Ese lunes, en la escuela, todo el mundo estaba
revolucionado. Los rumores de mi beso con Fede estaban por todas partes, y
podía ver desde mi mesa, que M eli, en
la otra punta del curso se moría por acribillarme a
preguntas. Pero yo no pensaba decir nada.
Ya le habían preguntado a M ay y a Pepe, y ellos como buenos
amigos tampoco habían contado nada de lo que obviamente sabían.
Juan, que en esos últimos días se había mostrado simpático y
atento conmigo, hoy apenas me había mirado. Ya había pasado un tiempo desde
nuestra charla, pero
todavía me acordaba de lo que me había dicho.
Todo lo discreta que había querido ser, se fue al diablo
cuando en el recreo, Fede vino directamente a donde estábamos sentados y sin
disimulación, me dio un beso
lento y dulce que los dejó a todos con la boca abierta.
Eso mismo se repitió a lo largo de la mañana, sin que nadie,
ni yo misma incluida, entendiera nada. Y aunque no podía parar de sonreír,
también sentía un poquito
, de miedo.
El me había dicho que no quería una novia, por lo menos este
año. Nos estábamos divirtiendo. Pero ahora que lo sabría toda la escuela, se
complicaba. Sería una
más, como Belu, como tantas... que terminan descartadas
después de que el chico más lindo se cansara de jugar, y pasara a la siguiente.
M i estómago se retorció.
Habíamos quedado en encontrarnos a la salida, pero yo ya no
tenía tantas ganas de verlo, así que le dije que me iba a casa, porque no me
quedaba a Educación
Física.
M ay, se volvió conmigo, y juntas nos fuimos a su casa para
charlar. Una falta no nos haría nada.
—Deberías preguntarle que se supone que están haciendo, Pau.
– me dijo retorciéndose el cabello. —Te dejó claro desde un principio que no va
a ponerse de novio.
Después no te quejes.
—Pero lo mismo me besó. – discutí. —M e dijo también que lo
de ser amigos era una mala idea.
Se encogió de hombros sin saber que decirme.
M e mordí el labio con violencia, y le escribí.
“Fede, podemos hablar?”
“Claro, hermosa. Nos juntamos un rato?” – me
contestó. M iré a mi amiga, que asentía.
“Estoy en la casa de una amiga. Venís?”
Sin tardar, me contestó que si, y le mandé la dirección para
que supiera como llegar.
En menos de media hora, estaba tocando el timbre.
M ay, aprovechó ese rato para ir a ver a Facu, mientras me
dejaba sola con Fede en el living.
Nos saludamos con un beso y me siguió a uno de los sillones
en donde apenas nos sentamos, me abrazó.
—¿Qué pasa, pequeña? – no sabía si iba a poder hablar
teniéndolo tan cerca. Su boca estaba a centímetros de la mía, y el calor de su
aliento me hacía cosquillas. Sus
ojos azules, brillaban y me miraban risueños. —Estás rara.
—M e pasa que no te entiendo. – confesé. —M e dijiste que
querías que fuéramos solamente amigos. Fue tu idea.
El se acomodó en el lugar y suspiró.
—Te dije que no quería ponerme de novio este año. – asentí.
—Pero también te dije que no podía pensar en nadie ni en nada más.
—M e pasa lo mismo. – susurré.
—Entonces veamos que pasa. – me contestó. —Ahora que estamos
así, lo que más quiero hacer, es darte un beso. ¿Puedo?
¿Cómo se le dice que no, a un pedido de esa boca? No había
manera. Acerqué mi rostro como respuesta, y me dejé besar como más le gustaba.
Con pasión,
arrebato, desesperación.
No tenía mucha experiencia, solo había dado un par de besos
antes... pero estaba convencida de que Fede era el mejor que había tenido. M ás
por todo lo que me
provocaba, que por cualquier otra razón.
Fede era Fede...
Por supuesto, en lo que quedó de la tarde, no pudimos dejar
las cosas en claras. Ni siquiera tuvimos mucho tiempo para hablar.
Volví a mi casa casi de noche, con los labios irritados por
tantos besar y una sensación en el pecho, mezcla de ilusión con felicidad, que
no se me iba con nada.
M is padres me esperaban con los brazos cruzados.
Resulta que mi escuela, al no verme a mí ni a M ay, se
habían preocupado porque sabían que si habíamos asistido a clases esa mañana.
Y claro, mi mamá había atendido y no tenía idea de donde
estaba.
M e había saltado Educación Física, no era para tanto.
M i papá no parecía pesar de la misma manera. M e dejó
castigada por la próxima
semana. Viernes, sábado y domingo incluido. Decía que no le
molestaba el hecho
de que me hubiera rateado. Se había enfadado porque no
habíamos avisado a nadie, y podría habernos pasado cualquier cosa.
Esa misma noche, escribí a mi amiga y me enteré que a ella
también la habían
castigado. Ahora que había comenzado algo con Fede, tendría
que quedarme en casa
sin poder salir, ni verlo.
M e encerré en mi cuarto y acostada en la cama, me tapé con
las mantas hasta la cabeza. M e quería morir.
M i celular vibró con un mensaje. Justamente era él.
“A mí, esta canción me hace acordar a vos.” Y a
continuación un audio. “The
Only One” de The Black Keys.
Di play y
empecé a escuchar la letra. Sonreí como boba mientras sentía como se me
llenaba el estómago de mariposas.
Contesté con el corazón desbocado.
“Me encanta esa canción.”
“Sos la única, pequeña. No pienso en nadie más...” –
contestó. Sonreí y giré sobre las mantas dando patadas y haciendo un lío. No
podía creerlo. Todo con lo que
había fantaseado siempre, se hacía realidad.
buenísimos, me encantaron
ResponderEliminar