Divina

Divina

lunes, 26 de octubre de 2015

After Capitulo 49

Karen ha preparado un montón de dulces. Me como unos cuantos mientras charlamos de su pasión por la repostería. Landon no se une a nosotros en el comedor, pero eso no parece levantar sospechas.

Miro en dirección al sofá en el que está sentado con el libro en el regazo y me recuerdo que tengo que hablar con él cuanto antes. No quiero perder su amistad.

—A mí también me gusta mucho la repostería, pero no se me da tan bien como a usted —le digo a Karen, y ella se ríe.

—Me encantaría enseñarte —repone.
La esperanza es evidente en sus ojos castaños, y asiento.

—Eso sería genial —digo.

No tengo el valor de decirle que no. Siento lástima por ella; se está esforzando mucho en conocerme. Cree que soy la novia de Pedro, y no puedo decirle lo contrario.

Pedro no ha dado el paso de contárselo, ni a su padre tampoco, lo cual me da un poco de esperanza. Ojalá esta noche fuera un ejemplo de cómo podría ser siempre mi vida. Disfrutar del tiempo compartido con Pedro, de su mirada encontrándose todo el rato con la mía mientras charlo con su padre y su futura
madrastra. Está siendo simpático, al menos durante la última hora, y me acaricia los nudillos con el pulgar en un gesto tierno que me hace sentir el constante aleteo de mariposas en el estómago. Fuera sigue lloviendo, y el viento ruge.

Cuando acabamos los postres, Pedro se levanta de la mesa. Lo miro dubitativa, y él se inclina hacia mi oído:

—Ahora vuelvo, voy al baño —me susurra, y veo cómo desaparece por el pasillo.

—No podemos agradecértelo lo suficiente. Es tan maravilloso tener a
Pedro aquí, aunque sólo sea para cenar —dice Karen, y Ken le coge la mano por encima de la mesa.

—Tiene razón, para un padre es maravilloso que su único hijo esté enamorado. Siempre me ha preocupado que no fuera capaz... Era un... niño problemático —murmura Ken, y me mira. Supongo que se percata de que me revuelvo en el asiento, porque continúa diciendo—: Lo siento, no era mi intención hacerte sentir incómoda, es que nos encanta verlo feliz.

«¿Enamorado? ¿Feliz?» Me atraganto con mi propia saliva y comienzo a toser repetidas veces; el agua fría del vaso desciende por mi garganta y me alivia, y vuelvo a mirarlos. ¿Creen que Pedro está enamorado de mí? Sería demasiado grosero reírme de ellos, pero es obvio que Ken no conoce a su hijo.

Antes de que tenga ocasión de responder, Pedro vuelve y doy gracias por no haber respondido a sus amables pero falsas suposiciones. Pedro no se sienta, sino que se queda de pie detrás de mí con las manos apoyadas en el respaldo de la silla.

—Deberíamos irnos ya. Tengo que llevar a Pau de vuelta a la residencia —dice.

—Venga, deberíais quedaros a pasar la noche aquí —repone Karen—. Está lloviendo, y tenemos espacio de sobra, ¿verdad, Ken?
Su padre asiente.

—Claro, ambos estáis invitados.

Pedro me mira. Quiero quedarme. Para pasar más tiempo con él en esta especie de realidad paralela al mundo, sobre todo cuando está de tan buen humor.

—Me parece bien —digo.

Sin embargo, no quiero que se enfade por querer quedarme más tiempo. No consigo descifrar su mirada, pero no parece molesto.

—¡Estupendo! —exclama Karen—. Ya está decidido. Voy a enseñarle la habitación a Pau... O ¿vas a quedarte con Pedro en la suya? —pregunta. No pretende juzgarme, sólo ser amable.

—No, preferiría una habitación para mí sola, por favor. Si a usted le parece bien.
Pedro me fulmina con la mirada.

«Entonces ¿quería que me quedara con él en su habitación?» Me emociono sólo de pensarlo, pero me sentiría incómoda si supieran que Pedro y yo ya hemos llegado a ese punto. Mi sarcástico subconsciente me recuerda que no estamos saliendo, ni nada parecido, así que no es posible que estemos en «ese punto». 

Que tengo novio, y que no es Pedro. Lo ignoro, como es habitual, y sigo a
Karen hasta el piso de arriba. Me pregunto por qué quiere que nos acostemos ya, pero no tengo la confianza suficiente para preguntárselo.

Me conduce a una habitación que está justo enfrente de la de Pedro. No es tan grande, pero está decorada con el mismo buen gusto. La cama es un poco pequeña y descansa sobre un marco blanco contra la pared. En las paredes hay colgados varios cuadros de barcos y anclas. Le doy las gracias varias veces, y ella vuelve a abrazarme antes de marcharse.

Deambulo por la habitación y me paro frente a la ventana. El patio trasero es mucho más grande de lo que pensaba; sólo he visto el porche y los árboles del lado izquierdo. En el lado derecho hay una pequeña construcción que parece un invernadero, pero no puedo distinguirlo entre la abundante lluvia.

Mientras observo la tormenta, dejo volar los pensamientos. Hoy lo he pasado mejor que nunca con Pedro, a pesar de sus numeritos. Me ha dado la mano, algo que nunca hace; me ha cogido por la espalda mientras caminábamos, y se ha esforzado en consolarme cuando estaba dándole vueltas a lo de Landon. Es lo más lejos que hemos llegado en nuestra... amistad, o lo que sea. Ésa es la parte complicada: sé que no podemos y que no saldremos juntos, pero ¿quizá pueda conformarme con lo que tenemos ahora, sea lo que sea? Nunca había imaginado que sería la amiga con derecho a roce de nadie, pero sé que no sería capaz de estar lejos de él. Lo he intentado muchas veces, y nunca funciona.

Un suave golpe en la puerta me devuelve a la realidad. Espero ver a Karen o a Pedro, pero en su lugar encuentro a Landon cuando abro.
Tiene las manos metidas en los bolsillos y en su bonito rostro luce una ligera y extraña sonrisa.

—Hola —dice, y yo sonrío.

—Hola, ¿quieres pasar? —le pregunto, y él asiente.
Me acerco a la cama y me siento; él tira de la silla pegada a una pequeña mesa en el rincón y toma asiento.

—Yo... —decimos ambos al mismo tiempo, y nos reímos.

—Tú primero —propone.

—Vale. Siento muchísimo que te hayas enterado de lo mío con Hardin de esa manera. No he salido al porche con esa intención. Sólo quería asegurarme de que estaba bien; todo esto de la cena con su padre le estaba afectando mucho, y no sé cómo hemos acabado... besándonos. Sé que está fatal por mi parte, y sé que soy lo peor por ponerle los cuernos a Noah, pero estoy muy confundida, y he intentado mantenerme alejada de Pedro.
De verdad.

—No te estoy juzgando, Pau. Es que me ha sorprendido veros liándoos en el porche. Cuando he salido pensaba que os iba a encontrar gritándoos el uno al otro. —Se ríe y continúa—: Supe que había algo entre vosotros cuando discutisteis en medio de la clase de literatura, y cuando te quedaste el fin de semana pasado, y cuando él volvió y se peleó conmigo. Los indicios estaban por todas partes, pero pensé que me lo contarías, aunque entiendo por qué no lo hiciste.
Siento que desaparece una pesada carga de mis hombros.

—Entonces ¿no estás enfadado conmigo? ¿Ni me ves de otra forma?
Landon niega con la cabeza.

—No, claro que no. Aunque me tienes preocupado. No quiero que Pedro te haga daño, y creo que acabará pasando. Siento decírtelo, pero como amigo necesito que sepas que acabará pasando.
Quiero ponerme a la defensiva, o incluso enfadarme, pero una parte de mí sabe que tiene razón.
Sin embargo, desearía que no fuera así.

—Y ¿qué vas a hacer con Noah?
Suspiro.

—No tengo ni idea. Tengo miedo de arrepentirme si lo dejo con él, pero lo que le estoy haciendo no es justo. Necesito un poco más de tiempo para decidirme.
Él asiente.

—Landon, me alegra mucho que no estés enfadado conmigo. Antes me he portado como una idiota. No sabía qué decir. Lo siento.

—Yo también, y lo entiendo perfectamente.
Nos levantamos, y él me da un abrazo. Un cálido y reconfortante abrazo justo cuando la puerta se abre.

—Eh..., ¿interrumpo algo? —La voz de Pedro resuena en la habitación.

—No, pasa —le digo, y él pone los ojos en blanco. Espero que siga de buen
humor.

—Te he traído ropa para dormir — explica.
Deja un pequeño montón de ropa sobre la cama y se dirige a la puerta.

—Gracias, pero puedes quedarte — digo. No quiero que se vaya.
Él mira a Landon y dice: «No, da igual», y luego se marcha.

—¡Es tan temperamental! —protesto, y me dejo caer sobre la cama.
Landon se ríe por lo bajo y vuelve a sentarse.

—Sí, temperamental, por no decir otra cosa.

Ambos estallamos en carcajadas, y luego Landon empieza a hablar de Dakota y de las ganas que tiene de que venga a visitarlo el próximo fin de semana. Casi me había olvidado de la hoguera. Noah va a ir. Quizá debería decirle que no lo haga. Pero ¿qué pasa si este cambio en mi relación con Pedro es sólo producto de mi imaginación? Siento que hoy ha cambiado algo entre nosotros y, de
hecho, me ha dicho que me desea más de lo que nunca ha deseado a nadie. No obstante, en ningún momento ha dicho que sienta algo por mí, sólo que me desea.

Una hora después de que Landon y yo charlemos de todo un poco, desde Tolstói hasta las vistas de Seattle, me da las buenas noches, se marcha a su habitación y me deja a solas con mis pensamientos y el sonido de la lluvia...

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