se daban cuenta. Nos
mirábamos
mucho.
Dos
días después, estábamos festejando el cumpleaños de M ay como si nada, en casa
de Facu. Estaban todos los chicos de la promoción. De ambas divisiones.
Comíamos
pizzas, y compartíamos unos tragos mientras escuchábamos música de lo más
relajados.
Con
Pepe estábamos rarísimos. No sabíamos como actuar con el otro. El, estaba
demasiado cuidadoso. Me había servido gaseosa en un vaso, y creo que hasta se
había disculpado por empujarme mientras salíamos de la cocina. ¿Desde cuando lo
hacía?
Yo,
le había sonreído como si nada. Como una estúpida. Había estado a punto de
tumbarme al piso, y yo le sonreía. Ok, lo había hecho sin querer, pero de todas
maneras. En cualquier otro momento le hubiera dicho algo, al menos algo.
Pero
sin dudas, el momento más extraño, había sido cuando estaba yendo a la sala
donde todos estaban viendo una película. No quedaban más lugares, y me disponía
a sentarme en el piso, cuando Pepe se levantó de donde estaba, y me cedió uno
de los sillones.
May
nos miró, a uno y al otro, con una ceja levantada.
¿Así
iba a ser de ahora en más?
¿En qué quedaría todo esto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario