Divina

Divina

domingo, 18 de octubre de 2015

After Capitulo 28


—Supongo que no es tan antipático —dice Noah cuando la puerta se cierra.
Me entra la risa nerviosa.

—¿Qué?

Al ver que me mira con una ceja enarcada, continúo:

—No pasa nada, es que me sorprende que digas eso —miento pegada a su pecho.

La tensión que inundaba el ambiente hace unos instantes ha desaparecido.

—No estoy diciendo que me gustaría ser amigo suyo, pero es bastante agradable.

—Pedro no sabe lo que es ser agradable —digo, y Noah se ríe y me rodea con los brazos.

Si supiera las cosas que han pasado entre nosotros, que nos hemos besado, cómo gemí su nombre cuando él...

«Joder, Pau, vale ya.»

Levanto la cabeza y beso a Noah en la mandíbula. Él sonríe. Quiero que me haga sentir como me hace sentir Pedro. Me incorporo y me vuelvo para mirarlo. Le agarro el rostro entre las manos y pego los labios a los suyos. Su boca se abre y me devuelve el beso. Sus labios son suaves..., como su beso. No es suficiente. Necesito el fuego, necesito la pasión. Coloco las manos en su cuello y me monto sobre su regazo.

—Espera, Pau, ¿qué estás haciendo? —pregunta, e intenta apartarme suavemente.

—¿Qué? Nada, sólo... quiero que nos enrollemos, supongo —digo, y bajo la mirada.

No suelo mostrarme cohibida delante de Noah, pero éste es un tema del que no solemos hablar.

—Vale —dice, y lo beso otra vez.

Siento su calidez, pero no las llamas. Empiezo a menear las caderas con la esperanza de avivarlas de alguna manera. Sus manos descienden hasta mi cintura, pero me la agarra para detener mis movimientos. Sé que habíamos decidido esperar hasta el matrimonio, pero sólo nos estamos besando. Le cojo las manos, se las aparto y continúo meciéndome contra él.

Por más que intento besarlo con más intensidad, su boca permanece blanda y tímida. Noto que se excita, pero no hace nada al respecto.

Sé que estoy haciendo esto por las razones equivocadas, pero en estos momentos me da igual, sólo necesito saber que Noah puede hacerme lo mismo que Pedro. «En realidad no es a Pedro a quien deseo, sino la sensación...,
¿verdad?»

Dejo de besarlo y me aparto de su regazo.

—Eso ha estado bien, Pau. —Sonríe y yo le devuelvo el gesto.

«Ha estado bien.» Es tan prudente, demasiado... Pero lo quiero. Pulso la tecla «Play» para seguir viendo la película y, al cabo de unos minutos, empiezo a quedarme dormida.

—Tengo que irme —dice Pedro mirándome con sus ojos verdes.

—¿Adónde? —No quiero que se vaya.

—Me alojaré en un hotel cercano; volveré por la mañana —explica, y después de mirarlo durante un momento, su rostro se transforma en el de Noah.

Doy un brinco y me froto los ojos. Noah. Es Noah. En ningún momento ha sido Pedro.

—Te estás durmiendo, y no puedo quedarme a pasar la noche aquí —dice
Noah con ternura, y me acaricia la mejilla.

Quiero que se quede, pero ahora temo lo que pueda ver o decir en sueños. De todos modos, es evidente que Noah considera que no es de personas decentes quedarse en mi habitación. Pedro y Noah son polos opuestos. En todos los sentidos.

—Vale, gracias otra vez por venir — farfullo, y él me besa suavemente en la mejilla antes de deslizarse por debajo de mí.

—Te quiero —dice.

Asiento, entierro la cabeza bajo la almohada y me pierdo en unos sueños que no recuerdo.

A la mañana siguiente, me despierto cuando Noah me llama por teléfono. Me dice que viene de camino, de modo que salto de la cama, corro a las duchas y pienso en algo que hacer hoy. No hay mucho que hacer por aquí, a menos que vayamos al centro; quizá debería mandarle un mensaje a Landon para preguntarle qué se puede hacer aquí aparte de ir a fiestas de fraternidades. Es el único amigo que tengo en el campus que podría saberlo.

Tras decidir ponerme mi falda gris plisada y una blusa azul sencilla, hago caso omiso de la vocecita de Pedro que me dice que es horrible y me visto.

Noah me espera en el pasillo junto a mi puerta cuando vuelvo con la toalla todavía enrollada en el pelo.

—Estás preciosa —afirma con una sonrisa en la cara, y me pasa el brazo por encima del hombro mientras abro la puerta.

—Sólo tengo que peinarme y maquillarme un poco —le digo, y cojo el estuche de maquillaje de Steph, contenta de que no se lo llevara.

Voy a tener que comprarme uno propio ahora que sé que me gusta cómo me queda.

Noah espera pacientemente sentado en mi cama mientras me seco el pelo y me rizo las puntas. Me vuelvo para darle un beso en la mejilla antes de aplicarme el maquillaje.

—¿Qué te apetece hacer hoy?

Termino de ponerme el rímel y me atuso el pelo.

—La facultad te sienta muy bien, Pau. Estás más guapa que nunca —dice Noah

—. No lo sé, podríamos ir a un parque o algo, y después a cenar.

Miro el reloj. ¿Ya es la una de la tarde? Le mando un mensaje a Steph y le digo que estaré fuera casi todo el día. Ella contesta y me dice que no volverá hasta mañana. Básicamente vive en la casa de la fraternidad de Pedro los fines de semana.

Noah abre la puerta del acompañante de su Toyota. Sus padres se aseguraron de que tuviera el coche más seguro, de último modelo. El interior está impecable, sin pilas de libros ni ropa sucia.

Damos una vuelta buscando un parque, y no tardamos en hallarlo. Es pequeño, un espacio tranquilo con césped verde y amarillo y unos pocos árboles.

Cuando nos detenemos en un aparcamiento, Noah pregunta:

—Oye, ¿cuándo vas a empezar a mirarte un coche?

—Pues creo que esta semana. Y también voy a empezar a buscar trabajo.

No menciono lo de las prácticas en la editorial Vance que me comentó Pedro. Ni siquiera sé si todavía puedo contar con esa opción, ni cómo se lo explicaría a Noah si así fuera.

—Eso es estupendo. Si necesitas ayuda con lo que sea, dímelo —dice.

Damos una vuelta por el parque y nos sentamos a una mesa de picnic. Noah habla la mayor parte del tiempo y yo me limito a asentir. Me sorprendo a mí misma conectando y desconectando de la conversación sin parar, pero él no parece percatarse. Acabamos paseando un poco más y llegamos a un pequeño arroyo. Suelto una carcajada ante la ironía de la situación, y Noah me mira sin entender nada.

—¿Te apetece nadar? —le pregunto sin saber muy bien por qué fuerzo aún más la situación.

—¿Aquí? Ni hablar —dice riéndose, y yo me desinflo un poco.

Me abofeteo mentalmente. Tengo que dejar de comparar a Noah con Pedro.

—Sólo era una broma —miento, y tiro de él por el sendero.

Son casi las siete cuando nos marchamos del parque, de modo que decidimos pedir una pizza al volver a mi cuarto y ver un clásico: Meg Ryan enamorándose de Tom Hanks a través de un programa de radio. Me muero de hambre para cuando llega la pizza, y me como casi la mitad yo sola. En mi defensa, he de decir que no he comido nada en todo el día.

A mitad de la película suena mi teléfono y Noah alarga el brazo para acercármelo.

—¿Quién es Landon? —pregunta. No hay recelo en su tono, sólo curiosidad. 

Nunca ha sido celoso; nunca ha tenido motivos. «Hasta ahora», me recuerda mi subconsciente.

—Es un amigo de la facultad —digo.

¿Por qué me llamará Landon tan tarde? Nunca me ha llamado para nada que no sea para comparar apuntes.

¡¿Pau?! —grita por el auricular.

Sí, ¿va todo bien?

Pues... No, la verdad es que no. Sé que Noah está ahí, pero... —vacila.

¿Qué pasa, Landon? —Se me empieza a acelerar el corazón—. ¿Estás bien?

Sí, no es por mí. Es Pedro.

El pánico se apodera de mí.

¿Pe... Pedro? —tartamudeo.

Sí, si te doy una dirección, ¿puedes venir, por favor? —Oigo el ruido de algo rompiéndose de fondo.

Salto de la cama y me pongo los zapatos sin apenas darme cuenta. Noah también se levanta, casi por solidaridad.

Landon, ¿está intentando hacerte daño? —Mi mente es incapaz de pensar qué otra cosa puede estar pasando.

No, no —responde.

Mándame un mensaje con la dirección —le digo, y entonces oigo otro estrépito.

Me vuelvo hacia Noah.

—Noah, necesito tu coche.

Él ladea la cabeza.

—¿Qué pasa?

—No lo sé... Es Pedro. Dame tus llaves —le exijo.

Se lleva la mano al bolsillo y las saca. —Voy contigo —afirma rotundamente.
Pero yo le quito las llaves de la mano y niego con la cabeza. —No, tú... Tengo que ir sola.

Mis palabras le duelen. Parece herido. Y sé que no está bien dejarlo aquí, pero ahora mismo en lo único en lo que puedo pensar es en llegar hasta Pedro.

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