Divina

Divina

jueves, 29 de octubre de 2015

After Capitulo 55


Landon escucha en silencio el relato de mi ruptura con Noah y mi diatriba sobre cómo debo calificar mi relación con Pedro. Yo creo que estamos saliendo, pero tampoco nos hemos parado a ponerle nombre.

—Sé que ya te he avisado, así que no voy a volver a hacerlo —dice mientras ocupamos nuestros asientos—. Pero, por favor, ten mucho cuidado con él. Aunque he de admitir que parece todo lo encandilado contigo que alguien como él es capaz de estar.

Significa mucho para mí que, pese a que detesta a Pedro, esté haciendo todo lo posible para comprenderme y apoyarme.
Entro en mi tercera clase de la mañana y el profesor de sociología me pide que me acerque a la tarima.

—Acaban de llamarme para decirme que vaya usted al despacho del rector — me dice.

«¿Qué? ¿Por qué?» Me entra el pánico y de repente recuerdo que el rector es el padre de Pedro y me relajo un poco. Pero entonces me pongo de los nervios por otros motivos.
¿Qué querrá? Sé que la universidad es distinta del instituto, pero es como si me enviaran al despacho del director, sólo que el director es el padre... ¿de mi novio?

Me echo la bolsa al hombro y atravieso el campus en dirección al edificio de administración. Es un buen paseo, y tardo media hora larga. Le digo a la secretaria mi nombre y no tarda en anunciarme.
Lo único que consigo oír es «doctor Alfonso».

—Te está esperando —dice con una sonrisa muy profesional mientras señala la puerta de madera al otro lado del vestíbulo.
Me dispongo a llamar a la puerta, pero ésta se abre de repente y Ken me recibe con una sonrisa.

—Pau, muchas gracias por venir — dice indicándome que pase y me siente.
Él se instala en un enorme sillón giratorio que hay detrás de una gigantesca mesa de madera de cerezo. En este despacho me intimida mucho más que en su casa.

—Perdona que te haya sacado de clase. No tenía otra forma de contactar contigo, y sabes que hablar con Pedro  puede resultar... difícil.

—No pasa nada, de verdad. ¿Ha ocurrido algo? —pregunto muy nerviosa.

—No, no. Me gustaría hablar de un par de asuntos contigo. Empecemos con las prácticas. — Apoya las manos en la mesa—. He hablado con mi amigo en Vance y le encantaría conocerte, cuanto antes. Mañana sería perfecto, si te va bien.

—¿De verdad? —exclamo. Me pongo en pie de un brinco de la emoción y vuelvo a sentarme a toda prisa, avergonzada—. Es maravilloso. ¡Muchísimas gracias! No sabe lo mucho que se lo agradezco.

Es una noticia fantástica. Es increíble que se haya tomado tantas molestias por mí.

—Ha sido un placer, Pau. —Enarca las cejas con interés—. Entonces ¿le digo que vas mañana?
No quiero perder más clases, pero esto lo vale y, de todas maneras, lo llevo todo bastante adelantado.

—Sí, por favor. Muchas gracias de nuevo. Caray... —digo, y se echa a reír.

—En segundo lugar, y si dices que no lo entenderé, tengo que pedirte un favor personal. No te preocupes, que aunque me digas que no seguirás teniendo tus prácticas en Vance —dice, y me pongo muy nerviosa. Asiento y él sigue hablando—. No sé si Pedro te ha comentado que Karen y yo nos casamos dentro de dos semanas...

—Sabía que la boda iba a celebrarse en breve. Enhorabuena —le digo.
Sin embargo, no sabía que fuera a ser tan pronto. Me acuerdo de cuando Pedro les destrozó la casa y se bebió casi una botella entera de whisky escocés.
Me sonríe amablemente.

—Muchas gracias. Lo que me preguntaba era si crees que es posible... Si tú podrías... convencer a Pedro para que asista. —Aparta la vista y se queda mirando la pared—. Sé que me estoy extralimitando, pero odiaría que se lo perdiera y, si te soy sincero, creo que eres la única persona capaz de convencerlo de que vaya. Se lo he pedido en varias ocasiones y siempre me contesta que no —dice con un suspiro de frustración.

No sé qué decir. Me encantaría llevar a Pedro a la boda de su padre, pero dudo mucho que me escuche. ¿Por qué todo el mundo piensa que a mí me hace caso? Recuerdo cuando Ken me dijo que creía que Pedro estaba enamorado de mí, lo cual es ridículo y falso.

—Hablaré con él. Me encantaría que fuera a la boda —le digo de corazón.

—¿De verdad? Muchas gracias, Pau. Espero que no te hayas sentido presionada. Me hará mucha ilusión que asistáis los dos.

«¿De boda con Pedro?» A priori parece una idea encantadora, pero Pedro es un hueso duro de roer.

—Karen te aprecia mucho, y le ha gustado tenerte en casa este fin de semana. Puedes volver cuando quieras.

—Yo también lo he pasado muy bien. A lo mejor podría llamarla para que me enseñe a hacer madalenas: se ofreció a darme clases.

Me echo a reír y él también. Se parece tanto a Pedro cuando sonríe que me inspira mucha ternura. El padre de Pedro se muere por tener cualquier clase de relación con su hijo, ese loco enfadado con el mundo. Me da mucha pena. Si puedo hacer algo por ayudar a Ken, lo haré.

—¡Estará encantada! Pásate por casa cuando quieras —me anima, y me pongo en pie.

—Muchas gracias por ayudarme con las prácticas. Significan muchísimo para mí. 
—He visto tu solicitud y tus notas y ambas son impresionantes. Pedro podría aprender mucho de ti —dice con la mirada rebosante de esperanza.
Noto que se me encienden las mejillas. Le sonrío y me voy. Para cuando he vuelto al campus, al edificio de literatura, sólo faltan cinco minutos para que empiece la clase. Pedro está sentado en su antiguo asiento, y no puedo evitar sonreír como una colegiala al verlo.

—Has cumplido tu parte del trato y yo estoy cumpliendo la mía —dice devolviéndome la sonrisa.

Saludo a Landon y me siento entre los dos.

—¿Cómo es que llegas tan tarde? —me susurra Pedro cuando el profesor empieza con la clase.

—Te lo cuento luego.
Sé que si saco el tema ahora, me va a montar una escena en mitad de clase.

—Dímelo —insiste.

—Te he dicho que te lo cuento luego. No es nada importante —le prometo.

Suspira pero lo deja estar.
Termina la clase. Pedro y Landon se levantan y no sé muy bien a cuál de los dos dirigirme.
Normalmente hablo con Landon al salir, mientras caminamos juntos, pero ahora que Pedro ha vuelto, no sé qué hacer.

—¿Sigue en pie lo de ir a ver la hoguera el viernes con Dakota y conmigo? — dice entonces Landon—. Se me ha ocurrido que podrías venir a cenar primero, a mi madre le encantaría.

—Sí, sigue en pie —respondo—. Lo de la cena suena muy bien. Dime la hora y allí estaré.

Me muero por conocer a Dakota. Hace a Landon feliz, y sólo por eso ya me cae bien.

—Te mandaré un mensaje —dice, y se va.

—«Te mandaré un mensaje»... —se mofa Pedro, y yo pongo los ojos en blanco.

—No te burles de él —le advierto.

—Ah, sí, se me olvidaba que te pones hecha una fiera. Recuerdo que estuviste a punto de abalanzarte sobre Molly cuando se metió con él.
Se monda de risa y le pego un cachete.

—Va en serio, Pedro. Déjalo en paz — le digo, y luego añado—: Por favor — para no parecer tan severa.

—Vive con mi padre —replica—. Tengo derecho a burlarme de él.
Me sonríe y me echo a reír. Salimos del edificio y decido que es ahora o nunca.

—Hablando de tu padre... —Alzo la vista y veo que Pedro ya se ha puesto tenso. Me mira con recelo, a la espera de que acabe la frase —. Por eso he llegado tarde: estaba en su despacho. Me ha conseguido una entrevista en Vance mañana. ¿No es genial?

—¿Que ha hecho qué? —resopla.
«Ya estamos otra vez.»

—Me ha conseguido una entrevista. Es una gran oportunidad, Pedro —digo intentando que me comprenda.

—Bien —suspira.

—Hay más.

—Cómo no...

—Me ha invitado a la boda la semana que viene... Bueno, a los dos. Nos ha invitado a los dos. —Me ha costado un mundo decirlo porque me está desollando con la mirada.

—Yo no voy. Punto.
Da media vuelta y echa a andar sin mí.

—Espera, ¿quieres escucharme, por favor? —Lo cojo de la muñeca pero me aparta.

—No. No te metas en esto, de verdad, Pau. No es broma. Métete en tus asuntos por una vez — me espeta.

—Pedro... —repito, pero me ignora y desaparece en el aparcamiento.
Tengo los pies de plomo y no puedo seguirlo. Su coche blanco abandona el parking. Está exagerando y no voy a echar leña al fuego. Necesita tiempo para calmarse antes de que volvamos a hablar. Sabía que no quería ir, pero esperaba que al menos estuviera dispuesto a hablarlo.

«¿A quién quiero engañar?» Sólo hace dos días que hemos pasado a más. No sé por qué sigo esperando que las cosas sean distintas.
En algunos aspectos lo son: en general, Pedro es más amable conmigo y me besa en público, lo cual es sorprendente. No obstante, sigue siendo Pedro, y es muy cabezota y tiene un problema de actitud. Suspiro, me cuelgo la bolsa del hombro y echo a andar hacia mi cuarto.

Steph está sentada con las piernas cruzadas en el suelo, viendo la televisión.

—¿Dónde te metiste anoche? No es propio de ti salir entre semana, jovencita.

—Estaba... por ahí —le digo. No sé si debería decirle que me quedé a dormir con Pedro.

—Con Pedro —añade por mí, y miro hacia otra parte—. Sé que estabas con él. Me pidió que le diera tu teléfono, se fue de la bolera y no volvió. —Sonríe, se nota que se alegra por mí.

—No se lo digas a nadie —digo—. Ni yo misma sé muy bien qué está pasando.
Steph me promete no decir ni una palabra y nos pasamos la tarde hablando de ella y de Tristan, hasta que él viene a buscarla para llevarla a cenar. La besa en cuanto se abre la puerta, la abraza mientras recoge sus cosas y le sonríe sin parar. ¿Por qué Pedro no puede ser así conmigo?

No sé nada de él desde hace varias horas, pero no quiero escribirle yo primero. Es infantil, lo sé, pero me da igual. Cuando Steph y Tristan se marchan, termino de estudiar y preparo mis cosas para darme una ducha. Hasta que me vibra el móvil. El corazón me da un salto mortal en cuanto veo el nombre de Pedro en la pantalla. Abro el mensaje de inmediato:

¿Duermes esta noche conmigo?

Lleva horas sin hablarme, pero ¿quiere que duerma con él otra vez?

¿Por qué? ¿Para que puedas volver a comportarte como un capullo conmigo?

Quiero verlo, aunque sigo enfadada.

Voy hacia allá. Prepara tus cosas.

Pongo los ojos en blanco. Es un mandón, pero aun así me hace ilusión verlo.
Corro a ducharme para no tener que hacerlo en la fraternidad. Para cuando termino, apenas me queda tiempo para prepararme la ropa de mañana. Odio tener que ir en autobús hasta Vance cuando en coche sólo se tardan treinta minutos. Tengo que volver a intentar comprarme un coche. Estoy doblando pulcramente mi ropa y guardándola en mi bolsa cuando Pedro abre la puerta, por supuesto sin llamar.

—¿Lista? —pregunta cogiendo mi monedero.

Asiento, me echo la bolsa al hombro y lo sigo. Caminamos hacia su coche en silencio y rezo para que el resto de la noche no sea así.

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