Divina

Divina

jueves, 22 de octubre de 2015

After Capitulo 38


Steph entra en la habitación y me abraza inmediatamente. Es curioso cómo sus
frágiles brazos pueden resultar tan reconfortantes.

—Gracias por sacarlo de aquí — sollozo, y ella me abraza con más fuerza. Ahora estoy llorando con ganas, y no creo que vaya a parar en un buen rato.

—Pedro es amigo mío, pero tú también lo eres, y no quiero que te haga daño — explica—. Lo siento mucho, todo esto es culpa mía. Sabía que debería haberle dado mi llave a Nate, y no debería haber dejado que se acercara a ti todo el tiempo. A veces puede ser un auténtico gilipollas.

—No, no es culpa tuya en absoluto. Lo siento, no quería entrometerme en vuestra amistad.

—No seas tonta —dice.

Cuando me aparto, veo que me mira con preocupación. Agradezco que esté aquí, más de lo que pueda imaginar. Me siento completamente sola: Noah se va a tomar un tiempo para decidir si rompe conmigo o no, Pedro es un capullo, a
mi madre le daría algo si le contara esto, y Landon se sentiría muy decepcionado conmigo si supiera la verdad de mi situación con Pedro. No puedo contar con
nadie más que con esta chica tatuada con el pelo de fuego que jamás creí que llegaría a ser mi amiga.
Pero me alegro mucho de que lo sea.

—¿Quieres hablar de ello? —me pregunta.

La verdad es que sí. Necesito desahogarme. Se lo cuento todo, desde la primera vez que besé a Pedro, lo del día en el arroyo, el orgasmo que le provoqué y cómo dijo mi nombre en sueños, hasta la manera en que ha acabado con todo el respeto que pudiera sentir por él al obligarme a contarle lo nuestro a Noah. Su rostro pasa de la preocupación a la sorpresa y de la sorpresa a la tristeza durante
mi historia. Para cuando termino mi relato, tengo la blusa empapada de lágrimas y ella me sostiene la mano.

—Vaya, no tenía ni idea de que habían pasado tantas cosas. Deberías habérmelo contado después de la primera vez. Me imaginé que ocurría algo la tarde que íbamos a ir al cine y apareció Pedro.
Acababa de hablar con él por teléfono, y de repente se presentó aquí, así que supuse que había venido para verte. Mira, Pedro es un buen tío, a veces. Quiero decir, en el fondo lo que le pasa es que no sabe cómo tratar a alguien como a ti, bueno..., como a la mayoría de las chicas les gusta que las traten. Si yo estuviera en tu lugar, intentaría arreglar las cosas con Noah, porque Pedro no es
capaz de mantener una relación seria con nadie —dice, y me aprieta la mano.
Sé que todo eso es verdad, y que tiene razón. Pero entonces ¿por qué me duele tanto?

El lunes por la mañana, Landon está apoyado contra la pared de ladrillo de la cafetería, esperándome. Lo saludo al verlo, pero entonces me doy cuenta de que tiene el ojo derecho morado.
Cuando me acerco, veo que tiene otra magulladura en la mejilla.

—¡¿Qué te ha pasado en el ojo?! — exclamo corriendo hacia él.
Entonces caigo en la cuenta, alarmada.

—¡Landon! ¿Esto te lo ha hecho Pedro? —digo con voz temblorosa.

—Sí... —admite, y me quedo horrorizada.

—¿Por qué? ¿Qué ha pasado? —Quiero matar a Pedro por hacerle daño a este chico.

—Salió hecho una furia de casa después de que te fueras, pero una hora más tarde volvió. Estaba muy borracho. Empezó a buscar más cosas que destrozar, de modo que lo detuve. Bueno, nos peleamos. En realidad no fue para tanto. Creo que los dos descargamos la rabia que sentimos. Él también se llevó lo suyo —alardea.

No sé qué decir. Me sorprende la ligereza con la que Landon habla sobre su pelea con Pedro.

—¿Seguro que estás bien? ¿Puedo hacer algo? —le pregunto.
Tengo la sensación de que esto es culpa mía. Pedro estaba enfadado por lo nuestro. Pero ¿agredir a Landon?

—No, de verdad, estoy bien. —Sonríe.
Mientras nos dirigimos a clase, me cuenta que el padre de Pedro adelantó su 
vuelo y llegó a casa antes de que se mataran, y que su madre se echó a llorar cuando vio que Pedro había roto todos sus platos. Aunque no tenían ningún valor sentimental, le dolió que fuera capaz de hacer eso de todos modos.

—Pero en otro orden de cosas, tengo buenas noticias: Dakota va a venir a visitarme la semana próxima. ¡Viene para la hoguera! — Sonríe.

—¿La hoguera?

—Sí, ¿no has visto los carteles por todo el campus? Es un acontecimiento anual, para empezar el Año Nuevo. Todo el mundo va. No suelo asistir a ese tipo de eventos, pero ya que viene ella...
Deberías decirle a Noah que venga también. Podríamos quedar los cuatro.

Sonrío y asiento. Tal vez invitar a Noah sea una manera de demostrarle que tengo buenos amigos, como Landon. Sé que Pedro yLandon..., quiero decir,  Noah y Landon se llevarían de maravilla, y tengo muchas ganas de conocer a Dakota.

Ahora que él ha mencionado lo de la hoguera, veo los carteles por todas partes. Supongo que la semana pasada estuve demasiado distraída y ni siquiera me percaté de que estaban ahí.
Sin apenas darme cuenta, estoy en clase de literatura y empiezo a otear el aula en busca de Pedro, a pesar de que mi conciencia me dice que no lo haga. Al no verlo, sus palabras resuenan en mi cabeza: «Acabaré con ella».
¿Qué podría hacerme que fuese peor que obligarme a confesarme con Noah? No lo sé, pero empiezo a imaginarme todo tipo de cosas hasta que Landon me saca de mi ensimismamiento.

—Creo que no ha venido. Lo oí hablando con ese tal Zed sobre intercambiarse las clases. Qué lástima. Me habría gustado que vieras su ojo morado. —Landon me sonríe y miro de inmediato hacia la parte delantera del aula.

Quiero negar que estaba buscando a Pedro, pero sé que no puedo. ¿Él también tiene el ojo morado? Espero que esté bien. Bueno, no, en realidad espero que le duela a rabiar.

—Ah, vale —farfullo, y jugueteo con mi falda.

Landon no vuelve a mencionar a Pedro durante el resto de la clase.
El resto de la semana transcurre exactamente de la misma manera: yo no hablo de Pedro con nadie, y nadie me lo menciona. Tristan se ha estado pasando por nuestra habitación todos los días, pero no me importa. La verdad es que me cae genial, y Steph se ríe mucho con él. Hasta yo me río, a veces, a pesar de que estoy viviendo lo que parece ser la peor semana de mi vida. Me he estado poniendo cualquier cosa limpia que tenía a mano, y me he recogido el pelo en un moño a diario. Mi corta relación con el lápiz de ojos ha terminado, y he vuelto a mi rutina de siempre: dormir, ir a clase, estudiar, comer, dormir, ir a clase, estudiar, comer...

Cuando llega el viernes, Steph hace todo lo posible por sacar de su encierro a esta solterona.

—Vamos, Pau, es viernes. Vente con nosotros y te traeremos de vuelta antes de ir a casa de Ped..., a la fiesta —insiste, pero yo niego con la cabeza.

No me apetece hacer nada. Necesito estudiar y llamar a mi madre. He estado evitando sus llamadas toda la semana, y necesito hablar también con Noah y averiguar si ya ha tomado una decisión. Le he estado dando espacio estos días, y sólo le he mandado unos cuantos mensajes amistosos con la esperanza de que venga. Me encantaría que viniera para la hoguera del próximo viernes.

—Creo que paso... Mañana quiero mirarme un coche, así que necesito descansar —digo, y es una verdad a medias.

Es cierto que quiero mirar coches mañana, pero sé que no voy a descansar nada aquí sola con mis pensamientos sobre lo que va a pasar con Noah y sobre cómo Pedro hablaba en serio cuando dijo que se alejaría de mí, cosa que me alegra, si bien no me lo puedo quitar de la cabeza. «Sólo necesito un poco más de tiempo», me repito sin cesar.

No obstante, su manera de actuar la última vez que lo vi, como si quisiera algo de mí, se me ha quedado grabada.
Mi mente se traslada a un lugar imaginario en el que Pedro es agradable y divertido; un lugar en el que nos llevamos bien; en el que salimos, como una pareja, y en el que él me lleva al cine, o a cenar. Me rodea con los brazos y se siente orgulloso de que sea suya. Me coloca la chaqueta sobre los hombros cuando tengo frío, me besa para darme las buenas noches y me promete que nos veremos al día siguiente.

—¿Pau? —dice Steph.

Y mis pensamientos se desvanecen como una nube de humo. Sólo eran una fantasía, y el chico con el que soñaba despierta jamás podría ser Pedro.

—Venga, mujer. Llevas toda la semana con esos pantalones grises —bromea Tristan, y me río.

Son mis pantalones de pijama favoritos, y me gusta llevarlos especialmente cuando estoy enferma o atravesando una ruptura, o dos. Sigo confundida respecto al hecho de que Pedro y yo hayamos terminado algo que en realidad no era nada.

—Vale, vale, pero quiero que me traigáis de vuelta justo después de cenar, porque mañana pienso madrugar —les advierto.
Steph aplaude y empieza a dar saltos de alegría.

—¡Bien! Pero deja que te haga un favor —dice con una inocente sonrisita mientras parpadea con aire suplicante.

—¿Cuál? —pregunto con recelo sabiendo que no planea nada bueno.

—Deja que te haga un pequeño cambio de look. ¡Por favooor...! —Alarga la palabra con fines dramáticos.

—Ni hablar. —Ya me estoy viendo con el pelo rosa y kilos de maquillaje y llevando sólo un sujetador a modo de camiseta.

—Nada exagerado. Sólo quiero que no parezca... que has estado hibernando en
pijama durante toda la semana —sonríe, y Tristan intenta contener la risa.

Cuando por fin cedo y digo «Vale», empieza a aplaudir de nuevo.

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