Divina

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sábado, 16 de julio de 2016

Divina Capitulo 25


Los días pasaron, y había llegado la noche de la fiesta de graduación de Fede.
M e había invitado, claro, y yo había tenido que gastarme los ahorros de meses en un vestido bonito y un par de zapatos.

Y mis padres, que tenían un leve presentimiento de que estaba saliendo con alguien, se quedaron mudos cuando les dije que esa noche salía con mi novio.
M i mamá empezó con el interrogatorio desde temprano, y mi papá andaba con cara larga por los rincones.

Les respondí a todo lo que me preguntaron, y les conté todo. Al menos todo lo que pude, mientras me arreglaba. Pero les pedí, por favor que no le dijeran nada a
él, y se comportaran.

Fede, pasó a buscarme en su auto unas horas después, vestido con un traje azul noche y camisa blanca sin corbata y los primeros botones desprendidos. Se había
hecho raya al costado para la ocasión, pero como los costados de su cabeza estaban casi rapados, lo hacía parecer un peinado moderno, casual y despreocupado que
solo él podía llevar tan bien. Podría haber pasado por un modelo.

Sonreí como tonta mientras se bajaba para abrirme la puerta y nuestras miradas se encontraran.

—Estás preciosa. – me dijo con un beso en los labios.

Tenía un vestido a la rodilla ajustado en la cintura como de los años 50 color ciruela, y unos zapatos con un poco de plataforma a juego.

—Gracias. – sonreí coqueta. —Y vos estás hermoso.

M e guiñó un ojo y me volvió a besar.
Como si lo hubieran presentido, mis padres eligieron justo ese momento para asomarse por la puerta de casa a saludar. M ierda.

—Hola. ¿Cómo estás? Miguel. – se presentó mi papá, sacando pecho. Puse los ojos en blanco, viendo como mi mamá le golpeaba la espalda para que deje de hacer
el ridículo.

—Federico. – tomó la mano de mi papá y se la apretó con firmeza. —M ucho gusto.

Creo que con eso, se gano al menos un poco de respeto, porque mi papá asintió y lo dejó estar.

Después de que saludara a mi mamá también, nos preguntaron a qué hora regresábamos, y si pensaba beber alcohol. El contestó que un rato después de la una, y
que no pensaba tomar porque estaba manejando.

¿Qué carajo? Nunca en mis 16 años habían hecho pasar semejante momento a ninguno de mis amigos, con los que frecuentemente me iba, y con los que incluso me
había emborrachado y todo.

Ya más tranquilos, en la fiesta, él me presentó a su familia y Gabriel, al verme corrió para que lo abrazara. Se me había trepado como un monito y aunque me
estaba arrugando el vestido, no me importaba.

Como era costumbre, después de la cena, la familia de los egresados o se iba, o se quedaba en las mesas mientras los más jóvenes bailaban y se divertían en las
carpas de afuera.

Era perfectamente consciente de las miradas que me dedicaban todas sus compañeras, en especial Belu, su ex. Y no me importaba.
M e hizo dar una vueltita para después abrazarme y quedarse mirándome con su nariz pegada a la mía.

—Te voy a extrañar, peque. – de fondo sonaba “Demons” de Imagine Dragons, que no es un asunto menor.

—Yo también. – respondí con el corazón en un puño.

—Te voy a hartar a mensajes y llamados. – se rió.

—Vas a estar de fiesta. – dije con una ceja levantada. —No creo que me llames tanto.

—V a estar de fiesta, pero pensando en vos. Siempre pienso en vos. – me besó suavemente. —Ahora que estoy con vos, estoy pensando en... estar con vos.
Hoy Hasta cuando duermo, sueño con vos. – había algo en su forma de decirme las cosas que me hacía pensar que realmente las sentía.

—Sos muy dulce. – dije devolviéndole el beso.

M e abrazó con más fuerza, y ya no nos separamos en toda la noche.

Al otro día, él partía para Bariloche, y yo...

Yo estaba en casa, con mi pijama todavía puesto a las tres de la tarde, escuchando una y otra vez nuestras canciones de The Black Keys. Pensando en lo mucho
que ya lo extrañaba.

Ese bajón me había durado como dos o tres días. Después, me tuve que levantar, porque venían las fiestas, y yo amaba Navidad.

Ese año, festejamos en casa, y habíamos invitado a toda la familia y amigos que pudimos.
M ay y Facu estaban conmigo desde la tarde, pero la fiesta empezaba en realidad en la cena.

Pepe se conectó desde San Luis, que es en donde estaba en esos momentos, y nos habló por la camarita a las dos.

—Hola, hermosas. – saludó como de costumbre. —¿Cómo están?

—Bien. – le contestamos. —¿Vos? ¿Va ganando tu equipo? – quise saber.

—No. – se rió. —Pero por lo menos, la estamos pasando bien. Estamos comiendo como bestias. Engordé como tres kilos. – nos reímos a carcajadas.

—Vos no engordas, Pepe. – dijo mi amiga. —En todo caso estás rellenando ese esqueleto tuyo.

Nos mostró su dedo medio mientras nos desternillábamos.

—¿Te viste el culo, M ayra? – le preguntó burlón. M i amiga había engordado unos kilitos también, desde que tomaba pastillas.

—Si. – contestó. —Y a mi chico le encanta. – guiñó un ojo, traviesa. Facu, se rió desde donde estaba y levantó un pulgar para demostrar que estaba de acuerdo.

Al ver que no iba a poder meterse con ella, nos contó lo que había estado haciendo esos días. Había sacado millones de fotos, y había conocido lugares preciosos.
Aunque la estaba pasando realmente muy bien, sentía mucho el hecho de no poder estar con nosotras. Nos extrañaba, y nosotras a él.

—Espérenme con una fiesta. – nos pidió. —Con asado y pileta. ¿Si?

—Hecho. – dijimos.

Nos despedimos tirándonos besos, deseándonos una Feliz Navidad y un buen Año Nuevo, un poco tristes al final.

Los invitados llegarían en cualquier momento, así que ayudamos a mis padres a poner la mesa mientras poníamos “Loquita” de M arama y recordábamos a nuestro

amigo, bailando. 

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