Para cuando Steph regresa del cine, he dejado de llorar, me he dado una
ducha y estoy más serena.
—¿Qué tal tu... día con Pedro? — pregunta, y saca su pijama de la cómoda.
—Bien, ha sido tan encantador como siempre —le digo, y consigo echarme a
reír.
Quiero contarle lo que hemos hecho, pero me da demasiada vergüenza. Sé que
no me va a juzgar y, a pesar de que quiero poder contárselo a alguien, al mismo tiempo no
quiero que nadie lo sepa.
Steph me mira con preocupación y aparto la mirada.
—Ten cuidado, ¿vale?; eres demasiado buena para alguien como Pedro.
Quiero abrazarme a ella y llorar sobre su hombro pero, en lugar de hacerlo, le pregunto:
—¿Qué tal el cine? —Quiero cambiar de tema.
Me cuenta que Tristan no ha parado de darle palomitas y que le está
empezando a gustar de verdad. Me entran ganas de vomitar, pero sé que sólo estoy celosa porque
Tristan siente por ella algo que Pedro no siente por mí. Sin embargo, me recuerdo a mí misma que yo tengo
a alguien que me quiere, y que debo empezar a tratarlo mejor y mantenerme alejada de Pedro, esta vez de verdad.
A la mañana siguiente me levanto hecha polvo. No tengo energía y siento
ganas de llorar a todas horas. Tengo los ojos rojos e hinchados del berrinche de anoche, de modo
que me acerco a la cómoda de Steph y cojo su estuche de maquillaje. Saco el lápiz de ojos
marrón y me pinto una raya muy fina debajo de los ojos y en el párpado superior. Ahora están mucho
mejor. Me doy unos toques
de polvos para darle a mi piel algo de color. Añado un poco de rímel y
estoy como nueva. Satisfecha con mi aspecto, me pongo mis vaqueros ceñidos y una camiseta de tirantes.
Me siento algo desnuda, de modo que saco una chaqueta de punto blanca del armario. Es la primera
vez que cuido tanto mi aspecto para ir a clase desde el día que nos hicieron la foto para la orla
del último año de instituto.
Landon me envía un mensaje para decirme que tendremos que vernos en el
aula, de modo que cuando me paso por la cafetería pido un café para él también. Todavía falta
bastante para que empiece la clase, así que camino más despacio que de costumbre.
—Hola, Pau, ¿qué tal? —oigo que me saluda una voz masculina.
Me vuelvo y veo a un chico bastante pijo que viene en mi dirección.
—Bien, Logan, ¿y tú? —digo, y él asiente para indicarme que está bien
también.
—¿Te vas a pasar este fin de semana también? —pregunta.
Debe de ser miembro de la fraternidad; es evidente, es pijo y bastante
guapo.
—No, este fin de semana, no. —Me río, y él lo hace también.
—Vaya, lo pasamos bien contigo. Bueno, si cambias de idea, ya sabes dónde
estamos. Tengo que irme, ya nos veremos. —Se despide quitándose un sombrero invisible para
hacer una reverencia y se marcha.
En clase, Landon ya está sentado y me agradece efusivamente que le haya
llevado el café.
—Hoy estás distinta —dice mientras me siento.
—Me he maquillado —bromeo, y él sonríe.
No me pregunta por mi noche con Pedro, cosa que le agradezco. No sé qué le
diría.
Justo cuando el día empezaba a mejorar, y yo había dejado de pensar en él
durante un rato, llega la hora de literatura.
Pedro se sienta delante en su sitio de siempre. Para mi sorpresa, esta vez
lleva una camiseta blanca, y es tan fina que se transparentan sus tatuajes. Me fascina lo
atractivos que encuentro sus tatuajes y sus piercings cuando antes nunca me habían gustado. Aparto
rápidamente la mirada, me siento en mi sitio habitual también, a su lado, y saco mis apuntes. No voy
a renunciar a mi privilegiada posición por un chico desagradable. No obstante, espero que
Landon no tarde en llegar para no sentirme tan sola con Pedro.
—¿Pau? —susurra Pedro cuando el aula empieza a llenarse.
«No. No le contestes. Haz como que no lo oyes», me repito a mí misma.
—¿Pau? —dice, esta vez más alto.
—No me hables, Pedro—replico con los dientes apretados mientras evito
mirarlo para no volver a caer en su trampa.
—Venga ya —dice, y noto por el tono de su voz que la situación le hace una
gracia tremenda.
Mi tono es severo, pero me da igual.
—Lo digo en serio, Pedro. Déjame en paz.
—Vale, como quieras —dice con la misma aspereza, y suspiro.
Landon llega y siento un alivio tremendo. Al notar la tensión entre Pedro y yo, me pregunta con su típico tono amable:
—¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —miento, y comienza la clase.
Pedro y yo seguimos sin hablarnos durante toda la semana, y cada día que
pasa se me hace más fácil no pensar tanto en él. Steph y Tristan han estado saliendo a diario, de
modo que he tenido la habitación prácticamente para mí sola, lo cual ha tenido sus cosas buenas y
también sus cosas malas.
Buenas porque he podido estudiar un montón, pero malas porque me he quedado
sola pensando en Pedro. Cada día me he ido maquillando un poco más, pero sigo vistiendo mi
ropa holgada y conservadora. El viernes por la mañana
siento que ya he tenido suficiente con todo este lío con Pedro. Hasta que todo el mundo empieza a hablar de la fiesta en la casa de
la fraternidad. En serio,
celebran una todos los viernes, y normalmente los sábados también, así que
no consigo entender por qué se emocionan tanto cada vez que se acerca el fin de semana.
Después de que al menos diez personas me pregunten si voy a ir, decido
hacer la única cosa que sé que logrará evitar que vaya y llamo a
Noah.
—¡Hola, Pau! —me saluda animadamente por teléfono.
Han pasado varios días desde la última vez que hablamos en el sentido
estricto de la palabra, y echaba de menos su voz.
—Oye, ¿por qué no te pasas a verme? —pregunto.
—Claro. ¿Te viene bien el fin de semana que viene?
Gruño decepcionada.
—No, me refería a hoy. Ahora mismo. ¿Puedes salir ahora mismo?
—Pau, tengo entrenamientos después de clase. Y aún estoy en el instituto,
es la hora de comer —explica.
—Noah, por favor, te echo mucho de menos. ¿No puedes salir ya y pasar aquí
el fin de semana? ¿Por favor...? —Sé que estoy suplicando, pero me da igual.
—Eh..., está bien, vale. Ahora mismo salgo. ¿Va todo bien?
La felicidad me invade, y me sorprende mucho que el formal de mi novio haya
accedido a venir, pero me alegro de que lo haya hecho.
—Sí, sólo te echo de menos. Hace casi dos semanas que no te veo —le recuerdo.
Se ríe.
—Yo también te echo de menos. Voy a pedir permiso y saldré dentro de unos
minutos, así que te veo dentro de unas tres horas. Te quiero, Pau.
—Yo también te quiero —digo, y cuelgo.
Bueno, solucionado. Así desaparece cualquier posibilidad que haya de que
acabe en esa fiesta.
Una extraña sensación de alivio me inunda de camino a literatura mientras
recorro el magnífico edificio de ladrillo en el que se encuentra el aula. Un alivio que
desaparece en cuanto entro en clase y veo a Pedro cerniéndose sobre el pupitre de Landon.
«¿Qué diablos pasa?»
Me acerco corriendo y llego justo cuando Pedro golpea con la mano la mesa
y ruge:
—¡No vuelvas a decir nada parecido, gilipollas!
Landon se dispone a levantarse, pero sería una locura que intentara
enfrentarse a Pedro. Está fuerte y eso, pero es tan bueno que no me lo imagino golpeando a nadie.
Agarro el brazo de Pedro y tiro de él para alejarlo de Landon. Él levanta
la otra mano en el aire y me encojo, pero cuando se da cuenta de que soy yo, la baja y maldice entre dientes.
—¡Déjalo en paz! —le grito, y me vuelvo hacia Landon.
Él parece igual de furioso que Pedro, pero permanece sentado.
—Métete en tus asuntos, Paula—me suelta Pedro, y se va a su sitio.
Debería sentarse en la parte de atrás o algo.
Me siento entre ambos, me inclino hacia Landon y le susurro:
—¿Estás bien? ¿A qué ha venido eso?
Mira en dirección a Pedro y suspira.
—Nada. Es que es un capullo, básicamente —dice en voz alta, y sonríe.
Me río un poco y a continuación me pongo seria. Oigo la respiración agitada
de Pedro a mi lado y se me ocurre una idea. Es algo infantil, pero pienso ponerla en práctica
de todos modos.
—¡Tengo buenas noticias! —le digo a Landon con mi voz alegre más falsa.
—¿En serio? ¿El qué?
—¡Noah va a venir a visitarme hoy, y pasará aquí el fin de semana! —digo, y
sonrío mientras aplaudo de alegría. Soy consciente de que me estoy pasando, pero sé que
Pedro me está mirando y me ha oído.
—¿En serio? ¡Eso es genial! —dice Landon con sinceridad.
La clase empieza y termina sin que Pedro me diga ni una palabra. Así es
como van a ser las cosas a partir de ahora, y me parece bien. Le deseo a Landon un buen fin de
semana y vuelvo caminando a mi habitación para retocarme el maquillaje y comprar algo de
comer antes de que llegue Noah. Me río un poco de mí misma mientras me arreglo. «¿Desde cuándo soy la
clase de chica que
tiene que “retocarse el maquillaje” antes de que llegue su novio?» Creo que
la experiencia con Pedro aquel día en el arroyo me cambió, aunque el daño que me hizo después
me cambió todavía más. El maquillaje no es más que una ligera variación, pero sé que está
ahí.
Como y ordeno un poco el cuarto. Doblo la ropa de Steph y la guardo en su
armario esperando que no le moleste. Por fin, Noah me manda un mensaje para anunciarme que ya
ha llegado, y salto de la cama, donde estaba descansando, y salgo corriendo a recibirlo. Está más guapo que nunca, con unos pantalones azul marino y una chaqueta de punto de color crema y una
camisa blanca debajo. La
verdad es que siempre lleva chaquetas de punto, pero me encantan. Su
sonrisa me enternece el corazón y me estrecha entre sus brazos y me dice que se alegra mucho de
verme.
De camino a mi cuarto, me mira un instante y me pregunta:
—¿Te has maquillado?
—Sí, un poco. He estado experimentando —le explico.
Él sonríe.
—Estás guapa —dice, y me da un beso en la frente.
En mi habitación, acabamos buscando en la sección de comedias románticas de
Netflix una película que ver. Steph me manda un mensaje para decirme que está con
Tristan y que no volverá esta noche, de modo que apago las luces y nos acurrucamos contra la cabecera de
mi cama. Noah me pasa el brazo alrededor del hombro y yo apoyo la cabeza en su pecho.
«Ésta soy yo —me digo—, no una chica asilvestrada nadando con la camiseta
de un macarra.»
Empezamos a ver una película de la que no había oído hablar, y no pasan ni
cinco minutos cuando, de repente, alguien abre la puerta. Imagino que tal vez sea Steph,
que ha olvidado algo que necesita.
Pero, cómo no, es Pedro. Sus ojos van directos al lugar donde estamos Noah
y yo acurrucados en la cama, iluminados por el resplandor de la televisión. Me pongo roja. Ha venido a contarle lo nuestro a Noah, lo sé. El pánico se apodera de todo mi ser y me aparto de
mi novio, haciendo que parezca un sobresalto de sorpresa.
—¿Qué haces tú aquí? —ladro—. ¡No puedes irrumpir en mi cuarto de esta
manera!
Pedro sonríe.
—He quedado con Steph —contesta, y se sienta—. Hola, Noah, me alegro de
volver a verte. — Sonríe de nuevo, y Noah parece incómodo. Probablemente se esté preguntando
por qué tiene Pedro una llave de la habitación y no se molesta en llamar.
—Está con Tristan, probablemente en tu casa —le digo lentamente, rogando en
silencio para que se marche. Como se lo cuente a Noah ahora, no sé cómo voy a superarlo.
—¿Ah, sí? —dice. Sé por su sonrisa maliciosa que sólo ha venido a atormentarme.
Probablemente se quedará aquí hasta que yo misma me sincere con él—. ¿Vais a venir a la fiesta?
—No..., no vamos a ir. Estamos intentando ver una película —le digo, y Noah
me coge de la mano. Incluso en la oscuridad, veo cómo Pedro fija la mirada donde la mano de
Noah toca la mía.
—Qué pena. Será mejor que me marche... —Se vuelve hacia la puerta y me
siento algo aliviada, pero entonces da media vuelta—. Ah, Noah... —empieza, y se me cae el alma a los pies—. Llevas una chaqueta preciosa.
Exhalo el aire que había contenido sin darme cuenta.
—Gracias, es de GAP —responde él. El pobre no tiene ni idea de que Pedro le está tomando el pelo.
—Me lo imaginaba. Que os divirtáis — dice éste, y sale de la habitación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario