Durante el paseo de vuelta a la residencia me doy cuenta de lo tonta que he
sido al esperar que Pedro fuera distinto esta vez. Debería habérmelo imaginado.
Debería haber sabido que era demasiado bueno para ser verdad.
Pedro besándome delante de Landon. Pedro siendo amable y queriendo más. Pedro
hablándome de su infancia. Debería haber sabido que, en cuanto sus amigos aparecieran,
volvería a ser el Pedro al que detestaba hace tan sólo dos semanas.
—¡Eh, Pau! ¿Te vienes esta noche? — me pregunta Steph en cuanto entro en
nuestra habitación.
Tristan está sentado en la cama, mirándola con adoración. Ojalá Pedro me
mirase a mí de ese modo.
—No, voy a estudiar —digo.
Es bonito saber que todo el mundo está invitado y, aun así, Pedro ha
olvidado mencionarme la fiesta. Probablemente para poder pasar un rato con
Molly sin distracciones.
—¡Venga, mujer! Será divertido. Estará Pedro. —Me sonríe y me obligo a
sonreírle.
—No, de verdad. Tengo que llamar a mi madre y preparar los trabajos de la
semana que viene.
—¡Pedooooorra! —Se burla Steph cogiendo su bolso—. Como quieras. Estaré
fuera toda la noche, llámame si necesitas algo.
Me da un abrazo de despedida y se marcha con Tristan.
Llamo a mi madre y le cuento lo de las prácticas y, como buena madre, se
alegra un montón de que me hayan dado una oportunidad. No menciono a Pedro,
pero sí a Ken, aunque le digo que es el futuro padrastro de Landon, cosa que es
verdad. Me pregunta por Noah, pero me hago la loca. Estoy sorprendida y
agradecida de que Noah no se lo haya contado. No me debe nada, pero le
agradezco la omisión. Después de escucharla hablar durante mil años sobre su nueva
compañera de trabajo, que ella cree que está teniendo una aventura con el jefe,
le digo que tengo que ponerme a estudiar y cuelgo. De inmediato empiezo a
pensar en Pedro, como siempre. Mi vida era mucho más sencilla antes de
conocerlo y ahora, después de..., es complicada y estresante, y o bien estoy
muy feliz o bien siento esta quemazón en el pecho cuando me lo imagino con Molly.
Voy a volverme loca si me quedo aquí sentada, y sólo son las seis cuando me
doy por vencida y dejo de estudiar. ¿Y si voy a dar una vuelta? Necesito ver a
alguien. Cojo el teléfono y llamo a Landon.
—¡Hola, Pau! —Parece animado, y me calma un poco la ansiedad.
—Hola, Landon, ¿te pillo ocupado?
—No, sólo estaba viendo el partido. ¿Por? ¿Pasa algo?
—No. Es que me preguntaba si podrías venirte un rato... O, si a tu madre no
le importa, podría ir a veros y aceptar su oferta de enseñarme a hacer
madalenas.
—Dejo escapar una leve risita.
—Cómo no. Le va a encantar. Voy a decirle que vas a venir.
—Vale. El próximo autobús no sale hasta dentro de media hora, pero estaré
ahí lo antes posible.
—¿El autobús? Ah, sí. Se me olvidaba que aún no has encontrado un coche.
Iré a recogerte.
—No, no hace falta, de verdad. No quiero ser una molestia.
—Pau, no son ni veinte kilómetros. Salgo hacia allí —dice, y accedo.
Cojo el bolso y miro la pantalla del móvil por última vez. Pues claro que Pedro
ni me ha escrito ni ha llamado. Odio cómo dependo de él. No quiero
obsesionarme.
Decido emanciparme y apago el móvil. Si lo dejo encendido, me volveré loca
mirándolo cada cinco minutos. Lo mejor será que lo deje en la habitación, así
que lo guardo en el cajón de arriba de la cómoda antes de salir a esperar a
Landon en la entrada.
Aparece unos minutos más tarde y da un pequeño bocinazo. Bajo de la acera
de un brinco al oírlo, sorprendida, y los dos nos reímos mientras subo al
coche.
—Mi madre ha tirado la casa por la ventana. Prepárate para una clase con
todo lujo de detalles.
—¿Sí? ¡Me encantan los detalles!
—Lo sé, en eso nos parecemos —dice encendiendo la radio.
Escucho los compases familiares de una de mis canciones favoritas.
—¿Puedo subir el volumen? —pregunto, y asiente.
—¿Te gusta The Fray? —dice sorprendido.
—¡Sí! ¡Es mi grupo favorito! Me encantan. ¿A ti te gustan?
—¡Claro! ¿A quién no? —Se echa a reír.
Estoy a punto de decirle que a Pedro no le gustan, pero decido callarme.
Cuando llegamos a su casa, Ken nos recibe en la puerta con una acogedora
sonrisa. Espero que no estuviera esperando que viniera con Pedro, pero no veo
ni rastro de decepción en su rostro. Le devuelvo la sonrisa.
—Karen está en la cocina. Avisada estás —me dice en tono travieso.
No bromeaba. Karen tiene la gigantesca isleta de cocina llena de moldes,
cuencos y un montón de artilugios que no sé ni qué son.
—¡Pau! ¡Estoy terminando de prepararlo todo! —Está resplandeciente de
felicidad, y con una mano me señala todos los extraños utensilios.
—¿Puedo ayudarla con algo?
—De momento, no. Casi he terminado... Ya, listo.
—Espero no haber avisado de que iba a venir con muy poca antelación.
—Ay, no, cielo. Aquí siempre eres bienvenida —me asegura, y se nota que lo
dice de corazón.
Me pasa un delantal y me recojo el pelo en un moño en la coronilla. Landon
se sienta en la bancada y nos habla un par de minutos mientras Karen me enseña
todos los ingredientes necesarios para hacer madalenas caseras. Los echo en el
robot de cocina y lo dejo trabajar al mínimo.
—Ya me siento como una profesional —digo.
Me río y Landon se acerca y me pasa la mano por la mejilla.
—Perdona, es que te habías manchado de harina. —Se ruboriza y sonrío.
Empiezo a verter la masa de las madalenas en los moldes. Cuando termino,
las metemos en el horno y hablamos de la universidad y de nuestra casa. Landon
abandona la «charla de chicas» y se va a ver terminar el partido.
Nos perdemos en la conversación mientras nuestras creaciones se hornean y
se enfrían y, cuando Karen me dice que es hora de ponerles la cobertura, las
miro y me siento muy orgullosa de cómo han salido las mías. Karen me enseña a
usar la manga pastelera para dibujar una letra «L» encima de una madalena, y la
reservo para Landon. Ella, que es una experta, dibuja flores y hojas de césped
en las suyas. Yo hago lo que puedo con las mías.
—La próxima vez haremos galletas. —
Sonríe y coloca las madalenas en una fuente.
—Por mí, genial —le digo, y le doy un mordisco a una de mis madalenas.
Mientras Karen arregla las madalenas para que luzcan en la fuente, me
pregunta:
—¿Dónde está Pedro?
Mastico muy despacio mientras intento comprender por qué ha tenido que
preguntarme eso.
—En su casa —me limito a responder.
Ella frunce el ceño pero no insiste.
Landon reaparece entonces en la cocina y Karen sale para llevarle unas
madalenas a Ken.
—¿Ésa es para mí? —pregunta Landon sosteniendo la madalena con la «L»
chuchurrida.
—Sí, tengo que mejorar mucho con la manga pastelera.
Le da un mordisco.
—Lo importante es que está muy rica — dice con la boca llena.
Me río, y él se limpia la boca.
Mientras me como otra madalena, Landon me habla del partido. Me importa un
comino, pero es muy majo y finjo escucharlo. Mi mente viaja otra vez hacia Pedro
y me quedo mirando por la ventana.
—¿Te encuentras bien?
Landon me saca de mi ensimismamiento.
—Sí, perdona. Estaba prestando atención... al principio. —Sonrío a modo de
disculpa.
—No pasa nada. ¿Es por Pedro?
—Sí... ¿Cómo lo sabes?
—¿Dónde está?
—En la fraternidad. Celebran una fiesta esta noche... —empiezo a decir, y
luego decido contárselo todo—. Y no me ha dicho nada. Ha quedado con sus amigos
y se ha despedido con un «Nos vemos, Pau». Me siento como una idiota sólo de
decirlo, sé que parezco imbécil, pero es que me está volviendo loca. Solía
liarse con esa chica, Molly, y ahora está con él y no me ha dicho qué somos...
Si es que somos algo —añado con un pesado suspiro.
—Pero ¿vosotros dos no estáis saliendo? —pregunta Landon.
—Ya... Bueno, eso pensaba yo, pero ahora ya no lo sé.
—Y ¿por qué no intentas hablar con él? ¿O vas a la fiesta?
Lo miro.
—No puedo ir a la fiesta.
—¿Por qué no? Ya has estado en sus fiestas, y Pedro y tú estáis saliendo, o lo que sea, y tu compañera
de habitación estará allí. Si yo fuera tú, iría.
—¿De verdad? Steph me ha invitado... pero no sé.
Quiero ir sólo para ver si Pedro está con Molly, pero pareceré una idiota
cuando llegue allí.
—Yo creo que deberías ir.
—¿Te vienes conmigo? —pregunto.
—Ah, no, no. Lo siento, Pau. Somos amigos, pero no, gracias.
Sabía que no iba a querer, pero tenía que intentarlo.
—Creo que yo sí voy a ir. Al menos, para hablar con él.
—Bien. Pero será mejor que primero te limpies la harina de la cara.
Suelta una carcajada y le pego en el brazo. Me quedo un rato más con
Landon. No quiero que piense que sólo lo he estado utilizando para que me
acompañara a la fiesta, aunque sé que en realidad él no piensa eso.
—Buena suerte. Llámame si me necesitas —me dice cuando me bajo del coche
delante de la fraternidad.
Luego se va y pienso que es irónico que me haya dejado el móvil en la
residencia para no pensar en Pedro y, aun así, he acabado presentándome en su
casa.
Hay un grupo de chicas ligeras de ropa en el jardín y, al verlas, contemplo
mi atuendo: vaqueros y chaqueta de punto. Apenas me he maquillado y llevo el
pelo recogido en el cogote. «Pero ¿en qué estaría pensando cuando he decidido
venir aquí?»
Me trago la ansiedad y entro en la casa.
No veo a nadie conocido excepto a Logan, que se está bebiendo un chupito
del cuerpo de una chica que sólo lleva puestos las bragas y el sujetador. Entro
en la cocina y alguien me pasa un vaso de plástico de alcohol puro. Me lo bebo.
Si voy a enfrentarme a Pedro, necesito alcohol. Me abro paso entre la multitud
que abarrota la sala de estar, hacia el sofá en el que su grupo suele sentarse.
Entre cuerpos y espaldas, aparece el pelo rosa de Molly...
Y me pongo mala en cuanto veo que no está sentada en el sofá, sino en el
regazo de Pedro, que tiene la mano en su muslo mientras ella está recostada
encima de él, riéndose con sus amigos como si fuera lo más normal del mundo.
¿Cómo me he metido en esto? Debería haberme mantenido bien lejos de él. Lo
sabía y ahora lo tengo delante, restregándomelo por la cara. Debería irme. Éste
no es mi sitio y no quiero volver a llorar delante de esta gente. Estoy harta de
llorar por Pedro, y estoy harta de intentar convertirlo en lo que no es. Cada
vez que pienso que he tocado fondo, hace algo que me lleva a pensar que no
tenía ni idea del dolor que causan los sentimientos no correspondidos.
Veo que Molly coge la mano de Pedro. Él la aparta pero sólo para ponérsela
en la cadera y apretar para hacerle cosquillas. Ella se ríe. Intento obligarme
a moverme, a retroceder, a echar a correr, a hacerme una bola... Lo que sea con
tal de salir de aquí. Pero mis ojos no se apartan del chico del que me estaba
pillando mientras él no le quita el ojo de encima a ella.
—¡Pau! —me llama alguien entonces.
Pedro se vuelve y sus ojos verdes encuentran los míos. Los abre como
platos. Molly mira en mi dirección y se pega más a Pedro, que abre los labios
como si fuera a decir algo pero no dice nada.
Zed aparece a mi lado y por fin consigo desviar la mirada de la de Pedro.
Intento sonreír, pero tengo todas mis energías empleadas en no convertirme en
un mar de lágrimas.
—¿Te apetece beber algo? —me pregunta.
Bajo la mirada. «¿Yo no llevaba un vaso de plástico en la mano?»
El vaso está en el suelo. La cerveza se ha derramado en la moqueta. Doy un
paso atrás.
Normalmente lo limpiaría y pediría perdón, pero ahora mismo voy a fingir
que no he sido yo. Aquí hay tanta gente que nadie lo notará.
Tengo dos opciones: puedo salir corriendo de aquí con lágrimas en los ojos
y dejar que Pedro sepa que me ha hecho daño, o puedo hacerme la valiente y
actuar como si me importaran un pimiento él y el modo en que Molly sigue
acurrucada en su regazo.
Me decido por la segunda opción.
—Me encantaría —digo con voz forzada
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